Directora General: Carmen Lira Saade

México D.F. Jueves 24 de enero de 2002

Política

Ť Después de reclamar fraude, se aliaron para evitar la anulación del proceso

Rivales acérrimos en 1999, hoy van unidos chuchos y amalios por la dirección del PRD

Ť En esa ocasión hasta Vicente Fox culpó al PRI de manosear la elección perredista

Cosas de la grilla perredista: hace tres años, al calor del proceso del 14 de marzo de 1999 para renovar la dirigencia nacional del PRD, los dos principales contendientes -Amalia García y Jesús Ortega- no escatimaron descalificaciones mutuas por el fraude cometido en esas elecciones internas. Las anomalías provocaron que desaparecieran del padrón perredista figuras centrales y hasta candidatos como Cuauhtémoc Cárdenas, la propia Amalia García, Rosalbina Garavito, Mario Saucedo y Raúl Alvarez Garín (La Jornada, 15/marzo/1999, p. 3).

Amalia García aseguró que a los chuchos se "les pasó la mano" en algunas casillas y que se cometieron irregularidades en su contra. Ortega hizo un llamado al gobernador de Zacatecas, Ricardo Monreal, aliado tradicional de García, para que pusiera "orden", y acusó a su secretario de Gobierno, Raymundo Cárdenas, de haber realizado "mapacherías" a favor de García.

Esa contienda derivó en la descalificación generalizada y en la anulación de los comicios, después de que el Servicio General Electoral, encabezado por José Barberán, invalidó la votación en mil 506 casillas, que representaban 28.14 por ciento de las 5 mil 351 urnas instaladas. Desbordado por el proceso, el entonces dirigente nacional Andrés Manuel López Obrador se declaró imparcial; afirmó que no se iba a "meter debajo de la alfombra lo indebido", y descartó que el desaseo electoral provocara una fractura interna (La Jornada, 26/marzo/1999, p. 10).

Los epítetos y las acusaciones se prodigaron horas después de que se cerraran los comicios, en los cuales también participaron planillas encabezadas por Rosalbina Garavito, Mario Saucedo y Carlos Bracho. El 15 de marzo, Jesús Ortega retó a Monreal a que no permitiera que "por la izquierda de la casa se le cuelen las mismas prácticas que dejó por la derecha" (La Jornada, 16/marzo/1999).

Mario Saucedo dijo tener pruebas de que en Jalisco el ex rector de la Universidad de Guadalajara, Raúl Padilla, efectuó "acarreo" para favorecer a Ortega. A su vez, Cuauhtémoc Sandoval, vocero de Amalia García, acusó a los chuchos de realizar "mapacherías" en Veracruz, Puebla y Chiapas (ibídem).

Al día siguiente, miércoles 17 de marzo, Raymundo Cárdenas contratacó diciendo que Ortega, actual aliado en una sola planilla de Amalia García, realizaba "acusaciones e imputaciones temerarias sin aportar ninguna prueba".

En Puebla, la presidenta del Servicio Estatal Electoral, Alma Leticia León, acusó a la gente cercana a Amalia García de haber promovido un asalto a la sede estatal del partido para robar paquetes electorales que podrían ser definitivos para los resultados. En el Distrito Federal, Dolores Padierna acusó al entonces jefe de Gobierno, Cuauhtémoc Cárdenas, de haber influido en la elección a favor de Carlos Imaz, su contrincante.

El 18 de marzo Rosalbina Garavito presentó dos impugnaciones porque en Zacatecas se encontraron 50 casillas zapato -llenas de votos sólo para Amalia García- en el semidesierto de esta entidad, y otra por el cambio de 50 urnas en Tabasco, un día antes de que se realizaran los comicios (La Jornada, 19/marzo/1999, p. 21).

En esa feria de imputaciones y acusaciones, hasta el entonces gobernador de Guanajuato, Vicente Fox, hizo declaraciones acerca del proceso perredista. Fox culpó al PRI de "manosear" la elección interna del PRD, y argumentó que "los perredistas ya sabían de las intenciones del partido oficial. Ahora, a ver cómo salen de su trampa". Abundó: "Es desconcertante que se hayan metido a esa elección de tipo abierto, con el conocimiento claro de que se las iba a manosear el PRI. Ahora nunca vamos a saber si Jesús (Ortega) es un presidente legal o si vino con el impulso de votos priístas; o si Amalia, en caso de que gane, deba agradecer el triunfo al Revolucionario Institucional" (La Jornada, 19/marzo/1999, p. 21).

Ante el cúmulo de anomalías, el Servicio Electoral y la Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia del PRD acordaron "limpiar" los comicios y sancionar a quienes hubiesen cometido ilícitos. Las irregularidades más graves se detectaron en Baja California, Campeche, Chiapas, Jalisco, Michoacán, Oaxaca, Puebla, Sonora, Tabasco, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas. En estas entidades se documentó acarreo, casillas zapato, fabricación de votos, urnas embarazadas, robo de ánforas y ratón loco.

Mientras el Comité Ejecutivo Nacional del PRD y el propio Andrés Manuel López Obrador aceptaban la necesidad de "rectificar" y anular el proceso, los dos principales contendientes: Amalia García y Jesús Ortega, rechazaban la posibilidad de realizar una nueva contienda. Paradójicamente, los personajes que encabezaban las preferencias (35 y 32 por ciento, respectivamente) se "aliaron" para evitar la anulación.

García, después de haber impugnado severamente a los chuchos, consideró que las irregularidades eran "insuficientes" para anular los comicios y opinó que era "preferible" que se cometieran "algunos errores" a elegir a un dirigente al estilo del PRI o del PAN.

El 25 de marzo trascendió que García y Ortega articularon un frente común para que no se anulara la elección. El 28 de marzo ambos rechazaron la decisión de anular 28.14 por ciento de las casilas, mientras que los otros candidatos aplaudieron la decisión. Se comenzaron a barajar los nombres de diversos interinos y finalmente quedó al frente del PRD Pablo Gómez, líder de la bancada perredista en la Cámara de Diputados.

El 9 de abril, en su último discurso como dirigente nacional, López Obrador recordó que "no luchamos únicamente por cargos públicos o de dirección, ni para triunfar a toda costa sin escrúpulos morales de ninguna índole; luchamos por la justicia y la democracia".

"Las decisiones cupulares -subrayó López Obrador-, el regateo entre elites políticas y burocráticas, puede resultar más conciliador, pero no es democracia participativa. No olvidemos que la democracia es el poder del pueblo y nosotros no queremos kratos sin demos, no queremos poder sin pueblo" (La Jornada, 10/abril/1999, p. 6). DE LA REDACCION