06an1esp
Ť Esta vez presenta actos de Estados Unidos, Rusia,
Suiza, Cuba y México
Circo Atayde Hermanos, 113 años de tradición
pese al decreciente interés
Ť En dos horas y media, payasos, acróbatas,
mimos y domadores muestran sus habilidades Ť Funciones de martes
a domingo en el Palacio de los Deportes, hasta el 20 de enero
MARIANA NORANDI ESPECIAL
El
pasado viernes el Palacio de los Deportes se engalanó para presentar
una de las exhibiciones más polifacéticas y con mayor tradición
dentro del mundo del espectáculo: el circo. El popular recinto deportivo
se transformó en una enorme carpa para recibir -con el espíritu
y la ilusión con que antaño se recibían los carromatos
de estos nómadas artistas- a la compañía circense
más antigua de México: el Circo Atayde Hermanos.
Esta empresa fue fundada a finales del siglo XIX por Aurelio
Atayde Guízar, abuelo de la actual generación de empresarios
y artistas, quien siendo muy niño escapó de su casa para
dedicarse al mundo acrobático y más tarde convencer a sus
hermanos de que se unieran a él. La primera función de esta
compañía tuvo lugar el 26 de agosto de 1888 en la plaza de
toros de Mazatlán, y desde entonces la capacidad de superación
y riesgo de estos artistas los ha llevado, con gran éxito, a las
pistas cirqueras de todo el mundo. Actualmente la empresa está dirigida
por la tercera generación de esta familia y se encuentra en el proceso
de formación de la cuarta generación Atayde, tomará
el relevo de la tradición circense en este naciente siglo XXI.
El variado y pintoresco show con el que se presentan en
el Palacio de los Deportes reúne a artistas de diversos países
y tiene una duración de dos horas y media. Este espectáculo
muestra un pronunciado afán innovador, de lo cual queda constancia
en muchos de los números que se presentan, pero, debido a los 113
años con los que cuenta, el concepto creativo general de este circo
es de corte clásico y tradicional. No faltan los payasos de grandes
y postizas narices, bellas acróbatas sobre columpios vestidas con
vistosos trajes de lentejuelas, domadores con altas botas y abombados pantalones
y, sobre todo, a diferencia de las nuevas tendencias circenses, los Atayde
continúan utilizando animales en sus espectáculos.
Mientras el público va acomodándose, antes
de que se apaguen las luces para dar comienzo a la magia del show, los
niños pueden montar en elefante y, por cien pesos, sacarse una foto
instantánea de recuerdo. No todos alcanzan a retratarse sobre el
enorme y característico animal, pues el espectáculo debe
comenzar. Los primeros en aparecer son los motociclistas aéreos
Sky Kings de Estados Unidos, quienes realizan arriesgadas acrobacias sobre
el alambre inclinado. Tras ellos, el Trío Paradigma de Cuba. Tres
bellas gimnastas realizan difíciles ejercicios sobre un mástil
de cinco metros a ritmo de merengue. Posteriormente el payaso mexicano
Versace hace su primera aparición con un ingenioso y tierno número
de una muñeca de trapo que cobra vida, toda una demostración
de dominio corporal y expresivo. Tras esta presentación, entran
los redobles de tambor que anuncian espacios de emoción ante los
saltos mortales de la Troupe Febles en la barra rusa. Uno de los números
más originales y llamativos es el de Los Guerreros del Aire. Una
espectacular y creativa demostración de malabarismo de los hermanos
Douglas y Oliver Ramos, de México. En las cuerdas marinas estos
malabaristas realizan armónicos y osados números aéreos
envueltos en un aire de misticismo prehispánico. Antes de pasar
al intermedio, Alberto Atayde presenta Caballos en libertad, los cuales
realizan diversas maromas.
En el intermedio ya se aprecia un Palacio de los Deportes
prácticamente lleno, donde la gente aprovecha para comprar refrescos,
palomitas y helados. Los vendedores de payasos de trapo y espadas luminosas
hacen su agosto en pleno diciembre. El intermedio se hace corto para vendedores
y largo para espectadores. Tras veinte minutos, las luces se vuelven a
apagar, los reflectores se encienden y los tambores redoblan. Un número
clásico pero lleno de emoción ocupa toda la pista. Los Hermanos
Rodogel, que pertenecen a la dinastía mexicana de los grandes acróbatas,
realizan un extraordinario número de trapecios volantes a más
de 13 metros de altura. Tras esta emocionante demostración de destreza,
el Gran Octavio presenta un cuadro mímico donde exhibe también
sus dotes de equilibrio y malabarismo. El espectáculo acaba con
dos números estrellas: los elefantes de Oscar Alegría y los
temerarios acróbatas suizos Nerveless Nocks, quienes en dos perchas
flexibles de más de veinte metros y sin red de protección
realizan diversas acrobacias de extremo riesgo.
Este espectáculo, que se presentará en el
Palacio de los Deportes hasta el próximo 20 de enero, es un buen
ejemplo de que el espíritu y el arte circenses siguen vivos. Pese
a la falta de interés institucional -y en ocasiones popular- que
existe en la actualidad por el circo, hay más artistas mexicanos
circenses presentándose con éxito en el extranjero que en
cualquier otra disciplina artística o deportiva. El circo, que representa
el espectáculo puro, insólito, el gusto por la farsa, la
pasión por el riesgo y la exaltación de la fantasía,
ocupa en ocasiones un lugar incomprendido y secundario en el sofisticado
y moderno mundo artístico. Aun así, afortunadamente existen
personas como los hermanos Atayde, que siguen creyendo y disfrutando del
circo, logrando contagiar a chicos y grandes de la magia de este tradicional
y fantástico espectáculo.
Circo Atayde Hermanos: de martes a sábado funciones
a las 16 y 19 horas. Domingos a las 12, 16 y 19 horas. Entradas desde 30
hasta 200 pesos.
|