Sami David
En nombre de la democracia
La credibilidad en nuestras instituciones políticas pretende ser socavada con manipuleos y filtraciones periodísticas que en nada contribuyen a conformar la cultura democrática que se desea. Es evidente que la transparencia del ejercicio gubernamental se requiere para el sano desarrollo y conducción del país, no los actos alarmistas que a los ojos de la sociedad se vuelve simple acción persecutoria con ánimo de enturbiar el ambiente político-social. En nombre de la democracia y el cambio se busca violentar un proceso de enseñanza-aprendizaje que debe ser cualquier contienda partidista, cualquier actividad política, arremetiendo no contra un organismo paraestatal, sino a lo que en verdad representa.
Es insano mezclar la investigación policiaca con asuntos políticos, porque esta perversión conlleva riesgos, que en ocasiones no son calculados. El equilibrio puede romperse y la gobernabilidad misma puede resquebrajarse con el consecuente deterioro de la acción política. A nadie convienen los actos alarmistas ni las persecuciones ni las actitudes revanchistas. Aunque ya hay demasiadas señales de incapacidad e intolerancia por parte de las esferas gubernamentales; muchos síntomas de que no hay una postura conciliadora o de búsqueda de consensos. La arremetida es contra todo lo que se mueva, pero con afán mediático, con un propósito propagandístico.
Tal vez se desea soslayar que los partidos políticos son instancias de participación ciudadana. Y tienen representatividad en el Congreso de la Unión. Con la aprobación de la reforma fiscal propuesta por el Ejecutivo, los legisladores se pusieron en el ojo de la tormenta, pese a la corresponsabilidad del Ejecutivo y del Legislativo. Es obvio señalar que se pretende que los platos rotos los paguen únicamente diputados y senadores. Sí, su tarea es legislar. Y eso hicieron. Aunque los efectos los paguemos todos. Por supuesto que en el nombre de la democracia y del cambio se manipula para que esta función sea menospreciada.
La anómala alianza entre el PAN y el PRD seguramente pagará su costo en la recepción de sufragios, indudablemente. En este orden de cosas, la agenda política nacional continúa desfasada. Y el gobierno federal sigue con su doble discurso, creando incertidumbre. Sin acciones concretas que repercutan directamente en el bienestar de todos, ahora pretende limitar incluso al salario. Con ello se demuestra que el foxismo carece de un trabajo político sostenido, una propuesta de desarrollo social, de progreso para todos. El menosprecio demostrado hacia los más necesitados, y ahora hasta a la clase intelectual es sintomático: con este afán de cambio se pretende voltear la casa al revés.
Por otra parte, los principales partidos políticos se encuentran en otra dinámica, enfrascados en contiendas internas para determinar sus dirigencias nacionales, padeciendo la disposición autoritaria del ámbito gubernamental que envía señales ignominiosas para forzar estos resultados. La importancia de este proceso reclama la gobernabilidad y su fortalecimiento, para que la ciudadanía vuelva a cobrar confianza en estos espacios de participación ciudadana. Ahora, más que nunca, se necesitan partidos fuertes, comprometidos con las bases sociales y con propuestas programáticas.
El cambio debe darse no sólo a nivel de personas, sino en función de proyectos sustanciales. Se requiere de un PRI robustecido con una dirigencia experimentada que impulse proyectos acordes con el tiempo presente para que sirva de contrapeso al Ejecutivo, pero avalada por la militancia, no por la cúpula burocrática. Un PRD con sensibilidad que procure combinar experiencia con la energía social de sus simpatizantes.
El PAN, desde las sombras, y con dados cargados, pretende modificar su dirigente al gusto del foxismo. A ello se agregan ciertos ánimos privatizadores: las acusaciones contra el sindicato petrolero y ex funcionarios de Pemex llevan ese rubro. Los responsables deben ser castigados de acuerdo a la ley, independientemente de su militancia, no como mero linchamiento público. Y todo en nombre de la democracia y del cambio.