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Antonio Gershenson
Impuestos, producción y especulación
Además de darle más peso en la recaudación fiscal al impuesto sobre los ingresos que al IVA, hay un punto importante para la reforma fiscal: que se deje de subsidiar la inversión especulativa a costa de la productiva, y que los impuestos dejen de recaer en mayor medida sobre empresas pequeñas que en las más grandes.
Ya se ha mencionado que la compraventa de acciones en la bolsa de valores no paga impuesto sobre la renta ni IVA. Se ha ejemplificado con la mayor operación de este tipo, que fue la venta de Banamex, que si hubiese estado sujeta al régimen fiscal normal, sus impuestos habrían alcanzado para construir una nueva refinería.
La única respuesta que los tecnócratas alcanzan a balbucear es una simple afirmación: si esto cambia, se frenará la inversión. Pero, Ƒacaso la inversión que el país necesita es la de capitales golondrinos que compran acciones el viernes porque están baratas, para venderlas tal vez el siguiente miércoles porque ya subieron de valor y creen que ya no es fácil que suban más?
La absoluta mayoría de las operaciones de la bolsa no son para financiar inversión productiva, sino en lo que se llama mercado secundario, en el que se compran y venden acciones en forma tal que un mismo paquete puede ser comprado y vendido una y otra y otra vez, sin que la economía nacional tenga por eso mayor inversión productiva. El caso en que esto no sucede es cuando una empresa, que en efecto produce bienes o servicios necesarios, emite acciones para financiar sus inversiones. Pero esta operación es de tal modo remota en comparación con las del mercado secundario que hay años en que no ocurre ninguna de este género, y por lo mismo se puede dejar sin impuestos a estas emisiones, mientras que se gravan las del mercado secundario.
Esta compraventa secundaria de acciones no es gratuita. Las casas de bolsa cobran su buena comisión, al que compra y al que vende. Si éstas lo hacen sin que se acabe el mundo, Ƒpor qué el fisco no? Además, veamos el contraste con los impuestos que paga, por ejemplo, la empresa que opera una fábrica: 34 por ciento de impuesto sobre la renta, 15 por ciento de IVA, 2 por ciento de impuesto sobre nóminas, y otros gravámenes y derechos que dependen de cada caso.
Para no pagar todos estos impuestos, está el complicadísimo sistema de recaudación fiscal. No se trata sólo de conocer la ley aplicable en cada caso. Tampoco son sólo los reglamentos. Constantemente se publican reglas generales, criterios de aplicación de las mismas, anexos a los diversos agregados de unos y otras, y todo un rosario de escritos. Para poder convertir este laberinto en la elusión del pago de todo o parte de los impuestos existen despachos especializados, muy útiles para las grandes empresas pero bastante caros para una pequeña o mediana. Por medio de este mecanismo, las compañías grandes pagan menos impuestos que las chicas, y esto también debe cambiar. Ello da pie a reducir la evasión fiscal, incluso por empresas chicas que, al no poder pagar un despacho especializado, simplemente no pagan los impuestos, de una u otra forma, hasta que los sorprenden y los sancionan, con la muy posible consecuencia del cierre.
La ley debe exigir a los tecnócratas que tengan la disciplina que ellos exigen al resto del país. Deben saber planear si quieren seguir allí, y por lo tanto se les deben retirar las facultades legales de cambiar a diario todo a su antojo, a través de los mecanismos citados. Entonces los impuestos se tendrán que pagar por todas las empresas, como dicen los tecnócratas cuando exigen que paguen IVA los hambrientos y los enfermos, al comprar alimentos no procesados y medicinas. Lo único deducible del impuesto sobre la renta debe ser la inversión productiva, y eso bajo reglas bien definidas. Es más, la ley debe señalar cuáles son los conceptos específicos de esta inversión. Nada de deducir hasta las "comidas de trabajo" y cosas así que, en el mejor de los casos, son costos de operación y no de inversión.
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