LETRA S
Enero 3 de 2002

Crónica Sero

Joaquín Hurtado

Vamos a sentarnos un momento frente al terregal barrido por el viento norte. Vamos a imaginar que en Cd. Juárez, debajo del cierzo que cristaliza la sangre, el polvo y el tiempo se han detenido. Vamos a soñar que ninguna de estas chamacas han sido asesinadas. Creamos por un instante que sus huesos no son alimento de los pájaros del monte. Vamos a tratar de desamarrar ese nudo que se atora en tu garganta.

Extendamos las manos para que en ellas se reúna la luz y ahuyente a las sombras criminales. Detengamos los rezos para que no perturben las indagaciones, o lo que la autoridad dice que son sus investigaciones. Sus incapaces pesquisas. No murmuremos. No lloremos, no gritemos. No distraigamos a los altos mandos judiciales, ni a los gobernadores, gabinetazos o presidentes. No respiremos. No salgamos a la calle. No tomemos un solo bus. No seamos más mujeres desmañanadas. Abandonemos todo proyecto de seguir en la maquila y sacar apenas para un mendrugo. No seamos presa del pánico. No nos alteremos.

No cifremos nuestro temblor en que los serial killers manejan ese automóvil con placas de Arizona. O sin placas. O sin chofer. O sin luces ni límites. No pensemos. No temamos del extraño que te mira vorazmente por el retrovisor del colectivo. No, señorita, no tiene él la culpa sino usted que sale a la calle con esas piernas y ese modo de vestir.

No contemos más muertas en los baldíos y basurales de la frontera. 250, 500, diez mil, nunca serán suficientes para saciar las estadísticas de un funcionario que apenas pestañea cuando lo acosan las viejas de la sociedad civil. No se indigne. No tiene caso. No traslade esta masacre a las cifras de las violaciones cotidianas a la fiel esposa del machín infiel. Menos las compare con las estadísticas del sida que aumentan entre mujeres de rancherías y colonias.

No exagere. Tranquilícese y agradezca que aún tiene la suerte de ver, oír, leer la noticia de la otra que encontraron. De la familia que apenas tiene voz para describir la tranquila vida de María, Susana, Lupe, Cristina, 13 a 18 años. No exija justicia ni se alebreste con las declaraciones alrevesadas de la Primera Dama, la última mujer en compadecerse porque ella es sólo la Señora. Y su majestad sólo se ocupa de los teletones que resuelven tus problemas de a montones.

No se inquiete. La autoridad en todos sus niveles está haciendo su ingente, incansable y eficaz labor. Es más, hasta el FBI, y acaso los satélites de la guerra afgana ya anden sobre los chacales. Entienda: el Cambio ya llegó y todo ese clamor por las muertas de Juárez no es más que un ardid político del gobierno de prietos y tepocatos para deslucir los fastos del charol.

Cierre los ojos. No tiembles. La negra tolvanera del desierto más extremo de la patria no va a desollar tu cuerpo, muchacha. Eres nada en medio de la nada. Y sólo eso.