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Adolfo Pérez Esquivel
Argentina: se acabó la fiesta
Lo que sembramos es lo que recogeremos. No hay otro camino. La Argentina viene sufriendo, desde hace muchas décadas, el saqueo sin piedad de sus recursos. Es un país potencialmente rico que en estos años ha retrocedido más de 40 años. La última dictadura militar hizo estragos en todos los niveles, no sólo en violaciones a los derechos humanos, sino en la destrucción del aparato productivo, especulación financiera y aumento de la deuda externa.
A los argentinos, cuando viajaban al exterior, en Brasil les llamaban "dame dos", la plata dulce y la improvisación, creyendo que la fiesta era interminable y eterna. Las políticas impuestas por el FMI, de privatizaciones, ajustes y capitalización, aplicada durante el gobierno de Carlos Menem, fue acompañada por la corrupción, el aumento de la pobreza y la exclusión social. La educación y la salud bajaron de nivel. Los jubilados, que esperaban una solución a sus problemas, tienen que salir a la calle a reclamar sus derechos vulnerados.
El cacerolazo, las protestas, los piquetes. El país convulsionado es el resultado de políticas dependientes y sin coraje, de total condicionamiento a la voracidad de los centros financieros y una dirigencia política claudicante, salvo honrosas excepciones. El gobierno, que salió corrido por el pueblo de la Unión Cívica Radical, y el quiebre de la Alianza, continuó la misma política del anterior y no supo o no quiso ver la realidad.
El pueblo reaccionó, en particular la clase media, que nunca se vio amenazada de tal forma. La pregunta es si hay alguna alternativa a la situación actual, porque se dieron cuenta que "se terminó la fiesta" y que tienen la resaca de tanto olvido y la realidad es cruel, que los fondos depositados en los bancos han quedado cautivos en manos del Estado y no saben qué va a pasar, cuánto perderán y si alguna vez los volverán a tener. Todo es una angustia e incertidumbre. Esto se lo advertí en más de una oportunidad al entonces presidente Fernando de la Rúa, sin resultado alguno. Le dije que recordara la situación de Ecuador, porque Argentina es un fiel calco de lo ocurrido en ese país.
El cambio de gobierno es más de lo mismo, sin alternativas. El pueblo no le tiene confianza y de ahí su reacción de fin de semana, donde las cacerolas se volvieron a hacer oir y desgraciadamente algunos grupos violentos cometieron desmanes graves. Si los pueblos de América Latina quieren superar la situación que viven, deben unirse y tratar conjuntamente problemas semejantes, como la deuda externa y el no pago de la misma.
Hay que recurrir a la Corte Internacional de La Haya para una opinión consultiva sobre la ilegitimidad de la misma y suspender todo tipo de pago, invertir en programas de desarrollo, terminar con el asistencialismo que sólo se puede dar a los niños y ancianos. Generar proyectos de trabajo y movilizar a todo el país.
La dirigencia política corrupta debe ser inhabilitada de por vida para ejercer cualquier cargo público. Las dirigencias sindicales deben demostrar cómo utilizan el dinero de los trabajadores. El día de ayer el pueblo reclamó la renuncia de la Corte Suprema de Justicia, por corrupta. No es recurriendo a la violencia como se van a solucionar los problemas que vive el país.
Es necesario revisar la situación social y los recursos de cada provincia. La constitución de observatorios sociales y de derechos humanos pueden ser la bases de control para que se cumpla la voluntad popular. Investigar y sancionar a quienes han saqueado el país. Sería necesaria una ley sobre el terrorismo económico, que hoy actúa con total impunidad. Durante los hechos de violencia en la Plaza de Mayo y en otros lugares del país, en los momentos más duros de enfrentamientos con muertes y heridos, víctimas de la fuerte represión policial, la Bolsa de Valores aumentó 15 por ciento. Hay que revisar los acuerdos regionales, como el Mercosur, y las exportaciones e importaciones. No es posible que países poderosos subvencionen su producción y nuestras naciones no tengan medidas de protección a sus productores. Es necesario tratar la relación con el FMI, impedir que impongan sus políticas que llevaron a nuestro pueblo a la grave encrucijada que hoy vive. La reforma del sistema electoral está en crisis. Se votan en las listas por gente que nadie sabe quién es. Es necesario revisar las designaciones y el pueblo debe tener la posibilidad jurídica de revocar los mandatos de quienes no cumplan. Esto no es ningún programa, simplemente algunas medidas que podrían ayudar a generar otros espacios de libertad y poder superar la grave crisis que hoy vivimos.
Creo que el pueblo argentino sabe que se acabó la fiesta y que ahora es necesario reconstruir el país, de eso depende el presente y futuro. La Argentina debe cambiar toda su infraestructura política y social, como potenciar organizadamente el desarrollo del país. Hoy, Buenos Aires es como una gran cabeza, y el resto del país un gran cuerpo atrofiado que necesita levantarse y desarrollarse, y eso es posible. No olvidemos a los estudiantes de mayo de 1968 en París, cuando proclamaban: "Seamos realistas, pidamos lo imposible". Lo imposible es posible.
La Argentina cuenta con muchos recursos humanos y naturales, organizaciones sociales que vienen trabajando en todos los ámbitos del país. Pero es necesario cambiar el eje de la situación y salir del modelo neoliberal con propuestas alternativas y constructivas. El desafío es grande y los dueños del poder no están dispuestos a dejarlo, como los bancos, la mafia financiera que se ha enriquecido a costa del hambre y la pobreza del pueblo y hoy el Estado no debe y no puede meter la mano en el bolsillo del pueblo. Debe recuperar los recursos saqueados del país y para eso necesitan los gobernantes claridad política, ética y coraje. El pueblo los acompañará si saben por dónde tienen que caminar, pero nadie los seguirá si saben que a un paso está el precipicio.
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