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o e s í a
Eco
de voces
Guadalupe
Bucio Gaona
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Sergio
Vicario,
Barítono
de Luz,
Fondo
Editorial Tierra Adentro,
México,
2000.
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De niño le preguntaban: "¿Qué
quieres ser cuando seas grande?" Él respondía: "Médico,
bombero, o fotógrafo." Hasta ahí las cosas iban bien, se
trataba de un niño con la imaginación desatada. Creció
y se percató de que los bomberos no escribían, los médicos
tenían la letra ilegible y los fotógrafos escribían
la historia con imágenes. Decidió estudiar fotografía
para capturar historias eternas, pero muy dentro de su corazón danzaban
otras palabras; una fotografía era sólo el espejo de corazones
distantes, el suyo se quedaba con ansia de decir más, de expresar
sentimientos propios. Entonces tomó un lápiz, una hoja en
blanco y escribió poemas.
Sergio Vicario es un poeta joven que le
canta a la mujer, a la amiga, a la hermana, a los amigos, al padre, a los
pintores, al mar, a las piedras, a la vida y a la muerte. Su poesía
no se somete a los cánones de la academia, los versos son asimétricos,
de pronto usa puntos y comas para después dejar de usarlos con la
única intención de plasmar mejor su idea.
Para ganarse el pan de cada día
, Vicario ha colaborado haciendo reseñas en El Sol de México
y Mundo Celular; es ensayista y articulista en la revista digital
In
2000, reportero del semanario Tiempos Modernos y director editorial
de la revista Natura.
Sin embargo, tanta actividad no apaga los
gritos de su interior. Una prueba de ello es el poema "Propósito":
"Queremos nombrar lo indefinible/ y reconocernos en el eco de la palabra
eternidad./ Tocar y fundirnos en otro cuerpo,/ Sin esperar acaso la claridad
de nuestros secretos./ Hablamos porque creemos en lo dicho,/ jamás
en el poder del olvido." Al recordar al padre dice: "Cuando con tremendo
esfuerzo/ el cielo revela sus venas./ Es el momento en que toma su naturaleza
exacta/ aquel torrente que me roba la calma,/ como un secreto íntimo
de fuego./ Así ocurre, y tu recuerdo me despierta el instinto,/puesto
que tu corazón fue mío, padre."
Dentro
de su obra poética destaca un poema largo y casi infinito como el
mar. En "La caracola" hace un recorrido por el pasado, cruza por
el presente y se pregunta por el futuro. El mar es el origen y fin de la
vida, es silencio y es voz, es olvido y recuerdo, es duda y certeza; lo
curioso es que al leer el poema podemos escuchar la voz pausada y sensible
del poeta en una alegoría del Ser que se pregunta y se responde
como si estuviera dentro de un caracol dando vueltas en círculo,
formando la concha marcada por grandes hendiduras temporales: "Deseo: Lucha
interior, guerra./ Rutas del pensamiento donde transcurren/ silencios/
seres trashumantes de origen incierto:/ Ellos acogen un sueño que
cabalga de prisa/ sobre los escombros de nuestra era;/ niños muertos
antes de nacer/ madres muertas que nunca nacieron."
Y el poema sigue haciendo surcos, cuestiona
todo lo que encuentra a su paso como si fuera un mar embravecido, de pronto
se calma y aconseja a los seres humanos, a las piedras y a los ríos.
De esta forma el libro Barítono
de luz vive habitado de voces, de ecos, de recuerdos rescatados en
una tarde de lluvia, en una madrugada fría, en un cuarto de vecindad,
en el deseo nunca satisfecho, en la melancolía de saberse perdido
y de sentirse un poco loco para poder seguir escribiendo en la madrugada,
sacando el eco que se repite una y otra vez en el corazón
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Historias
húmedas
Marduck
Obrador Cuesta
Irving
Ramírez,
Boleto
a todos los destinos. Mi único sueño voluntario,
Universidad
Autónoma del Estado
de
México,
México,
2001. |
|
Hay ciudades que viven con la niebla anclada
a sus calles; la humedad deshace los cuerpos junto con los pasos de quien
la recorre; los recuerdos van y vienen entre el olor a naftalina y a leña
quemada; el frío se abraza a los cerros y a las piedras llenas de
moho; el duermevela aligera el peso húmedo de nuestros hombros y
la saliva gruesa en nuestras bocas devuelve la realidad de los amaneceres
impostergables.
"Latveria", la ciudad, respira en los árboles,
en cada barda, en cada ventana de sus casas que encierran historias. La
ciudad es el mudo testigo cotidiano que transforma los destinos de sus
habitantes, agobia con sus voces y mortifica con su encierro.
Irving Ramírez logra este ambiente
en su novela, nos sumerge en caída libre, apenas dejándonos
respirar. A través del pasado y los recuerdos confundidos con los
sueños, el autor nos lleva a descubrir una historia de amor agotada
desde el principio. Los desencuentros son el pasto, la melancolía
repite la figura de la bienamada hasta volverla un motivo de locura; los
vientres hinchados de los padres celosos se encargan de proteger, obstinadamente,
la virginidad de sus hijas; los hermanos enamorados son un impedimento,
y el miedo que produce indecisión basta para acabar lo inacabado.
Ubicada a finales de los años setenta,
cuando el Infonavit construía las colmenas de hacinamiento humano
y el petróleo y sus plataformas de extracción en el Golfo
de México representaban el sueño de una lana rápida
para los jóvenes, se instauraba la anarquía como el alimento
ideal, las huelgas retomaban las calles y la moda Travolta pegaba
fuerte. Años en que el cine estigmatizó toda una época
a través de películas como Fiebre de sábado por
la noche y también con la llegada de la televisión a
los hogares de millones de mexicanos, para jamás irse.
Irving Ramírez plasma con un lenguaje
sencillo el sentimiento de vacío de los personajes en su novela.
Todos se conducen a través de la voz de los recuerdos de alguien
más, a veces sabemos lo que piensan, pero lo importante es resaltar
la memoria confundida de los sueños, ésa que muchas veces
no reconocemos como nuestra, pero que altera el destino de cada cual.
Mientras avanzamos en su lectura, los fantasmas
de los personajes se nos revelan y nos hacen ver el lado más oscuro
de sus reflexiones. A veces son asesinos en potencia, cuya sed de venganza
los ciega, y otras se vuelven escapistas de lo inminente.
Fuensanta es el nombre de quien teje la
paciencia, no es a un héroe a quien espera, sino por el contrario
a un hombre indeciso, que al final es el vehículo para romper con
las prohibiciones que acotan su panorama como mujer, dentro de una sociedad
caduca, llena de tabúes y que se ahoga en sus propias reglas. La
nostalgia está presente y reconoce en el futuro la arena que erosiona
todo en las relaciones humanas.
Irving Ramírez ha sido ganador del
premio a primera novela Juan Rulfo, en 1997 por Yo le canto al cuerpo
gélido (Joaquín Mortiz, 2000) y Mi único sueño
voluntario obtuvo el premio de narrativa Ignacio Manuel Altamirano
en 2000
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Entre
dios y José Alfredo
Natalia
Núñez
|
Luis
Humberto Crosthwaite,
Idos
de la mente,
Planeta
(Joaquín Mortiz),
México,
2001. |
Ramón y Cornelio se aventuran en
el mundo de la música norteña y deciden formar un dúo,
acordeón y bajo sexto, Los Relámpagos de Agosto. Se tienen
fe y salen a recorrer las calles de Tijuana en busca de un oído
dispuesto, de un corazón herido o de un torrente sanguíneo
lo suficientemente alcoholizado como para pagarles una canción.
Idos de la mente es un relato en
el que el destino se apropia del héroe popular. Ramón y Cornelio
confían en sí mismos, pero un día, por aquello de
los designios, una de las múltiples voces de Dios hace eco en Cornelio,
que contesta entablando el diálogo entre el creador y el mundo.
El don divino cae sobre el profeta y rapsoda, y un seguidor, desde el cielo,
baña con su luz de fama y fortuna a Los Relámpagos de Agosto.
José Alfredo Jiménez "también
hablaba con Él", se repite Cornelio en ostinato; alter
ego, ídolo de México, José Alfredo es homenajeado
en esta historia de manera curiosa, entre la dualidad de la figura pública
y la grandeza de lo cotidiano. A manera de disección del alma y
de cortes en el espíritu creativo, la muerte coquetea con él
como con Cornelio. Son los elegidos que a través del sueño
revelador cruzan la puerta de la creación. Un análisis profundo
y una exploración del sentir del compositor: un segundo en que el
cielo se abre, un halo luminoso de extraña hermosura y profundidad
que revierte la tristeza y los bocados amargos de la vida, cuando se transforman
en una canción con espíritu propio. La obra recién
nacida sale al mundo y se vale por sí misma, cruza las calles de
la ciudad y se adentra en el corazón de la gente. El compositor
se siente vacío otra vez y recomienza la búsqueda obsesiva,
como José Alfredo, que apunta frases en pequeños cuadros
de papel, las que encuentra "tiradas en la banqueta, en el asiento de un
camión, en una mesa de billar [...] Las guarda en una caja bajo
la cama [...] Cuando el momento llega, agrupa las frases, las reacomoda
y después de varias horas surge una canción. Perfecta, una
unidad indivisible, que sólo necesita una guitarra o un mariachi."
Luis Humberto Crosthwaite narra las aventuras,
los amores y desamores de Ramón y Cornelio; de Dios, que encuentra
en la composición y la inspiración fogosa y arrebatada del
artista, la forma de mitigar su inexorable soledad.
Idos
de la mente es un libro sumamente divertido, fácil de leer,
rítmico, acompasado y parrandero, escrito en un formato donde los
géneros se entretejen acertadamente y que podría llamarse
novela, reportaje o cancionero, ya que el lenguaje despechado y directo
del corrido deviene de capítulo en capítulo, ya sea en forma
de entrevista, de relato o de carta, según el tinte de la emoción,
el color del cariño, la musicalidad del momento. Es como una película
a la que Luis Humberto Crosthwaite le hubiera puesto música y en
la que hace participar al lenguaje musical y las imágenes de la
variada coloratura fronteriza. El ritmo interno de esta novela lo trazan
la amistad y los sentimientos profundos, tan escondidos que a veces las
palabras representan una realidad velada en las voces de los personajes,
que no aciertan a decirse a sí mismos lo que sienten. Situaciones
que se producen en el devenir de un contexto de múltiples voces,
en el que Tijuana se despega con vida propia, crece desde el imaginario
de Crosthwaite y se representa a sí misma, la frontera del siglo
xxi, y México siempre, siempre México y "volver, volver,
volver".
Luis Humberto Crosthwaite nació
en Tijuana en 1962. Ha publicado Estrella de la calle Sexta (2000),
La luna siempre será un amor difícil (1994), El gran
pretender (1992), Mujeres en traje de baño caminan solitarias
por las calles de su llanto (1991), Marcela y el rey al fin juntos
(1988), entre otros libros.
Este escritor y editor es un destacado
representante del rico mundo cultural que se gesta en la frontera norte
de México. En 1993 recibió el premio nacional de cuento del
Centro Toluqueño de Escritores por No quiero escribir no quiero;
en 1992, por Lo que estará en mi corazón, obtuvo el
Premio de Testimonio Chihuahua |
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Testigo
de los rituales
Eduardo
Hurtado
|
Silvia
Pratt,
Crujir
de la hojarasca,
Praxis,
México,
2001.
. |
Fiel a su prosapia romántica, Silvia
Pratt escoge el silencio de la naturaleza como trasfondo de los poemas
que componen Crujir de la hojarasca. Desde el título mismo
y también mediante los fragmentos de Novalis y Nerval tomados como
epígrafes, la autora deja ver que ese trasfondo silencioso cubre
un papel capital en esta obra: el de aproximarse a ese momento inicial,
anterior al lenguaje, en que los hombres reconocían el pulso de
lo sagrado en esa especie de quietud precursora que permea el mundo natural.
Se trata, pues, del silencio como inmediación, compendiado en la
imagen de las hojas caídas.
En efecto, antes de que la hojarasca resuene,
sacudida por el aire o bajo la carga de unas pisadas, el silencio es el
aire en que respira. Ese intersticio sigiloso es el verdadero leit motiv
de esta poesía. Aquí, la naturaleza es el pre/texto que anticipa
el surgimiento de una voz empeñada en explorar los meandros de la
melancolía, otro tema central en estas páginas. En ellas,
la comparecencia frecuente de la añoranza y la zozobra, dos sentimientos
que se anudan en el ánimo melancólico, es una nueva señal
de la genuina raigambre idealista de una poética que, como la de
Silvia Pratt, jamás se distancia de sus referentes míticos.
Para la autora, la escritura y la experiencia religiosa (en el sentido,
claro está, de religar estrechamente lo terrenal y lo sagrado) son
una misma cosa: un modo de ver la realidad y el mundo y de estar
en ellos. Ambas, escritura y religiosidad, responden aquí a una
misma urgencia y aparecen regidas por un movimiento que oscila entre el
silencio y la voz, el arraigo y la orfandad.
A lo largo de las setenta páginas
que forman este delgado pero sustancioso volumen, Pratt se da tiempo para
replantear las numerosas paradojas que se desprenden de un hecho esencial
a toda poesía: el de acudir a la palabra en busca del silencio.
El silencio que antecede al poema, nos deja ver la autora, no es el mismo
que el silencio en el que desemboca. La diferencia, sin embargo, es sutil.
Aquél es una suerte de espacio vacío,
sin forma, una nada. El otro también es una nada (un "escenario
hueco", según lo define la misma Silvia), pero una nada de la que
se desprenden voces inaudibles o, si se prefiere, inauditas. El silencio
previo, detonador del poema, puede verse como un escenario vacío
donde la palabra lucha por nombrar al mundo. El silencio ulterior, aquel
que despunta al final del texto, es un espacio sembrado de signos; antes
que respuestas, estos signos son aproximaciones a todo aquello que las
palabras no pueden, por sí solas, decir.
Con un simple crepitar, la hojarasca del
título deja de ser un conjunto de hojas excesivas e inútiles
para sugerir en un solo movimiento el ciclo entero de sus metamorfosis:
los días de la nutricia clorofila, los de la plaga bermellón
y los del agostamiento ineludible. Luego de recorrer los poemas del libro,
el lector encuentra que esta hojarasca emblemática acarrea también
una metáfora de la poesía misma, la cual se nos revela aquí
como una suerte de mensaje cuyo destino es permanecer ignorado hasta que
alguien consulta otras hojas (las del libro) y suscita la aparición
de esa otra voz que, por obra del azar y de la gracia, resonará
como la afirmación de sus intuiciones más hondas. Y la palabra
hojarasca, ¿no nos remite asimismo, en otra de sus acepciones, a
un montón de vocablos que no tienen ni pretenden tener ningún
sentido? "Los poetas abusan se dice de la hojarasca verbal." Silvia Pratt
es muy consciente de estas secretas correspondencias:
Las hojas de mis libros no son lápidas...,
Afirma
en un verso memorable. Toda poesía adquiere sentido a partir del
lenguaje que la anima y de la conciencia que el poeta tenga de ese lenguaje.
Silvia Pratt ha sembrado el suyo de alusiones al mito, entendido en su
significación más inmediata: la manifestación de una
necesidad primitiva. En Silvia, esta manifestación aflora como un
intento de restañar una profunda carencia religiosa y moral, es
decir, como una manera de otorgarle un sentido a un mundo que no lo tiene.
Desde ese punto de vista, ¿no son una misma la necesidad del mito
y la necesidad de la poesía? El universo mítico en esta obra
no recibe jamás un tratamiento alegórico: aparece como el
medio para desvelar un sentido y no como una falsa solución arrastrada
por la fuerza desde un reputado canon literario. Como las vigas de una
casa, los mitos no cubren aquí una función decorativa: son
elementos constitutivos cuya real finalidad es apuntalar un espacio habitable.
Es por eso, sin duda, que el lector puede recorrer sin mayor extrañeza
la vasta nómina de nociones y personajes mitológicos que
habitan esta poesía: musas, parnasos, liras, sirenas, salmos, cánticos,
olimpos, furias, oráculos, vaticinios, ulises, penélopes,
prometeos, alfas, omegas, pandoras y una extensa relación de animales
y plantas que reclaman una lectura mágico-simbólica.
El universo es para Silvia Pratt un campo
de continuas mutaciones; en sus poemas la materia quiere tornarse espíritu
y es por ese impulso que se reivindica, o mejor aún, se naturaliza
el uso reiterado de un imaginario simbólico. Gracias a la utilización
de estas imágenes el mito deja de aparecer como añoranza
y se transforma en una herramienta capaz de darle forma a lo que Nietzsche
llamó "el hogar mítico, la cuna mítica". El mismo
Nietzsche asegura que nuestra codicia de mitos es aspiración de
comunidad. La persona sin mitos es persona sin ciudad. Silvia pertenece
a esa clase de seres incapaces de abrazar los mitos compartidos por la
inmensa mayoría de sus contemporáneos. No es fácil
imaginarla, por ejemplo, metida en un estadio coreando las hazañas
de algún héroe deportivo, o entusiasmada hasta la devoción
con la última película de Brad Pitt (aunque de esto último
no estoy tan seguro). La comunidad mítica de Silvia se instala en
el terreno poético. Es la comunidad posible de la palabra, una utopía
que no cesa de apelar a la memoria inaugural de la tribu:
El ave emprende
un vuelo de ermitaño.
En despliegue de alas
la simiente más
recóndita despierta.
Teme a las dentelladas
del invierno,
al zarpazo de la noche.
El pájaro quebranta
el aire,
anhela fundirse con la
luz.
Brecha de los siglos,
Viento impostergable.
Este comulgar con la memoria de la especie
trasciende, qué duda cabe, los convivios más o menos contingentes
alrededor de los mitos compartidos hoy en día por nuestras sociedades.
Dispuesta a encontrar sus propias imágenes entre las más
remotas antigüedades sin que su nombre desaparezca del libro de los
vivos, Silvia Pratt se opone a vivir en la periferia de la experiencia
de lo sagrado. Y no se trata, en su caso, de esa impostura misticoide que
uno percibe muy bien al acercarse a los engendros pospachecos de ciertos
poetas. Se trata de algo mucho más esencial y al mismo tiempo más
sencillo: del intento de vincular a la poesía, esto es, a la vida,
con el entendimiento de que las cosas están siempre más allá
de su apariencia inmediata, o, para decirlo en palabras de Juarroz, con
la comprensión de que "cualquier cosa es lo que es, pero es también
lo que no es, su sombra, su posibilidad, su proyecto". La reescritura de
ciertos mitos que intenta Silvia Pratt busca devolverle esta punta de misterio
a nuestra existencia, tan ajena al vértigo de las cosas, de los
seres, del mundo y sus criaturas.
Dice María Zambrano que el poeta
no vive propiamente en la angustia sino en la melancolía. Y esto
es así, señala, porque la poesía quiere la libertad
para volver atrás, para reintegrarse al sueño primero de
donde emergió. Es bajo esta mirada que debe entenderse la melancólica
rebusca en los territorios del mito que anima la poesía de Silvia
Pratt:
En la salamandra
habita el fuego,
pervive en lo sagrado,
transfigura el rostro
de alguien que
nos ama,
testigo de los rituales
asoma en las
antorchas...
FICHERO
LOS
LIBROS QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCIÓN
biografía
Se busca un alma. Retrato biográfico
de Francisco Toledo, Angélica
Abelleyra, Plaza y Janés, Barcelona, España, 2001, 291 pp.
economía
El amero. Una moneda común
para América del Norte,Herbert
G. Grubel, adaptación para México y actualización
de Manuel Suárez Mier, Ediciones Cal y Arena, México, 2001,
186 pp.
ensayo
El secreto del verso. Manual para
la enseñanza-aprendizaje en los talleres de apreciación poética,
Óscar Wong, Editorial Linajes, México, 2001, 141 pp.
ensayo (político)
La decisión. Un estudio sobre
Ernst Jünger, Carl Schmitt y Martin Heidegger,
Christian Graf von Krochow, traducción y estudio premilinar de Agapito
Maestre Sánchez y Javier Campos Daroca, Col. Teoría política
4, Centro de Estudios de Política Comparada, AC,
México, 2001, 263 pp.
La incierta libertad. Totalitarismo
y democracia en Claude Lefort,Esteban
Molina, Col. Teoría Política 5, Centro de Estudios
de Política Comparada, AC, México, 2001,
372 pp.
PRI: de la
hegemonía a la oposición,José
Antonio Crespo, Col. Estudios Comparados 7, Centro de Estudios de Política
Comparada, AC, México, 2001, 229 pp.
ensayo (sociológico)
La tentación de la eutanasia,
Marie de Hennezel, traducción de Adriana Margarita Peña Olguín,
Col. Ciencias sociales, Editorial Nueva Imagen, México, 2001, 285
pp.
entrevista
Fotos de raíces. Memorias
y escritura, Hèléne
Cixous y Mireille Calle-Gruber, traducción de Silvana Rabinovich,
Col. La huella del otro, Editorial Taurus, México, 270 pp.
historia
Memoria. XIII
Encuentro Nacional de Investigadores del Pensamiento Novohispano, compilación
y cuidado de la edición Enrique Luján Salazar, Universidad
Autónoma de Aguascalientes/Instituto Cultural de Aguascalientes,
México,
2001, 551 pp.
narrativa
Borges y el Che y otras historias
hechizas, Leo Mendoza, Biblioteca
de cuento Anís del Mono, Ficticia, México, 2001, 118 pp.
Ciudadanos de ficticia,
Autores de México, Argentina, Colombia y España, Biblioteca
de cuento Anís del Mono, Ficticia, México, 2001, 127 pp.
El teatro de carpo y otros documentos
extraviados, Flavio González
Mello, Biblioteca de cuento Anís del Mono, Editorial Ficticia, México,
2001, 118 pp.
Extravíos y maravillas,
Arturo Azuela, Col. Minimalia, Ediciones del Ermitaño/Seminario
de Cultura Mexicana, México, 2001, 237 pp.
Historia de la princesa Jaiven
reina de México. Novela
de la Ilustración francesa, traducción e introducción
de Alicia Bazarte Martínez, Col. Las cascadas prodigiosas 54, Verdehalago,
México, 2001, 125 pp.
Hunapuh. La epopeya de un príncipe
maya contra los conquistadores españoles, Roberto Cuevas,
Editorial Planeta, México, 2001, 252 pp.
La danza del amor. Una hermosa
historia de danza, amor y amistad,
Eva Ibbotson, traducción de Carlos del Valle, Col. Mitos originales,
Editorial Grijalbo Mondadori, Barcelona, España, 306 pp.
María Elena y las aguamalas,
José Antonio Ruiz Moreno, Col. Caracol, Ediciones Mixcóatl,
México, 2001, 43 pp.
Noche tibia, (libro y cd),
Federico Reyes Heroles, Col. Voz viva de México, voz del autor,
unam, México, 2001, 71 pp.
Ver suceder,
(libro y cd), Daniel Sada, Col. Voz viva de México, voz del autor,
unam, México, 2001, 71 pp.
Sandra. Secreto amor,
Reyna Barrera, Plaza y Valdés Editores, México, 2001,
181 pp.
teatro
El galán de ultramar/ La
amante Fermento y sueño/ Tres perros y un gato,
Luisa Josefina Hernández, Col. Ficción, Universidad Veracruzana,
México, 2000, 224 pp.
El mundo al revés y la
sonrisa romántica: un viaje por la comedia de Ludwig Tieck,
Víctor Grovas, Col. Seminarios, Facultad de Filosofía y Letras/
Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2001,
205 pp.
La huida,
Gao Xingjian, introducción de Sergio Pitol, Col. Teatro, Ediciones
El Milagro, México, 2001, 208 pp.
revista
Arqueología Mexicana,
núm.
52, noviembre-diciembre de 2001, vol. IX, textos de
Joaquín García-Bárcena, María de la Luz Gutiérrez
Martínez, Lorena Mirambell S., entre otros, Editorial Raíces/Instituto
Nacional de Antropología e Historia, México, 94 pp.
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