Emilio Pradilla Cobos

Concertación democrática y planeación

Hace más de dos meses que el gobierno federal tomó unilateralmente la decisión de ubicar el nuevo aeropuerto metropolitano en terrenos del ex lago de Texcoco, a pesar de la oposición de los poderes Ejecutivo y Legislativo del Distrito Federal, el gobierno de Hidalgo, las autoridades y ciudadanos del municipio libre de Texcoco y los ejidatarios de Atenco expropiados para dar paso al proyecto. Hoy están en curso las controversias constitucionales sobre el tema interpuestas por los gobiernos del DF y de Texcoco, y los amparos solicitados por los ejidatarios expropiados.

Hasta ahora, los gobiernos federal y mexiquense no han abierto ninguna puerta a la negociación con los detractores del proyecto, ni sobre su legalidad, ni mucho menos sobre su conveniencia técnica, social y territorial. Yendo en sentido contrario a las promesas electorales del cambio ya, y a la demanda ciudadana de democracia participativa, se siguen aplicando los métodos autoritarios del antiguo régimen priísta que muchos electores creyeron ingenuamente que desaparecerían con la llegada de Fox a la Presidencia de la República.

En lugar del diálogo para convencer o negociar, se trata de vencer a los afectados con hechos cumplidos, como el inicio de la construcción de obras ligadas al proyecto aeroportuario, con amenazas anónimas de intervención militar o violencia individual, o la compra de conciencias, manteniendo la deleznable tradición de la cultura política autoritaria de la que no logramos librarnos.

Para la Zona Metropolitana del Valle de México, la decisión del gobierno federal y el mexiquense sobre el nuevo aeropuerto fue un grave golpe a la función y la eficacia de la Comisión Ejecutiva de Coordinación Metropolitana y sus comisiones sectoriales, únicos instrumentos existentes, aunque insuficientes, para lograr un mínimo de coordinación y coherencia en las normas, políticas y acciones de diversos gobiernos estatales y municipales fragmentados, para el desarrollo de una ciudad indivisible.

En este caso y en otros en distintas entidades, está en juego el futuro: la viabilidad de una democracia republicana participativa, dotada de ámbitos institucionales eficaces y respetados, para tomar decisiones de gobierno concertadas y coordinadas entre poderes diferentes, políticamente diversos, junto con los ciudadanos; la posibilidad de una relación diferente entre gobernantes y gobernados, que haga realidad la participación ciudadana -hasta ahora sólo discurso demagógico-, que abra espacios institucionales o informales eficaces y operativos para el debate y la concertación de las políticas públicas, cree instrumentos que garanticen el cumplimiento de los acuerdos entre las partes involucradas (gobierno, empresas, organizaciones sociales y comunidades), proteja los intereses de los más débiles y asegure la redistribución de los beneficios logrados por los más fuertes; y la posibilidad de que los elegidos como gobernantes o representantes populares cumplan los compromisos adquiridos, en forma transparente y sujeta a la vigilancia de la sociedad.

Para evitar conflictos similares al del nuevo aeropuerto, es urgente reconstruir la planeación, sustituida en el neoliberalismo por el mercado capitalista y el marketing político coyuntural; construir una vía democrática, sustentada científicamente, validada política y socialmente, de regulación consensual del presente, negociación institucional del respeto de los intereses diversos, y de anticipación y prospección del futuro en función del mejoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población, en sus realidades locales y nacionales.

En el mundo de hoy los mesianismos de diverso género han llevado a una guerra global sin enemigos definidos, sin tiempo ni lugar precisos, en la que todos somos rehenes de las amenazas de la potencia hegemónica y de las decisiones inconsultas de los gobiernos nacionales. Al mismo tiempo, los vientos del sur del continente americano nos traen el eco de las movilizaciones sociales de quienes han sido golpeados por políticas cupulares neoliberales o populistas, impuestas desde el poder financiero mundial o por el voluntarismo de pequeños grupos, en un contexto en el que los partidos políticos han perdido su capacidad de representar a los ciudadanos, proponer y aplicar proyectos políticos para el futuro y criticar a sus propios gobernantes.

Por ello, parece vital y urgente para los ciudadanos mexicanos, sobre todo para quienes creen en la posibilidad de una nación diferente, plural, equitativa y justa para todos, reflexionar sobre las experiencias propias y ajenas, para construir proyectos de nación y de ciudad distintos a los que nos impone, por acción o reacción, el pensamiento único sintetizado en el neoliberalismo y su globalización unipolar.