Medicamentos antirretrovirales
Racionalizar su uso para ampliar cobertura
En una situación de recursos limitados, lo que procede, de acuerdo con el sentido común, es racionalizarlos para hacer un uso más eficiente de ellos. Sin embargo, y a pesar de los recursos limitados con que se cuenta para dotar de tratamientos a las personas afectadas por el VIH/sida, la racionalidad no ha sido la norma en su manejo. La fata de un uso óptimo de los recursos ha impedido que con el mismo presupuesto disponible se pueda ampliar la cobertura de la demanda de tratamientos contra el VIH/sida. Es decir, se pueda tratar a los más con lo menos.
El desarrollo de medicamentos que permiten controlar la replicación del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) al interior del organismo, ha logrado que esta infección, que hasta mediados de los años noventa se considerara mortal, se convierta en un padecimiento crónico.
La acción de todos estos medicamentos consiste en interferir en alguno de los pasos claves del ciclo de replicación del virus, lo que impide que éste se multiplique y por lo tanto no cause daños.
El uso de los medicamentos antirretrovirales reduce considerablemente las defunciones causadas por el sida. En Estados Unidos, por ejemplo, entre 1996 y 1997, fecha en que se generalizó su uso, las defunciones atribuidas a las infecciones por el VIH se redujeron en 42 por ciento, porcentaje que permanece hasta la fecha.
Actualmente, en la Ciudad de México mueren por VIH/sida más de dos personas al día, de hecho, en hombres jóvenes es el principal problema de salud que ocasiona fallecimientos.
El Programa de VIH/Sida del gobierno de la Ciudad de México cuenta con un Programa de acceso a medicamentos antirretrovirales, pero para lograr que tenga éxito se requiere, además de contar con servicios de salud con capacidad técnica adecuada, medicamentos menos costosos. Algunos países como Brasil, que están proporcionando los tratamientos a toda la población afectada por el VIH, están produciendo medicamentos a costos mucho más razonables, lo que ha permitido ampliar la oferta y cobertura de los mismos. Sin embargo, en países como el nuestro, donde el acceso a los servicios de salud para la población no asegurada es muy limitado y que además están sujetos a las imposiciones de precios de las grandes compañías farmacéuticas, el panorama es más complejo.
Los precios del sector salud para los catorce medicamentos antirretrovirales más comunes indica que el costo de la dosis mensual va de 330 hasta 7,500 pesos. Los esquemas de tratamiento incluyen combinaciones de tres a cinco diferentes medicamentos. Un análisis de los sesenta esquemas más utilizados muestra una diferencia de hasta ocho veces en los costos: desde aproximadamente 2 mil hasta 16 mil pesos mensuales.
Los esquemas que incluyen medicamentos producidos por la compañía Merck Sharp se encuentran por debajo del costo promedio, lo que comprueba la importancia que ha tenido la rebaja de 80 por ciento aplicada por esta compañía a los precios de dos importantes antirretrovirales. Actualmente existen esquemas completos, que incluyen inhibidores de transcriptasa reversa e inhibidores de proteasa de alta efectividad a costos mucho menores.
Al analizar el costo de los esquemas promedio utilizados por distintos clínicos especializados de nuestra ciudad, encontramos que hay médicos que recomiendan tratamientos para una persona, cuyo costo permitiría adquirir medicamentos para varias personas de acuerdo al criterio de otros médicos.
En un sistema público de salud, este tema debe discutirse. ¿Si disponemos de un presupuesto limitado que debemos hacer? ¿Tratar sin ninguna restricción a menos de la cuarta parte de lo que podríamos si establecemos consideraciones de costo? Esto nos llevaría a no comprar los medicamentos más caros y definir esquemas de tratamiento con aquellos de mayor accesibilidad.
¿Podrían estas consideraciones llevar a las compañías farmacéuticas que aún no lo han hecho a considerar reducir sus precios ante la seguridad de una mayor venta?
Independientemente de los derechos de patentes ostentados por las compañías farmacéuticas deberíamos preguntarnos si no hay ninguna consideración de ética social en la política de las mismas.