Ť Circula Soldados de Salamina, de Javier Cercas, que fluctúa entre ficción y realidad

''En la guerra se crean fraternidades de hierro''

ANASELLA ACOSTA NIETO

En una época en la que valores como la dignidad y el compañerismo parecen haber sucumbido a la par de las utopías, los ideales y los héroes, Soldados de Salamina (Tusquets, editores), de Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres,1962), se revela contra la desmemoria y revive la España de 1936-39, tomada por movimientos izquierdistas y separatistas, que pronto serían desplazados por la fuerza del franquismo.

Novela, relato real o gran reportaje, la obra de Cercas se convierte en homenaje a los caídos en la Guerra Civil Española lo mismo rojos que facistas, a aquellos combatientes que enarbolaron ideales pero que pasaron desapercibidos y sólo quedaron registrados como acopilamiento de cuerpos tras el asesinato colectivo.

Javier Cercas ha considerado que lo peor que puede hacer un país es olvidarse de su pasado, pues "tenemos que saber de dónde venimos para ir a algun sitio decente y sensato".

Confundida entre la ficción y la realidad, la más reciente narración del también autor de El Inquilino y El vientre de la ballena tiene como eje un episodio de la Guerra Civil, que es descubierto cuando un periodista recién adcrito a la sección de cultura, "donde se adscribe a la gente a la que no se sabe donde adscribir", se topa con el relato de la muerte de Rafael Sánchez Mazas, líder falangista.

Sánchez Mazas -poeta exquisito, ideólogo facista, futuro ministro de Franco- logra escapar, en un acto de desesperación, de un fusilamiento colectivo realizado por las tropas republicanas contra los promotores de la reforma social y el retorno a los valores católicos .

El falangista es descubierto por un soldado, que en medio de la lluvia coloca bajo su fusil a un atemorizado y miope Sánchez Mazas, quien a pesar de fijar su mirada en el soldado no logra definir su imagen.

La voz de un compañero del soldado comunista pregunta -ƑHay alguien por ahí?, -Aquí no hay nadie, responde el militar, salvándole la vida al fascista, en gran parte responsable de la masacre realizada en esos años.

Fuera de la vulgar compasión la mirada del soldado rojo expresa "una especie de secreta e insondable alegría, algo que linda con la crueldad y se resiste a la razón, pero tampoco es instinto, algo que vive en ella con la misma ciega obstinación con que la sangre persiste en sus conductos y la tierra en su órbita inamovible y todos los seres en su terca condición de seres".

Apartir de esta historia, el reportero -confundido en la realidad con el autor- halla las claves para realizar la novela que le librará de su sentimiento de escritor frustrado, que le condenó incluso a llevar café al director de un periódico desde el bar de la esquina.

Esta novela, que consolida a Cercas como escritor, logra reflejar algo más que el horror que encierran los conflictos belicos: "Es duro decirlo pero la guerra es hermosa porque se crean fraternidades de hierro". Sin menospreciar los actos heroicos no contados por su protagonistas, porque entonces dejarían de serlo. "Los héroes no dicen que son héroes, si lo confesaran dejarían de serlo".