034a1cap
Angeles González Gamio
Tradición teatral
Existe en nuestro país una fuerte tradición teatral, que data de la época prehispánica; ya hemos hablado de las impresionantes celebraciones que llevaban a cabo los aztecas, en las que intervenían cientos de personas, mismas que reprodujeron los religiosos como apoyo para la evangelización.
Tras la conquista, el primer teatro que podríamos llamar formal, se estableció en la capital de la Nueva España, en el patio del Hospital Real de los Naturales, con el propósito de conseguir fondos para su sostenimiento. Se encontraba en lo que ahora es San Juan de Letrán (Eje Central), a la altura de Venustiano Carranza. Hace unos años, al realizar excavaciones del Metro, aparecieron sus vestigios. Impresionante el ancho de los cimientos y los múltiples esqueletos, que hablan de que no siempre eran exitosas las curaciones.
A éste siguieron muchos más; un gran número de ellos eran prácticamente carpas o corrales. En el siglo XIX se edificaron lujosos inmuebles, la mayoría copiando los foros europeos, aunque persistían los modestones, como el Mignon, situado en las cercanías de la Plaza de la Santa Veracruz, a un costado de la Alameda; con decir que los asientos eran de tule y la compañía de actores se conocía como farándula. El nombre viene de la voz alemana fahender -vagabundo- y era el apelativo que se daba a los grupos de cómicos trashumantes, compuestos de más de siete hombres y tres mujeres. Al actor solo se le nombraba babalú; dos constituían el ñaque; tres o cuatro la gangarilla, y si había seis actores y una dama era la garnacha; más de siete la biganga. El telón anunciaba: "Con culta forma y con afán prolijo, divierto, doy placer, domo y corrijo".
Muy recordado es el Gran Teatro Nacional, que construyó el magnífico arquitecto Lorenzo de la Hidalga, se dice que con un plano de Manuel Tolsá; sea cual fuere, era elegantísimo, según lo podemos comprobar en litografías de la época. Estaba ubicado en lo que ahora es Bolívar y 5 de Mayo; como ya hemos mencionado, lo mandó demoler Porfirio Díaz para ampliar la segunda avenida y que desembocara en el Palacio de Bellas Artes.
Otro escenario de prosapia fue el Iturbide, en lujoso estilo clásico; se dañó por un incendio y lo remodeló el arquitecto Mauricio Campos en 1910, para convertirlo en la Cámara de Diputados, hoy sede de la Asamblea Legislativa.
En el siglo XX se hicieron teatros importantes que aún subsisten, como el Lírico, en la calle de Cuba, que fue restaurado hace unos años, recuperando buena parte de su antiguo esplendor. Fue inaugurado en 1907 con una pieza del francés Marcel Prevosta: Las vierges folles, actuada por la compañía española de María Díez y José Vico. En las décadas de los 50 a los 70 fue casa del llamado género chico o teatro de revista, que aún conserva como una reliquia el Blanquita.
Otro recinto hermoso fue y va a ser, ya que está siendo remozado a profundidad por el Gobierno del DF, el antiguo Esperanza Iris, hoy Teatro de la Ciudad, obra de la célebre actriz que lo bautizó con su nombre, tras adquirirlo de los empresarios que lo habían llamado Xicoténcatl, renovándolo totalmente. Su bella fachada, estructurada a base de pilastras, está adornada con bustos de Offenbach, Lehar, Bizet y Verdi, representantes significativos del género operístico, favorito de la Iris.
Afortunadamente el amor al teatro continúa vivo, como lo demuestran las alrededor de 60 obras en cartelera, para todos los gustos. Una magnífica guía es la revista Tiempo Libre, que dirige con enorme éxito Angeles Aguilar Zinser, que semana a semana nos informa y orienta sobre prácticamente todo lo que hay en esparcimiento y gastronomía en la ciudad. La clasificación teatral es magnífica: comedia, drama, espectáculo, musicales, farsa, monólogos, melodrama y, en sección aparte, el dedicado a los niños. En cada género hay múltiples opciones, que nos permiten afirmar que en propuesta teatral, la ciudad de México está a la altura de urbes como Londres o Nueva York.
Un sano propósito de Año Nuevo es ir más al teatro, con la consabida cena en algún sitio agradable y sabroso, que puede ser Chez Loulou, el acogedor bistro francés situado en Anatole France 81, en la zona del Parque de los Espejos, de Polanco. Bajo la celosa mirada de su encantadora dueña, Lourdes Beauchef, el chef prepara la charcuterie, que son unos embutidos exquisitos, y los lunes hay como novedad un rico cous cous, elaborado con la receta original, y desde luego, las especialidades de la casa, como la crema de mejillones, el pato confitado con un toque de salsa de frambuesa y pera. De postre, el delicado moalaux, pastel de chocolate caliente con helado de vainilla de la casa, y su detalle de crema inglesa. Mmmmmm... [email protected]
|