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Ť Derribaron las torres y se nos cayeron los sueños, indica una recién desempleada
Los atentados agudizaron las adversidades para los trabajadores indocumentados en EU
Ť Sindicalista latina en Los Angeles refrenda la necesidad de legalizar al inmigrante
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 26 de diciembre. La recesión económica agudizada por los efectos de los atentados del 11 de septiembre está destruyendo lo poco con que contaban los inmigrantes -el sector social más vulnerable de este país-. "El derrumbe de las Torres Gemelas también derrumbó nuestros sueños", afirma una inmigrante en Nueva York, ahora desempleada.
Más de medio millón de trabajadores ha perdido su empleo este año, según las cifras oficiales. Pero nadie sabe cuántos de éstos son inmigrantes, aunque algunos de los sectores afectados son precisamente los de servicios, turismo y otros en los que se concentra la mano de obra inmigrante.
Los más vulnerables entre éstos son los trabajadores "invisibles" -los indocumentados- debido a que no se registra su existencia formal en las cifras oficiales, y por lo tanto se desconocen las dimensiones del impacto de esta crisis sobre ellos.
Cuarenta y cinco por ciento de trabajadores de hoteles han sido cesados en Washington desde el 11 de septiembre, y se supone que la gran mayoría son inmigrantes. Casi un tercio de los trabajadores del sindicato de hoteles y restaurantes (HERE, por sus siglas en inglés) en Los Angeles han quedado desempleados. Hay números parecidos en Las Vegas y Chicago, entre otras ciudades. Miles de los 60 mil trabajadores inmigrantes de Chinatown de Nueva York ahora están desempleados después de cierres masivos de las maquiladoras en esta zona.
En Nueva York, una amplia coalición de los sindicatos locales de servicios, hoteles y de la confección, junto con organizaciones latinas de defensa de inmigrantes y de organizaciones religiosas, se han unido para exigir "justicia para los trabajadores inmigrantes", particularmente para los miles de afectados directamente por el atentado del 11 de septiembre o sus consecuencias inmediatas.
Héctor Figueroa, secretario tesorero de una sección del sindicato nacional de trabajadores de servicios (SEIU) declaró recientemente, cuando se anunció la formación de esta nueva coalición, que muchos inmigrantes murieron o perdieron familia en los atentados contra el World Trade Center, y miles más han perdido sus empleos, pero que éstos, y en particular los indocumentados, no cuentan con la asistencia de emergencia que se está ofreciendo a las víctimas y desempleados.
Por lo tanto, señaló Figueroa, la coalición demanda que se ofrezcan asistencia social y fondos de desempleo a todo trabajador afectado por el desastre; que a las víctimas y/o sus familias les sea legalizada su calidad migratoria; que se acaben la discriminación y los ataques contra los inmigrantes en relación con la nueva guerra antiterrorista, que los considera amenazas o sospechosos.
Tanto en Nueva York como en Los Angeles, Washington, Chicago y otras ciudades, una demanda común es retomar la iniciativa que fue congelada después del 11 de septiembre: una reforma para legalizar a los trabajadores indocumentados. "Llamamos a que los líderes políticos de este país demuestren su valentía y promuevan una amnistía", afirmo Figueroa.
Oscar Rojas comentó que trabajó durante 12 años en un restaurante en la zona del World Trade Center y ahora se encuentra desempleado. "Como indocumentado no puedo recibir la asistencia de desempleo, ni la asistencia médica, algo que nos afecta a miles de indocumentados. Tuve la suerte de no perder la vida en el desastre, pero perdí todo lo demás y ahora no puedo sostener a mi esposa y a mi hijo. Les pido a los políticos que nos tomen en cuenta, que nos den la legalización para poder trabajar y poder viajar para visitar a los nuestros... Lucharemos por lo que ya merecemos todos los indocumentados", afirmó.
Mónica Santana, del Centro de Trabajadores Latinos en Nueva York, declara en rueda de prensa que en este país, donde se habla tanto de los derechos humanos, no se respetan el tránsito libre de las personas ni sus derechos económicos básicos. Peor, afirma, "cada vez que hay un problema en los países ricos, los inmigrantes son culpados". Ahora parece que inmigrante y terrorista "son sinónimos".
Pero la realidad es otra, agrega: "Enriquecemos a este país con nuestro trabajo, con nuestra cultura, con nuestra solidaridad". Por lo tanto, rechazó la idea de solicitar algo a los políticos y señaló que es hora de demandar el respeto y la dignidad. "A los políticos de Washington: no sigan jugando con el dolor de los inmigrantes", advirtió, y añadió que "igual que se le permite al capital ir a nuestros países con libertad, que se nos permita venir a trabajar aquí, con esa misma libertad".
En ciudades como Los Angeles, Washington, Las Vegas y Nueva York, sindicatos, organizaciones de defensa de inmigrantes, grupos comunitarios e iglesias están buscando cómo responder a las consecuencias de esta recesión y los ataques del 11 de septiembre con esfuerzos de emergencia para apoyar a los trabajadores, la mayoría inmigrantes, en los sectores más afectados.
Maria Elena Durazo, secretaria general de una sección del sindicato de hoteles y restaurantes de Los Angeles, señala que más de 3 mil de sus 12 mil 500 miembros no tienen empleo. De repente, se están organizando bancos de comida de emergencia, programas de apoyo para ayudar a conseguir asistencia pública.
Pero en medio de estas emergencias sociales hay conciencia de que el 11 de septiembre no marcó un cambio en todo. "Para los inmigrantes, las necesidades fundamentales no cambian después del 11 de septiembre, enfrentamos la misma necesidad básica de promover la legalización y defender sus derechos como trabajadores", expresó Durazo en entrevista con La Jornada.
Su sindicato y otras organizaciones, señaló, están luchando para que esa demanda, la cual ya había prosperado en los más altos circuitos políticos de este país antes del 11 de septiembre, no sea desechada en la coyuntura actual. "La legalización sigue como el corazón del asunto", afirmó.
Sin embargo, la emergencia de ofrecer apoyo y atención a los trabajadores directamente afectados ahora está absorbiendo los recursos y la atención de todos. Durazo señala que además de atender a las necesidades inmediatas de casi un tercio de su membresía, esto se repite en otras ciudades.
Por ejemplo, 15 camiones llenos de alimentos de emergencia de la organización caritativa Save the Children llegaron a Washington para atender la emergencia de más de mil 500 familias de trabajadores despedidos. Hay por lo menos otros 41 mil despedidos del sector de hoteles y restaurantes a escala nacional que ahora están necesitados. Mientras, afirmó Durazo, las fuerzas oficiales están "utilizando la crisis para atacar a los inmigrantes".
En Washington se están construyendo coaliciones para responder a las consecuencias del despido de miles de trabajadores, entre ellos muchos inmigrantes, que ahora enfrentan ser expulsados de sus casas, así como la suspensión de sus servicios de teléfono y electricidad, la falta de seguro de salud por imposibilidad de pagar las cuentas.
Desechables y esenciales a la vez
Los inmigrantes, aunque fácilmente despedidos y descartados en momentos de crisis económica (y política), al mismo tiempo son un factor esencial del modelo económico estadunidense. Empresarios y economistas entienden que amplios sectores de este país dependen más que nunca de la mano de obra inmigrante. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos calcula que en todo momento hay un millón de jornaleros trabajando los campos de este país -casi todos inmigrantes- y una investigación del gobierno federal calcula que casi 40 por ciento de éstos son indocumentados.
El sector de procesamiento de carne depende de la mano de obra inmigrante, donde gran parte de los empleados son mexicanos y centroamericanos. Hace unos años el Servicio de Inmigración y Naturalización calculó que de los trabajadores en las grandes plantas de procesamiento y empaque de carnes, 25 por ciento son indocumentados.
Hace dos semanas, Tyson Foods, la empresa de procesamiento de carne más grande del país, fue acusada por el gobierno federal de conspirar para el contrabando de mano de obra indocumentada para ser empleada en sus plantas en Estados Unidos. Pero la dependencia de este sector sobre trabajadores inmigrantes mantiene esas prácticas.
"Tenemos a segmentos enormes de agricultura que son altamente dependientes de mano de obra contratada", afirmó Keith Collins, del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, al New York Times. El presidente de la asociación de cultivadores de papa de Idaho, Keith Esplin, señaló que "la mano de obra inmigrante, sea legal o ilegal, es crítica".
Lo mismo es cierto para el sector de restaurantes, hoteles, construcción, maquiladoras y tantos más. Los sueños de los invisibles pueden derrumbarse en cualquier momento-; eso no tiene gran consecuencia para los políticos aquí. Ni se le da mucha importancia, a menos que mencionarlo ayude a conseguir votos en alguna coyuntura electoral.
Al mismo tiempo, la cúpula política y económica reconoce que el gran sueño americano -el oficial- ahora depende cada vez más de los trabajadores inmigrantes. Ahora el truco es cómo reconciliar esa realidad con las demandas por la legalización y derechos de estos constructores de ese sueño. Si eso no se resuelve, podría llegar el día en que el sueño derrumbado de inmigrantes tumbe ese otro "sueño americano" que tanto se defiende y se proclama como la corona de "la civilización" que fue atacada el 11 septiembre.
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