Cunde en el DF la privatización de calles
En zonas de gente bien, vecinos imponen el tránsito bajo sus propias reglas
BERTHA TERESA RAMIREZ
Con el pretexto de que padecen problemas de inseguridad pública, grupos vecinales, en los que están políticos de alto rango y familias acaudaladas, se han apropiado de las calles en donde viven, al cerrarlas al público y convertirlas en vialidades privadas.
Colocar rejas, plumas o cualquier otro obstáculo para impedir el paso en las bocacalles es un problema que va en aumento y se extiende por diversas zonas de la ciudad. Arterias de las colonias Altavista y Lindavista, localizadas al sur y al norte de la ciudad, respectivamente, están en los hechos copadas por personas que se autodenominan ''agentes de seguridad privada'' y nadie puede transitar sin identificarse e informar al guardia el domicilio al que se dirige.
Aun cuando vecinos de esas colonias manifiestan su desacuerdo por vivir ''tras las rejas'', en algunos casos aseguran que han tenido que tolerarlo porque la mayoría así lo acordó. No obstante, advierten que ''en el pecado llevan la penitencia'', porque el número de calles cerradas los ha dejado prácticamente incomunicados y en medio de trampas mortales, ya que en caso de una eventual emergencia se dificultaría el ingreso de vehículos de los cuerpos de rescate.
Además, la privacidad no existe, pues los guardias vigilan cada movimiento, aun los realizados por los residentes. Toda persona ajena al vecindario: parientes, amigos, invitados y hasta niños, son sospechosos ''hasta que no se demuestre lo contrario'', comentaron vecinos durante un recorrido que realizó La Jornada por diversas colonias.
Pocos vecinos se atreven a cuestionar la medida. Carlos Ortiz Tejeda, integrante del comité vecinal de la calle de Cedros, en Altavista, evoca en tono enérgico el precepto que otorga a todos los mexicanos el derecho al libre tránsito por el territorio, y afirma que ''permitir que esto continúe es entregar el bien público a los intereses de unos cuantos''.
Señala que cerrar las calles es un delito y quienes cercan avenidas arbitrariamente se apropian de un bien público que es pagado con los impuestos de todos. Da algunos ejemplos: ''por donde viven Pedro Aspe, ex secretario de Hacienda; Alfonso Durazo, secretario particular presidencial, y otros gallones, abundan las plumas y algunas veces las terribles rejas que impiden el paso, sin que nadie se pregunte qué ocurrirá en caso de una emergencia".
Ortiz Tejeda y otros vecinos, entre ellos Carlos Gaona y Marcia Olivier, han resultado afectados por un grupo de colonos que decidió instalar rejas y cerrar el paso en la escuadra que forman las calles Begonias, Mariscal y Cedros, impidiéndoles transitar para salir al Periférico.
Aun cuando se quejaron ante la autoridad delegacional y ésta ordenó la inmediata remoción de los obstáculos, aprovechando el relevo en la jefatura delegacional de Alvaro Obregón, los vecinos de esa zona decidieron reinstalar la reja, con el agravante de que ahora la calle que da acceso al Periférico no es abierta por los policías privados, ni siquiera a petición de las personas que requieren salir de ese espacio público, convertido en propiedad privada.
No sólo el paso hacia el Periférico les ha sido impedido, sino que otra reja ubicada en las calles de Mariscal y Cedros "cercena de golpe una calle interior de la colonia y segrega a los vecinos que ahí residen". Vale aclarar que no se trata de una privada, una cerrada o un condominio horizontal, sino de calles, es decir, de espacios públicos.
Ante esta situación, los vecinos inconformes dirigieron un oficio al jefe delegacional Eduardo Zuno Chavira, en el que advierten que el ejemplo de los colonos que han cerrado arbitrariamente las calles ha cundido, y ahora también se han instalado plumas en calles como Lazcano e Hidalgo, impidiendo así el paso a un sector de Tlacopac. A la fecha no han tenido respuesta del funcionario.
Los vecinos inconformes coincidieron en señalar que la delincuencia y la inseguridad en la ciudad no se abaten cometiendo otros delitos ni violentando el estado de derecho, y agregaron que, seguramente, Zuno Chavira estará de acuerdo con ellos en que es inaceptable que se impida a los ciudadanos transitar por estas zonas de privilegio, o que, para poder hacerlo, tengan necesidad de identificarse ante el "por desgracia, amplio y creciente lumpen, disfrazado de autoridad".
Lamentaron "la increíble soberbia de aquellos que dicen que todo lo que es prieto o tiene apariencia de mexicano feo, no puede pasar por estas zonas", e insisten en que las rejas no son una respuesta a la inseguridad, ya que sólo, dicen, "nos mantienen copados, mientras nos ponemos en manos de los dizque agentes de seguridad privada".
En entrevista, Ortiz Tejeda apunta que este tipo de reservaciones, a la larga, puede provocar una reacción "del pobrerío" que habita en los cerros cercanos y que en temporada de las festividades de muertos baja a pedir dulces. "Ahorita eso es lo que piden, pero algún día pueden bajar con furia y les valemos madre; para cuando pudiera llegar la policía sería demasiado tarde", advirtió.
Lindavista
Al otro extremo, en el norte de la ciudad, en las calles de Cuzco y Chiclayo, no hay ningún vecino que se oponga al cerco tras el que prácticamente viven los habitantes de Lindavista, pues muchas de sus calles tienen cerrado el paso hacia las avenidas Ticomán y Montevideo.
En la calle de Cuzco de la misma colonia, Patricia de Alfaro relató que hace seis años decidieron colocar las rejas porque bandas de jóvenes de Cuautepec robaban accesorios de los coches y asaltaban casas y transeúntes.
"No sabíamos cómo resolver el problema, a pesar de que contábamos con alarmas", dijo.
Informó que por el servicio de seguridad privada cada vecino de esa calle paga 200 pesos al mes.
"Sólo así nos pudimos proteger y casi todos en la cuadra han cooperado", explicó.
Mientras que en Chiclayo, María Mozo Sunchaga indicó que pusieron rejas porque, además de los robos y asaltos, llegaron a perpetrarse violaciones, incluso asesinatos.
Otro vecino, Luis Reguer Noriega, dijo que no es agradable vivir entre rejas, "pero era inútil oponerse a lo que la mayoría de los vecinos ha determinado".
No muy lejos de ahí, en la colonia Guadalupe Tepeyac, Carlos Flores dijo que tras haber sido víctima de un asalto a las puertas de su casa, los vecinos se organizaron para colocar rejas en la entrada y salida de la calle Estela.