020a1eco Orlando Delgado 2002: un año complicado La recesión que ha venido ocurriendo en la economía estadunidense desde el primer trimestre de 2001 parece mostrar características novedosas: la caída de la producción ha sido menos pronunciada de lo que se esperaba, lo que se ha acompañado de reducciones en las tasas de interés que las han llevado a niveles negativos en términos reales. La información muestra que la producción descendió en el tercer trimestre de 2001 en -1.1 por ciento y se piensa que llegará a -2.2 en el cuarto, lo que en conjunto significará que en el año habrá una contracción de -0.5 por ciento. Uno de los impactos más importantes ha sido la pérdida de cerca de un millón de puestos de trabajo, lo que se ha expresado en el crecimiento de la tasa de desempleo que llegó a 5.7 por ciento, en contraste con el promedio de 4 por ciento en 2000. Estos resultados negativos han ocurrido pese a la congruencia de la política anticíclica aplicada por la Reserva Federal que redujo la tasa interbancaria de 6.5 a 1.75 por ciento, el menor nivel en 40 años y también menor a la inflación que se ubica en 1.9 anual. Adicionalmente, se devolvieron impuestos y se recortaron algunos otros, sin que se corrigiera el ciclo recesivo. Sin embargo, una buena parte de los analistas sostiene que en el primer trimestre de este año en que se estima una reducción de 1.6 por ciento, se habrá tocado fondo, lo que indicaría que el piso recesivo se alcanzó en noviembre-diciembre. A partir del segundo trimestre arrancaría una ligera recuperación que permitiría que el resultado anual sea moderadamente positivo. Lo novedoso de esta recesión radicaría en que está siendo ciertamente moderada, con indicadores financieros que no se han alterado drásticamente, sin riesgos de que la inflación repunte y dominada por expectativas desfavorables, tanto de los consumidores como de los empresarios, que venían desde finales de 2000 y se agudizaron con los sucesos del 11 de septiembre. Esto ha hecho pensar que es factible una rápida terminación de la fase recesiva, para iniciar una expansión que sería muy lenta y limitaría los impactos benéficos de la recuperación estadunidense sobre el resto de la economía mundial. Un elemento importante para sostener que la recesión de Estados Unidos será breve, es la capacidad instalada. El largo periodo expansivo de los noventa, basado en un crecimiento importante de la productividad, implicó un marcado dinamismo de la inversión que amplió la capacidad productiva. Con la disminución de la producción, el uso de la capacidad instalada está en 75 por ciento. El margen de 25 por ciento ocioso pudiera permitir una rápida recuperación. Al mismo tiempo, el hecho de existir la cuarta parte de la capacidad de producción sin utilizar se convierte en una limitación, ya que no se recuperará la inversión. El consumo se convierte, en consecuencia, en el factor que tendría que dinamizar la economía. Para ello, un dato relevante es lo que los consumidores esperan, las expectativas de mejoría o empeoramiento de su situación se traducen en el conocido índice de confianza. En diciembre el índice mejoró, luego de cinco meses de caídas consecutivas, haciéndolo con cierta fuerza ya que pasó de 82.2 en noviembre a 93.7 el mes pasado. El desempeño de la economía estadunidense será decisivo para la mexicana. Ciertamente, nuestra recesión tiene su principal explicación en la caída de la producción industrial en Estados Unidos, lo que aunado a una política monetaria que ha mantenido el sesgo restrictivo ha llevado a que nuestros números sean peores que los de los vecinos. Por eso, el resultado anual será una caída de alrededor de uno por ciento. Para 2002, en el primer trimestre no cambiarán las cosas; en Estados Unidos habrá una nueva caída, aunque menor que la del trimestre anterior, lo que significará que nuestra economía se contraería alrededor de -2 por ciento, consistente con el -1.6 de aquel país. En el segundo trimestre empezará a recuperarse lentamente la industria estadunidense, lo que impactará las ventas provenientes de México hasta el tercer trimestre, de modo que será entonces cuando comience una muy moderada recuperación. El gobierno federal estimó inicialmente un crecimiento de 1.7 que luego redujo a 1.3, aunque el Presidente ha señalado, con la imprudencia e imprecisión que le caracteriza, que llegaremos a 2 por ciento. La meta ajustada resulta muy optimista. Lo probable es que el año transcurra en condiciones de estancamiento que seguirán provocando despidos. Por ello, de nuevo se hace necesario un programa económico que se proponga defender el nivel de vida de la población más necesitada. Los acontecimientos argentinos son una llamada de atención que no debiera pasar desapercibida.
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