Editorial
Un año se fue y otro llega, pero en lo relativo al sida pocos fueron los avances obtenidos. Si bien es verdad que ahora existe un consenso sobre las prioridades y objetivos a alcanzar entre el gobierno y la sociedad civil, reflejados en el Programa de Acción 2001-2006, no está nada claro cómo se van a cumplir. En lo relativo a las dos principales áreas del problema: la prevención y la atención, no se tuvieron grandes logros. Se continuó con la injusta medida de dotar a cuenta gotas los medicamentos antirretrovirales, sin diseñar o adoptar una estrategia encaminada a cubrir toda la demanda. La única propuesta existente, la del FrenpaVIH, no contó con el apoyo institucional necesario para convencer a los legisladores de su pertinencia. Además, los desabastos de medicamentos en el IMSS continuaron, con todo el desorden en la prescripción de los mismos que ello implica, y nada indica que la situación vaya a mejorar.
En cuanto a la prevención, fue un año perdido. En puerta está la solicitud de un préstamo del Banco Mundial para ampliar la cobertura de salud y prevenir el VIH/sida, sin embargo, el gobierno condicionó su firma a la aprobación de la reforma fiscal por parte del Congreso, cosa que no sucedió. Por lo que dicha solicitud corre el riesgo de naufragar y con ella los buenos propósitos de lograr un impacto real en la epidemia.
No se necesitan dotes extraordinarias para prever que el año 2002 será un año difícil para la lucha contra el sida. Con los recortes al presupuesto de Salud y del IMSS, nada bueno puede augurarse. Y lo más preocupante de todo es la inexistencia de un liderazgo real, con poder de convocatoria suficiente para encauzar y darle dirección al combate contra el sida, que sea capaz de remover los obstáculos de toda índole para asestarle un golpe efectivo a la epidemia, como se ha visto en otros países.