Jueves 24 de enero de
2002 |
Hasta adentro ¡No la haga de tos! n Marko Castillo |
Qué piensa cuando
se enfrenta a la palabra actor? Seguro hay personas que fruncen la nariz arrugándola y haciendo la boca de lado al pensar en estos seres. Habrá otras que suspirarán anhelantes ante la imagen reinventada en la mente de su sueño cinematográfico. O algunos imaginarán mundos poblados de aventuras, de romances, de riqueza, de viajes, de ensoñación, de belleza. Pero ¿qué pasa cuando aumentamos al término actor la palabra teatro? El actor de teatro es un ente que no calza ante nuestro estereotipo de lo que deben ser los artistas. Si tenemos la oportunidad de tratar con alguno de ellos sabremos que, así como pueden ser altamente seductores, también pueden presentarse como absolutamente repugnantes. Ejemplos en nuestra localidad tenemos varios. La actriz mamona recién becada que es capaz de declarar en un programa de radio: "la única actriz que existe en Puebla soy yo", cuando es bien sabido el berrinche magno que armó al enterarse que era otra la ganadora del premio a la mejor actriz de 2000, o el actor que ante el teatro lleno pide que para la próxima función el director cuide que el flujo de entrada sea menor porque "se ahoga". Si en nuestra familia hay un brote de locura, locura que significa tener a algún pariente acercándose peligrosamente a la ejecución de algún arte, las sirenas de alarma suenan estrepitosamente. El pensamiento es súbito: "si es escritor por lo menos su extravagancia no traspasará las paredes en donde se anida la computadora; si es arquitecto nos puede dar brillo social y hasta construir o arreglar nuestras moradas; si es pintor puede inmortalizar a toda la parentela; si es músico amenizará las reuniones; si es cantante (ojalá no de ópera) nos sacará de pobres. Pero si es bailarín, payaso, mimo, bataclanero, sketchista, cómico o actor de teatro, la catástrofe es inminente. Relájese. Piense que el arte de la putería (en el buen sentido de la palabra, como se usaba anteriormente, cuando la palabra puto era sinónimo de hipocresía y se le aplicaba a los actores), es el medio ideal para poder realizarse. Si el interesado no llega a tocar los límites del arte por lo menos alcanzará los beneficios que significa el ser desinhibido, sociable, no necesitar terapias, yoga, psicólogo, psiquiatra, creer en los ángeles, tomará seguridad en la vida, y con la embarrada de cultura que significa estudiar esta carrera va a poder sostener una conversación decente o por lo menos amena con los demás. Pero si llega a ser un ejecutante capaz de transmitir emociones a partir de su sola presencia e interpretación se sumará a las filas de los locos, de aquellos seres que al mismo tiempo pueden presumir la locura y el sentido común, envases de pasión tan frágiles como el cristal, sacerdotes anacrónicos de Dionisos que revive triunfante en cada representación para efectuar la bacanal a donde somos invitados todos en cuanto anuncian una función de teatro. No la haga de tos y apoye desinteresadamente a los seres que quieren engrosar las filas del teatro, ya que ellos lo salvarán del anonimato Creo que nuestras autoridades deben fomentar el ejercicio de las artes. |