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Ť Exhiben colectiva de 133 obras creadas por más
de 40 artistas
La estética surgida de la Revolución
de 1910 sigue vigente en el arte nacional del siglo XX
Ť En el Museo de la Ciudad de México, un recorrido
a través del muralismo
Ť Incluye piezas de Frida Kahlo, Diego Rivera, Vicente
Rojo y Francisco Toledo, entre otros
MERRY MAC MASTERS
La estética surgida a raíz del movimiento
revolucionario de 1910 tiene continuidad en la producción artística
nacional del siglo XX y sigue vigente. Esta es la tesis de la exposición
La Revolución Mexicana en la mira de los artistas, curada
por Lelia Driben y David Torrez para el Museo de la Ciudad de México,
en el marco del programa Siglo 20: revoluciones, sueños y pendientes,
organizado por el Instituto de Cultura de la Ciudad de México. La
colectiva, que concluirá el 30 de enero, se compone de 133 obras
de más de 40 artistas, fechadas entre 1910 y 2001.
Al
concebir la muestra, apunta Driben, ''nos parecía importante recuperar
los momentos decisivos en la historia de México, como parte de un
contexto de las transformaciones políticas, ideológicas y
sociales en el mundo. Tratamos, entonces, de coordinar un recorrido temático
y generacional a través del movimiento resultante de la Revolución
Mexicana: el muralismo''.
La crítica de arte señala que ese movimiento
mexicano de vanguardia, de los años veinte, difiere de su contraparte
internacional. Explica: ''El muralismo no sólo inaugura la modernidad
mexicana, sino constituye un movimiento de vanguardia que atraviesa todo
el continente americano. Fue el movimiento más avanzado desde Estados
Unidos hasta Tierra del Fuego. Fue fundacional y fue la vanguardia justamente
porque acompañó a un movimiento social de vanguardia como
fue la Revolución Mexicana''.
En la muestra, señala Driben, fue importante rescatar
a Rufino Tamayo y Carlos Mérida como interlocutores de los muralistas:
''En un ensayo inédito, Modernidad y vanguardias en México,
que escribí con una beca del Fonca, llamo a Tamayo, Mérida,
Gerzso, Paalen y Goeritz, los modernistas solitarios de México,
los que solitariamente introducen las formas de la vanguardia internacional,
que después irrumpen con la generación de la ruptura''.
De haber contado con más tiempo -la curaduría
se hizo en tres meses-, Driben hubiera abierto más el espectro para
incluir, por ejemplo, a los grupos de arte callejero de los años
setenta y otros artistas con relaciones más distantes de los muralistas,
pero que establecen continuidad.
El primer Zapata de Alberto Gironella
El corrido comienza con fotografías de Hugo Brehme,
el primer registro que existe del conflicto armado a decir de David Torrez,
responsable de la museografía. La Revolución Mexicana...
contiene varias joyas, entre ellas Zapatista, pequeño grabado
de Tamayo. En opinión del curador ''se trata de un campesino con
su carabina 30-30, fechada hacia los años treinta, por eso creo
que Zapatista no es el título''.
Otra joya es una acuarela de Frida Kahlo con más
de diez años sin exhibirse. A la manera de una caricatura, Salón
de belleza (1932), presenta un charro haciéndose una permanente.
Torrez también destaca dos dibujos de Diego Rivera: ''Uno, sobre
El sueño de los pobres, es un apunte posterior del mural
que está en la Secretaría de Educación Pública;
el otro es el dibujo Mercado, que perteneció a la esposa
del biógrafo del artista, Bertrand Wolfe. Casi estoy seguro de que
se exhibe por vez primera en México''.
La serie fotográfica que José María
Lupercio hiciera de los murales de Rivera en la SEP, es vintage.
También hay impresiones de época de Manuel Alvarez Bravo
y doña Lola. De José Clemente Orozco se consiguieron cinco
tintas e igual número de litografías. Torrez pone especial
énfasis en un estudio que Miguel Covarrubias realizó en 1953
del ballet Zapata, cuyo personaje es Guillermo Arriaga, creador
de la coreografía. Está el primer Zapata realizado por Alberto
Gironella y un retrato del revolucionario hecho por Arnoldo Coen durante
una estancia en Tanzania.
Un par de caricaturas de Abel Quezada se refiere a ''las
cuentas pendientes de la Revolución en el terreno social''. En la
pequeña sala hay fotografías de Pedro Valtierra y Antonio
Turok sobre Chiapas, y trabajos de Vicente Rojo y Francisco Toledo.
La exposición finaliza con Suite mexicana,
de Guillermo Kuitca, y el óleo Mi México, de Julio
Galán. Torrez agrega que el poema Así es, de Efraín
Huerta, sintetiza el espíritu de la muestra: ''Todas/ las/ cosas/
se parecen/ a su/ sueño''.
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