Ť Leonardo Páez

Chulada de asambleístas

SI EL PRI HUBIERA tenido tres gramos de sensibilidad política para imaginar lo complicado que resulta la democracia en países semianalfabetos, probablemente se habría puesto las pilas hace un cuarto de siglo ?digamos tras los ensayos y errores del tercermundista frenético? y decidido a abrir, en serio, mecanismos de democratización menos erráticos que los que hoy protagonizamos.

POR ESO CUANDO tomó posesión el del cambio, lo único que atinaron a gritar los diputados priístas fue: "¡Juárez, Juárez!", y por eso al presidente electo no se le ocurrió contestarles: "Legisladores chiquillos: Si su partido hubiera entendido, y observado, la congruencia política de ese indio, lo más seguro es que hoy no estuviese tomando posesión como Presidente de México". Pero no, imaginación y congruencia nunca han sido el fuerte de nuestros políticos, sean de derecha, de izquierda o de todo lo contrario.

POR QUÉ SORPRENDERSE entonces cuando ese semianalfabetismo logra disfrazarse incluso de diputado, de ecologista, de protector de animales y de presidente de la Comisión de Preservación del Medio Ambiente de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y, junto con diputados de PRD, PAN y PRI, los otros miembros de esa comisión, elabora la Ley de Protección a los Animales.

TAMPOCO PUEDE SER motivo de sorpresa que los medios, en lugar de leer antes tan moderna ley -derechos sin obligaciones para los irracionales-, hayan preferido amarrar navajas en vez de informar con conocimiento de causa; ni mucho menos debe asombrarnos que los distintos sectores de la fiesta brava, toditos, en una versión más severa de analfabetismo, se fueran hasta la punta de la muleta, rechazando airadamente algo que ni siquiera perjudica su fraudulento espectáculo con novillos despuntados como toros cinqueños.

EN EFECTO, EL ARTICULO 25 de la ley pro derechos animales contiene una cláusula de exclusión que claramente dice: "Quedan exceptuadas de las disposiciones establecidas... las corridas de toros, novillos y becerros, así como las peleas de gallos (prohibidas en el DF), las que habrán de sujetarse a lo dispuesto en las leyes, reglamentos y demás ordenamientos jurídicos aplicables".

SI UN IMBERBE DIPUTADO del PVEM que dice llamarse Arnold Ricalde -el hombre hace al nombre y no a la inversa- está empeñado en prohibir las corridas de toros en México, tiene todo el derecho de hacerlo, al igual que si un imberbe diputado del PRD, caso de que existiera, estuviese empeñado en prohibir la celebración de misas y rosarios en todo el país. El único requisito es intentarlo con argumentos más sólidos que el antojo, con pruebas más contundentes que la demagogia y con respaldos menos frágiles que un humanismo de banqueta.

UNA PENA TAMBIÉN que la Asamblea Legislativa del DF gaste la pólvora democrática en infiernitos protectores de mascotas, y que nadie sepa quitarle a un ataurino Andrés Manuel López Obrador estas piedritas del camino. El ridículo lo seguirán haciendo quienes insisten en tomar el rábano por las hojas como sinónimo del arte de legislar y de informar, no se diga de conceder entrevistas.