¤ La ceremonia en la Casa Rosada fue breve y sin discursos

Eduardo Duhalde tomó posesión de su cargo de presidente de Argentina

¤ El malestar social continúa y sigue el feriado cambiario para intentar detener la fuga de divisas

¤ El mandatario peronista anunciará mañana su plan económico; hoy dará a conocer su gabinete

STELLA CALLONI CORRESPONSAL

Buenos Aires, 2 de enero. Eduardo Du-halde, el quinto presidente de Ar-gentina en dos semanas, tomó esta mañana posesión de su cargo en la Casa Rosada, en una ceremonia breve y sin discursos que contrastó con el estruendo de la asunción el 24 de diciembre del también pe-ronista Adolfo Rodríguez Saá, cu-yo paso por la primera magistratura fue de apenas siete días.

Sin embargo, analistas locales reconocen que Rodríguez Saá dio un paso importante al "blanquear" la situación argentina y disponer la suspensión del pago de la deuda externa, que según se reveló hoy se ubicaba al 30 de septiembre en poco más de 141 mil millones de dólares, un aumento de 11 mil millones de dólares en los primeros nueve meses del 2001.

De todos modos la atención no estaba dirigida hoy al acto en la sede del gobierno, en el cual no hubo cánticos peronistas, aunque fue saludado por seguidores de Duhalde en la histórica Plaza de Mayo, ubicada frente a la Rosada.

Todos estaban pendientes del apoyo que iba recibiendo Duhalde a lo largo del día para su anunciado plan de acabar con la convertibilidad de un peso circulante respaldado por un dólar en reservas, que fue vendida a los argentinos como una panacea contra la hiperinflación y se convirtió en una pesadilla que ha sumido al país en la recesión desde hace cuatro años.

Pero la devaluación, pedida por sectores exportadores, es tan temida porque si se produce de manera caótica puede terminar en la quiebra de empresas y personas que se endeudaron en dólares en la década pasada, y en la hiperinflación.

Por éste y otros desafíos los rostros en la Casa Rosada eran tensos, ya que Duhalde sabe muy bien el terreno que pisa, después de escuchar anoche, cuando fue designado, los cacerolazos dispersos en distintos barrios, algunos para ad-vertir que nadie ha bajado la guardia y otros por la también tradicional oposición antiperonista.

Insperada revancha

El cacerolazo masivo que llevó a la renuncia del gabinete de Rodríguez Saá y del propio presidente -empujado por sus propios compañeros del dividido Partido Justicialista (PJ)- también significó la resurrección de la Unión Cívica Radical (UCR), que había bajado el perfil ante la salida de una figura tan importante de su partido como Fernando de la Rúa, obligado a dimitir el 20 de diciembre por un levantamiento civil.

Los cacerolazos del día 29 fueron una inesperada revancha: la bronca popular no es sólo con no-sotros, dijeron los radicales.

De todos modos en estos días es difícil hablar de la Alianza que se conformó en 1997 entre la UCR y el centroizquierdista Frente País Solidario, porque son escasos los hombres de este último diezmado movimiento que permanecen co-mo aliancistas.

El justicialismo (peronismo) en-tró triunfante el 24 de diciembre para remplazar a De la Rúa, pero ahora ya sabe que está en la misma mira y que las exigencias populares son cada vez mayores.

El malestar continúa mientras sigue el feriado cambiario, y con él el corralito instalado por De la Rúa, que mantiene en el encierro los ahorros de la clase media y baja, los salarios y depósitos y las indemnizaciones de despido, que también están depositadas.

Las posibilidades de Duhalde están atadas ahora a los acuerdos alcanzados al vapor en las últimas horas, en los cuales el ex presidente Raúl Alfonsín, ahora senador de la UCR, jugó un papel muy im-portante: no por casualidad fue el personaje más aplaudido esta ma-ñana en el acto de asunción.

Para el PJ llegó la hora de pensar en las cacerolas que aguardan tras las puertas de las casas. Pero también existe el peligro de que este ti-po de protesta se desvirtúe, y de hecho ya la han usado en estos días en convocatorias radiales algunos de los peores elementos del periodismo de ultraderecha que el neoperonista Carlos Menem y su gente dejaron en importantes redes de comunicación.

Por lo pronto Duhalde anunciará el plan económico el viernes y este jueves su gabinete. Ya adelantó algunos nombramientos, como el del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, para la cancillería, y el del también peronista Jorge Remes Lenicov, economista respetado aquí, para la cartera de Economía.

En el Ministerio de Producción e Industrias colocó a José Ignacio de Mendiguren, presidente de la Unión industrial Argentina, quien había enfrentado al ministro de Economía de Menem y de De la Rúa, Domingo Cavallo.

El nuevo presidente, hasta el pasado martes senador y ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, sabe que debe llegar al año 2003 no sólo en el marco de la feroz lucha interna de su partido, sino también en una sociedad en crisis donde todos se enfrentan, y en esto no están fuera ni los industriales ni los empresarios: Mendiguren, por ejemplo, encuentra ya muchas resistencias en su entorno.

Para la población el día clave será cuando se hagan los anuncios sobre el plan económico, que debe comenzar por dar algún respiro inmediato y descomprimir la si-tuación, cuando ya se ha admitido ante todos la realidad de una Argentina "quebrada".

Mientras, no cesan indignación y protestas, como se ve en las largas colas que todos se ven obligados a hacer para retirar el límite de efectivo que permite el corralito.

Varios analistas estiman que quizá el nuevo gobierno libere los salarios, para que sean entregados en su totalidad. Pero, por ejemplo, en cajas de ahorro no todas las cuentas superiores a 30 mil dólares son de una sola persona.

Hay quienes vendieron una propiedad para comprar otra y ahora no tienen cómo resolver el problema; están sin vivienda. Además, aún no se sabe si continúa funcionando el esquema de cheques certificados para hacer compras ma-yores. Todo es una incógnita.

¿Pero cuánto más puede soportar la población en ese limbo financiero, que a su vez conforma un círculo vicioso con la recesión? Muchos estiman que la mayor fuerza de Duhalde está en la cantidad de votos logrados en la Asamblea, pero es legítimo preguntarse de qué fuente surtirá la confianza y la capacidad de convocatoria que le harán falta para reconciliar a la política con el pueblo.

Pérdida de confianza

"Mirando hacia atrás, a pocos juicios sensatos podrá escaparse una evidencia: la política perdió la confianza de la ciudadanía por al-gunas de sus prácticas funcionales y también por los costos, sobre todo por la corrupción. Pero más que nada su aislamiento derivó de la incapacidad para ser el factor decisivo en la determinación de los asuntos públicos", advierte el analista José María Pasquini Durán.

Añade: "¿Quién podría negar que las preocupaciones económicas, aun las más elementales como trabajo y comida, dominan el áni-mo público? Que ahorristas, jubilados y asalariados estén indignados por la apropiación bancaria de sus fondos convirtió el tema en asunto de prioridad nacional, pero no sólo por su valor económico sino por una razón de justicia y por rechazo a la impunidad de los poderosos".

Si al corralito se le suma el tema de la fuga de dineros del país, esto enciende más la indignación. El año pasado salieron 26 mil millones de dólares.

"Esa cifra es idéntica a la que los primeros 87 tomadores de préstamos deben al sistema bancario. También es obvia la identidad de quienes tomaron esas deudas y los que fugaron esos recursos del país. Unos y otros comprenden a las ma-yores empresas nacionales y ex-tranjeras y, entre ellas, en un lugar de privilegio, a las que surgieron de las privatizaciones de la década pasada", escribe hoy el periodista Horacio Verbitsky, quien destaca que 99 por ciento de los que quedaron atrapados en el corralito con cuentas inferiores a 50 mil dólares suman 26 mil millones de dólares.

En esa "impresionante simetría", advierte que existen entonces los recursos "que permitirían liberar, en forma ordenada y sin afectar ningún derecho", los depósitos de 13 millones y medio de titulares, y cuya inmovilización desató la protesta popular que en pocos días terminó con dos presidentes.