La
Jornada Semanal, 6 de enero del 2002
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a un sacerdote agustino, Fray Marcos García, quien lo vertió al castellano. En realidad, se trata de una autoría múltiple: Titu Cusi, Fray Marcos García y el escribano Martín de Pando. Entre los tres hacen una crónica mestiza del enfrentamiento entre españoles e indígenas y dialogan internamente con las diversas versiones de los hechos. ¿Qué dice el inca? ¿Qué dice el fraile? ¿Qué añade el escribano? ¿Repite el inca lo que otro le dijo? ¿Son sus informes de primera mano? Alessandra Luiselli, nacida en la Ciudad de México, egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam y doctora en Letras latinoamericanas por la Universidad de Nuevo México, actualmente enseña en la Universidad de Tulane, después de haberlo hecho en Columbia, Nueva York y en Washington. Alessandra es una gran conocedora de los temas coloniales, como lo demuestran sus dos textos sobre "Primero sueño" de Sor Juana publicados uno en 1987 y el otro en 1995, y nos entrega ahora este libro singular que la honra y honra a Difusión Cultural de la unam . Este breve volumen: Instrucción del Inca don Diego de Castro Titu Cusi Yupanqui, es un documento que conmueve, espanta e indigna en una misma respiración, ya que se trata de una dramática advertencia a los descendientes peruanos: "Permanezcan alertas ante la más poderosa arma de los hombres blancos y barbados dueños del poder: la mentira." Un largo lamento, un llanto, la historia de una traición, un continuo "¿por qué?", un grito de incredulidad y asombro ante la maldad y la codicia de los hombres blancos que los indígenas creyeron dioses, conforman el relato o la arenga de Titu Cusi que no cabe en sí de la indignación y de la tristeza ante el trato que recibe el pueblo indígena y sus autoridades, los españoles que ellos llaman "viracochas" porque los creen dioses. Son dioses insaciables y atroces. Nada les parece suficiente, todo se lo merecen. A cambio del buen recibimiento, la infinita cortesía, la sumisión, los desorbitados dones de oro y plata que los cubren de pies a cabeza y llenan una casa entera, los incas sólo reciben injurias y malos tratos, crueldades y desprecios. En dos palabras Titu Cusi se lamenta, incrédulo: "Yo los traté bien y ustedes me matan." ¿Es ésta la visión de los vencidos? Siempre hemos tenido más acceso a la escritura del poder que a la de la derrota. En México, gracias a Ángel María Garibay K. y a Miguel León Portilla conocemos la visión de los vencidos, pero la historia con H mayúscula, la gran historia la hacen los vencedores, como sucede ahora con Estados Unidos en Afganistán, y ésa es la que nos tragamos. Conocemos la versión de la historia de la Conquista de América desde los vencedores y muy poco sabemos de los vencidos, salvo lo que nos han dado en México Garibay y León Portilla. La "Instrucción" es un testimonio tan fiel como lo ha permitido la traducción hecha por un monje agustino, Fray Marcos García, que a su vez le dictó a un escribano, Martín de Pando. Si a los españoles los sorprenden los indígenas y los consideran primigenios, a los incas también los españoles los dejan azorados como asombraron a los antiguos mexicanos que no podían creer en la belleza rubia de estos dioses que venían montados sobre venados. Los conquistadores hablaban a solas con unos paños blancos (los libros) tenían pies de plata (por el brillo de sus armaduras) y empuñaban truenos y centellas. ¿Cómo no rendirse ante un espectáculo tan formidable? Lamentablemente no sucede en nuestra historia oral indígena lo que sucedió con los antiguos pueblos europeos, que a pesar de las luchas intestinas conservaron historias épicas, sagas nórdicas, leyendas celtas, relatos heroicos de hechizos y sortilegios, talismanes y espectros. ¿Acaso existen entre los indios quechuas del Perú relatos de antes de la conquista? Ágrafos, su testimonio es oral. Sahagún escribió que todo lo que le referían los indígenas de México se lo dieron en pinturas porque la pintura era su escritura. No hay escritura indígena salvo la de los códices. En Perú sucede lo mismo. Alessandra Luiselli aclara: "El desgarrador memorial de agravios que narra Titu Cusi es expurgado por Fray Marcos, aunque no por ello el lector deja de percibir el gran lamento que surge tras el manipulado relato. Si los rebeldes incas del Vilcabamba decidieron valerse de la desconocida escritura y narrar sus desgracias, era porque se daban cuenta que para tener acceso al mundo del poder europeo, era necesario ampararse con las propias armas de la cultura dominante, las letras." Titu Cusi utilizaba todos los formulismos de la corte de Felipe ii; en su lenguaje aparecen las salutaciones cortesanas de la época dirigidas a Su Majestad el Rey don Felipe Nuestro Señor, Su Señoría, Muy Ilustre Persona, persona de gran valor y gran cristiandad que le ha hecho tanta merced, y demás caravanas. Resulta sorprendente que el relato avance en medio de un aluvión de reverencias obsequiosas y adulaciones floridas. Además de los términos de zalamería, a los que también recurrió Sor Juana cuando interpelaba a la virreina María Luisa, su divina Lysi, los españoles "viracochas", creadores de todas las cosas, son el principio y el fin de lo creado, los hacedores. Por eso, es indispensable doblegarse ante ellos como seguimos doblegándonos ahora ante el poder, ya que nuestra índole cortesana y salvaje persiste a través de los siglos. ¿Seguiremos siendo tan dóciles, tan dejados, tan inermes ante los acontecimientos, tan víctimas hoy como entonces? También es curioso notar que el trato excepcional que solemos darle a los invitados que queremos halagar se remonta a la época precolombina. Todavía hoy los cubrimos de oro y plata y nuestros regalos son excesivos.
El trato al vencido nos afrenta porque, como todo derrotado, el vencido incomoda. "Nuestra gente, ¿no os sirve hasta limpiar con sus capas la suciedad de los caballos y de vuestras casas? ¿Qué más queréis? Todas cuantas veces habéis dicho �¡Da acá oro, da acá plata! ¡Da acá oro, da acá plata! ¡Junta esto, junta esto otro!"�, ¿no lo ha hecho siempre hasta daros sus mismos criados que os sirvan?" A Bernal Díaz del Castillo le maravilló
la tierra conquistada: México, y dejó el testimonio de su
pasmo y su admiración. Perú no tuvo esa suerte, pero el inca
Garcilaso de la Vega es considerado el primer escritor del nuevo mundo.
Titu Cusi tuvo razón al atacar a los españoles, cuando comprobó
su mala voluntad y su infinita capacidad para vejar a los indígenas.
¡No era posible que los envilecieran en esa forma! Mentirosos, en
todo habían faltado. Hicieron creer que eran enviados del Viracocha,
dioses traídos por el viento y resultó que hacían
pedazos, abrasaban vivos, robaban a las mujeres y mataban a los niños.
Alessandra Luiselli, quinientos años después, es capaz de
llorar por los sufrimientos de los invadidos y censurar a los invasores.
Centinela, resguarda del peligro a su gente y conserva su memoria. Hace
un inventario de afrentas. Aunque pasó hace más de quinientos
años, para Alessandra se trata de personas reales, indígenas,
ancianos, sacerdotes, altos dignatarios con quienes mantiene una relación
que va más allá del papel. Su sólida formación
universitaria, su capacidad creadora, su propia vida, el ser madre de dos
hijos, la sensibilizan al dolor de hombres y mujeres que son ahora polvo
de nuestro polvo. Autora ella misma de una novela , Reina de corazones,
publicada en 1987, y de una antología de cuentos hecha al alimón
con Gustavo Sainz, Alessandra siente en carne propia los agravios hechos
a nuestros antepasados. A las mujeres se nos suele calificar de plañideras
porque, desoladas, nos solidarizamos con aquellos que conocen el infortunio,
la desaparición, la soledad, el abandono, la tortura. En 1968, las
más dispuestas a declarar en contra del gobierno diazordacista eran
las madres de familia. Alessandra es fiel a una vocación muy antigua
y muy terrenal: la del amor. ¿Con qué corazón habría
de defender a sus hijos si no defendiera como universitaria y como intelectual
a aquellos que apenas sobreviven y son amenazados? �
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