025n1mun ¤ Algunos cohetes y fuegos artificiales para salir un poco del "estado de shock" ¿Cómo llegó Argentina a esto? fue la frase más escuchada en el último día de 2001 ¤ Peligro de anarquía si los políticos no asumen su responsabilidad, dice la cúpula católica STELLA CALLONI CORRESPONSAL Buenos Aires, 1º de enero. Hubo algunos cohetes y fuegos artificiales, pero los argentinos tenían pocos ánimos para festejar el último día del año en un país sin gobierno, tras la nueva crisis que llevó a la renuncia de otro presidente, Adolfo Rodríguez Saá, quien duró lo que canta un gallo, y la dimisión del presidente provisional del Senado, Ramón Puerta, quien debía remplazarlo, al menos para impedir el vacío de poder, pero que esquivó otro interinato. Un asustado nuevo mandatario, el titular de la Cámara de Diputados, obligado por las circunstancias a tomar la brasa ardiendo que van dejando unos y otros, advertía: "no me hablen de medidas, que acabo de asumir de forma transitoria". La crisis y la feroz interna peronista acabaron con el gobierno de Rodríguez Saá, quien asumió luego que Fernando de la Rúa dimitiera el 21 de diciembre. En estado de shock, los argentinos vivieron en los últimos días del año el paso de la presidencia de De la Rúa a Rodríguez Saá, así como dos interinatos, el de Puerta y el del líder de Diputados, Eduardo Camaño. El lunes 31 muchos se agolparon una vez más frente a los bancos para intentar retirar el monto que permite el llamado corralito bancario -mientras el resto del dinero de cuentas de ahorro o de cobros de salarios permanece en el banco desde hace un mes- y en la noche sonaron nuevamente las cacerolas, pero esta vez de manera aislada. En la ciudad se observó una severa guardia policial alrededor de los edificios gubernamentales, en especial en la céntrica Plaza de Mayo, frente a la sede de gobierno, escenario de protestas y dura represión en los días recientes. Marcha en barrio porteño Lo que concentró la solidaridad en el último día de 2001 fue la marcha con antorchas de los vecinos del barrio porteño de Floresta para pedir justicia, acompañados de miles de personas llegadas de otros barrios después de que un ex policía asesinó a balazos a tres jóvenes el pasado 29 de diciembre, porque escuchó que se manifestaban en favor de las protestas populares en las calles. Pero si hay algo que reflejó la situación de la sociedad en estos tiempos, fue un asalto sucedido en Comodoro Rivadavia, ciudad del extremo sur del país, cuando tres personas tomaron rehenes y se apoderaron durante horas de la sede de una distribuidora de alimentos, desde la cual se dedicaron a arrojar comida y luego billetes por las ventanas para cientos y cientos de pobladores que llegaron al lugar convocados por la curiosidad. Los pobladores, muchos de ellos desocupados, o que no cobran su salario desde hace tiempo, vivieron por minutos una extraña fiesta que terminó con la muerte de dos de los asaltantes, convertidos en modernos y trágicos Robin Hood. A la policía le costó mucho trabajo superar los vallados "solidarios" que armaron muchos de los habitantes, que aplaudieron a los delincuentes. Así, bailando en la cubierta del Titanic y mientras los políticos cabildean, la anarquía reinante hace posible que ya nadie pueda informar quién ordena una represión brutal, o que la magnífica protesta popular de las puebladas y los cacerolazos, que ya ha tumbado a dos gobiernos en menos de diez días, pueda salir de ese marco de espontaneidad que le da fuerza, pero que también va debilitándola día a día. Este movimiento sin líderes y con capacidad de autoconvocarse no tiene adónde derivar las propuestas, aunque son ahora recogidas por los impopulares miembros de la clase política: "Que se vaya la Corte Suprema, que se acabe la impunidad, que se castigue a los responsables de esta crisis, que ya no habrá carta blanca para nadie, que todos los políticos deberán cumplir el programa de gobierno o serán aislados por la población". En tanto, la resistencia a la "mano dura" de la policía es otro elemento nuevo que al parecer llegó para quedarse. Quedó el saldo de una semana trágica con más de 30 muertos, cientos de heridos y de detenidos, muchos sólo por exigir comida y cárcel para los ex funcionarios que se han llevado carretadas de dinero fuera del país. En este contexto la directiva católica argentina, por medio del titular de la Conferencia Episcolpal, Estanislao Karlic, advirtió sobre "el peligro de anarquía" si los políticos no asumen su responsabilidad. Sin embargo, los políticos siguen jugando con fuego pero pueden salir quemados, como los muñecos que ardieron en las calles. Esa fue otra cara de este fin de año: en diversos barrios alrededor de esta capital los vecinos se juntaron para armar muñecos de cartón y rellenarlos con cohetes, para luego hacerlos estallar, a la manera de los judas mexicanos. El muñeco que se llevó las palmas en esta expresión de bronca popular fue el que representaba a Domingo Cavallo, el ex ministro de Economía, el padre de la convertibilidad y el corralito. En la localidad bonaersense de Quilmes un artesano creó en un laborioso trabajo de más de un mes, con esta técnica artesanal de cartonería, una réplica del Titanic cortado a la mitad, simulando su hundimiento. Repartidas en la cubierta, las cabezas de por lo menos 12 políticos, personajes y sindicalistas, que terminaron volando con el barco. Otros de los preferidos fueron también De la Rúa y Carlos Menem, aunque no faltó el muñeco de Osama Bin Laden. Y aunque costó mucho lograr las monedas suficientes para la cohetería casera, que fue casi el único festejo en algunos barrios, "preferimos esta forma creativa para mostrar la bronca a destruir edificios que son nuestros. No podemos escupirnos en la cara nosotros mismos", dijeron los vecinos de Quilmes. Estos festejos dieron algo de alegría a los desesperanzados argentinos en el último día del año, en el cual los supermercados cerraron sus puertas antes de que cayera la noche, cuando todavía rondan los fantasmas de los saqueos. Pero en los barrios pobres poco importaba esto: nadie tenía acceso a los súper, por lo que siguió adelante el ya famoso club del trueque, donde esta corresponsal ya ha visto el intercambio de tres huevos por medio pan dulce. En otros hay mayor capacidad de trueque, pero en todo caso fue otra vez la salida solidaria de algunos para un festejo humilde. Y aunque todos querían olvidar por un rato la situación, la frase más escuchada en la última noche del año fue: "¿Cómo llegó Argentina a esto?". Y todos tienen a múltiples culpables en sus listas.
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