Jueves 24 de enero de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
A debaqte

Argentina.... ¿cómo?

n Susana Rappo

La crisis Argentina parece no tener fin, y el nuevo gobierno tiene dificultades para decidir los pasos a seguir para poner a funcionar nuevamente la economía y las finanzas del país y desactivar el polvorín social que al sonar de las cacerolas manifiesta su inconformidad.
Hace cuatro días que Duhalde confirmó que el único camino posible es la pesificación de todos los ahorros y deudas, ya que " dólares no hay", al mismo tiempo que se está buscando que los depósitos en dólares, que son más de dos tercios del total, sean devueltos manteniendo su poder adquisitivo. Sin embargo, el problema es que aunque se pesifique los depósitos no está claro si se podrá contar con ellos en momentos en que el Ministerio de Economía anunció que durante 90 días continuarán congelados.
Así las cosas, y salvo que la propuesta de la banca extranjera se acepte, en el sentido de dar liquidez al sistema a cambio de un mayor control y poder sobre el sistema financiero y bancario, o que exista una nueva receta "milagrosa" fondomonetarista que inyecte dólares y busque rescatar a uno de sus hijos consentidos, el gobierno argentino tendrá que contravenir uno de los principios fundamentales de sus recomendaciones, que tiene que ver con la emisión monetaria para afrontar la falta de liquidez de la economía.
¿Que el fantasma de la inflación está ahí? Pues sí; la clave es que esta nueva emisión sea vista y ejecutada como una medida temporal y no como una acción duradera a largo plazo.
Dos elementos fueron los detonantes de la explosión social: en diciembre, el llamado "corralito" y el decreto del estado de sitio. El último se revirtió, pero la restricción monetaria continúa y o se consigue dólares en alguna parte o ahora se emite dinero para poner a funcionar la producción y el consumo.
Como sabemos, la convertibilidad, decretada en abril de 1991 por el entonces presidente Menem, fijó uno a uno la paridad entre el peso y el dólar y permitió que ambas monedas pudiesen ser usadas indistintamente, pretendiendo con ello poner fin a las crisis hiperinflacionarias de 1989/1990, más de 4 mil por ciento de inflación anual, que acabaron con el austral.
En ese momento, la circulación monetaria era equivalente a las reservas en dólares existentes en el Banco Central, y a partir de la convertibilidad el compromiso gubernamental fue sólo emitir pesos contra el ingreso de dólares; así, cada peso circulante tenía un dólar de respaldo.
La convertibilidad se asoció también a una política más amplia, de ésa que conocemos muy bien y que tiene que ver con el retiro del Estado de las actividades económicas, la venta de las empresas públicas federales y provinciales como petróleo, teléfonos, siderurgia, petroquímica, gas, energía eléctrica, ferrocarriles, peajes carreteros, correo y metro; la apertura comercial amplia y la flexibilización del mercado laboral y los contratos colectivos.
Revisando algunos análisis sobre la economía argentina y comprimiendo la información de la década de los noventa uno puede decir que durante 1992 y 1993 la economía creció al mismo tiempo que la presencia importadora se dejaba sentir; la producción interna resentía la competencia en el mercado doméstico y la paridad le imposibilitaba exportar, lo que se veía reflejado en un creciente déficit en balanza comercial. Además, el alza de la tasa internacional dispuesta por Estados Unidos en febrero de 1994 afectó la entrada de capitales y llevó a incrementar la tasa de interés para atraerlos, lo cual implicó un sobrecosto para la industria nacional, al mismo tiempo que comenzaba a engrosarse los servicios e intereses de la deuda. La crisis mexicana de fines de 1994 y su "efecto tequila" llevó a que en semanas se fugaran más de 8 mil millones de dólares del sistema bancario. La economía se contrajo y la desocupación, que históricamente rondaba en 6 por ciento, saltó a casi el 20 por ciento.
En ese tiempo, un crédito del Fondo Monetario Internacional y demás organismos financieros bajo el compromiso de aumentar impuestos para cubrir el desequilibrio fiscal vino a atemperar la inestabilidad al mismo tiempo que la extranjerización de la banca; los seguros y la jubilación privada inyectaron un nuevo aire basado en la entrada de capitales; sin embargo, la vulnerabilidad del programa de estabilización de precios basado en la convertibilidad era bastante clara.
En julio de 1997, con la crisis del sudeste asiático, se frenó los flujos de capitales a los llamados mercados emergentes, y Argentina comenzó un proceso de desaceleración y recesión que nos permite entender la crisis actual. Con la devaluación de la moneda brasileña en enero de 1999 la recesión se transformó en depresión, pero la apuesta monetaria siguió, y el gobierno vendió lo que le quedaba de la petrolera estatal en 15 mil millones de dólares a la empresa española Repsol para forzar de ese modo el ingreso de la divisa norteamericana.
Obviamente, la convertibilidad debió haberse levantado; sin embargo, la valoración del costo político que esto tendría en tiempos electorales de ese entonces seguramente se impuso sobre lo que una eficiente gestión estaba indicando.
Lo demás es historia más reciente, y comienza con el arribo al Ministerio de Economía de Domingo Cavallo en marzo de 2001, la aprobación en julio de la ley de "déficit cero" para garantizar el pago de la deuda y las medidas restrictivas para lograrlo al mismo tiempo que la fuga de capitales iba vaciando las arcas del Banco Central, proceso tolerado y admitido por el gobierno, hasta llegar al "corralito" y el estado de sitio, detonante del descontento social acumulado por varios años, a la par que las desigualdades, el desempleo y la pobreza se incrementaban en el país.