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Ť Improbable que el maíz modificado genéticamente
sustituya al tradicional, menciona
Benéfico, flujo genético entre semillas
criollas y granos transgénicos, considera el Cinvestav
Ť La asociación Agro Bio considera que la biotecnología
es una herramienta básica de la agricultura
ANGELICA ENCISO/ II Y ULTIMA
Los científicos del Centro de Estudios Avanzados
(Cinvestav) del IPN de Irapuato, la principal institución de investigación
y desarrollo de transgénicos en México, afirman que no es
"contaminación" lo que se presentó en la sierra Juárez
de Oaxaca, sino "flujo genético", y demandan que el gobierno permita
el cultivo comercial del grano.
La posición de los científicos parte de
que "la ciencia no puede comprobar que los transgénicos sean dañinos"
a la salud y al medio ambiente. Además, el maíz con el gen
BT "reduce significativamente" el uso de insecticidas, no ocasiona impactos
negativos sobre los ecosistemas, permite un manejo integral de plagas,
evita la contaminación por aflatoxinas, reduce costos de producción
y "puede ser incorporado fácilmente en maíces criollos",
asegura Juan Pablo Martínez.
El investigador argumenta que estos beneficios deben llegar
a los millones de campesinos que cultivan el maíz en 7 millones
de hectáreas afectadas por la sequía y en 3 millones de suelos
pobres, donde la productividad llega a ser de apenas dos toneladas por
hectárea.
El director del Cinvestav, Rafael Herrera Estrella, explica
a su vez que durante décadas las variedades criollas han convivido
con las comerciales, incluidos los híbridos de las empresas trasnacionales,
sin que ello haya causado su desaparición, y en la mayoría
de los casos ni siquiera su sustitución por los pequeños
productores.
En un artículo que el especialista publicó
en la revista científica Nature, asegura que "durante todo el tiempo
las variedades criollas y los materiales mejorados por técnicas
convencionales han tenido oportunidad de intercambiar genes, y esto, lejos
de eliminar la biodiversidad de nuestros materiales criollos, los ha enriquecido,
y el pequeño productor ha ido incorporando los genes que le permiten
obtener los materiales criollos mejor adaptados a su región, así
como obtener lo suficiente para su consumo".
Agrega que no resulta extraño que alguien haya
sembrado maíz transgénico y los genes de éste se hayan
transferido a las variedades criollas de las siembras de la Sierra Juárez
mediante los procesos naturales de polinización. Sin embargo, precisa
que los campos comerciales más cercanos a las zonas donde se detectó
"la contaminación" están a cien kilómetros de la zona,
por eso una de las interrogantes es el origen del polen que "contaminó"
esos cultivos.
En la publicación citada, el investigador advierte
que en caso de que la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad
y Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem) confirme la presencia
de elementos genéticos provenientes de maíces transgénicos
en materiales criollos, "no se esperaría que representen un riesgo
para el consumo, esto en virtud de que los materiales de maíz que
se cultivan en el mundo han pasado estrictas evaluaciones que garantizan
su inocuidad".
La organización Agro Bio, asociación civil
que agrupa a Monsanto, Dupont, Aventis y Novartis, las principales empresas
productoras de transgénicos, se manifiesta en el mismo sentido:
"con base en la opinión de reconocidos científicos en México
y otros países, la presencia de maíz modificado genéticamente
no representa amenaza alguna para el maíz criollo. Los datos disponibles
sugieren que si el maíz transgénico estuviera presente, lo
estaría en bajos niveles y sin efectos sobre las variedades tradicionales".
La agrupación indica que "la biotecnología
es una herramienta fundamental para la modernización y competitividad
de la agricultura mexicana, además de que representa una oportunidad
para nuestros agricultores de obtener importantes beneficios al utilizar
semillas de mayor productividad, resistencia a plagas y condiciones climáticas
adversas, además de contribuir al medio ambiente al reducir la contaminación
del agua y el suelo, aumentar el valor nutritivo de los alimentos y la
eficiencia industrial de los granos".
Los bancos de germoplasma, a salvo
El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz
y Trigo (Cimmyt) con sede en Texcoco, almacena el banco de germoplasma
de maíz mexicano. A partir de que se conoció públicamente
la "contaminación" transgénica en las siembras de la sierra
Juárez, el organismo procedió a analizar sus existencias
del grano para determinar si también estaban afectados.
A partir de septiembre los investigadores del centro empezaron
a estudiar las 28 poblaciones del grano recolectadas desde 1967. Las muestras
fueron sometidas a pruebas para determinar si contenían algún
transgén y el resultado fue negativo.
Frente al hecho que se registró en Oaxaca, el Cimmyt
precisa que por la importancia de México como centro de origen y
domesticación del maíz, han dedicado "recursos considerables"
para ayudar a conservar la diversidad genética del maíz nativo.
Tarea que se lleva a cabo en el banco de genes que conserva una de las
colecciones más extensa de maíz en el mundo, porque incluye
materiales como variedades, razas criollas y parientes silvestres de maíz.
También indica que las investigaciones que ha realizado
con maíz transgénico se han apegado a las normas y protocolos
de bioseguridad de México. El más reciente ensayo se realizó
en septiembre de 1999 en la estación experimental Tlaltizapán,
Morelos, pero desde antes, en 1998, el gobierno había anunciado
la suspensión de facto del cultivo comercial del grano y
los estudios se restringieron.
El negocio de los transgénicos, en pocas manos
En Estados Unidos el maíz modificado genéticamente
se cultiva desde 1996 en 8 millones de hectáreas y, en total, ese
país destina 20.5 millones de hectáreas a la siembra de otros
transgénicos, como soya, algodón, canola y papa. Las principales
empresas que cultivan estos productos son Monsanto, que concentra 88 por
ciento de la superficie; Aventis, 8 por ciento, y Novartis 4 por ciento.
Además de éstas, AstraZeneca, Dupont y Aventis desarrollan
también los transgénicos.
Todas ellas son también responsables de casi dos
tercios del mercado global de plaguicidas, casi un cuarto del comercio
mundial de semillas y prácticamente el ciento por ciento del mercado
de semillas transgénicas.
Estas trasnacionales se encuentran entre las diez mayores
compañías de semillas que controlan aproximadamente 33 por
ciento del comercio global, el cual asciende a unos 23 mil millones de
dólares, y entre las diez compañías de agroquímicos
que controlan 91 por ciento de un mercado valuado en 31 mil millones de
dólares.
En México hay 16 cultivos que están en pruebas
de campo, entre los que están sometidos el algodón, el tomate,
la alfalfa, el arroz, la calabacita, el chile, la canola, la papaya, el
melón y la piña. Los únicos con autorización
para su siembra comercial son el algodón y el tomate, que ocupan
alrededor de 100 mil hectáreas.
(Información del Grupo de Acción sobre Erosión,
Tecnología y Concentración)
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