Directora General: Carmen Lira Saade

México D.F. Lunes 28 de enero de 2002

Cultura

Ť El narrador y ensayista presenta este miércoles Los jardines secretos de Mogador

Alberto Ruy Sánchez recrea en su reciente novela espacios hechos a fuerza de deseo

CESAR GÜEMES

Mientras hay quien sufre con la personalidad múltiple, Alberto Ruy Sánchez obtiene provecho de esa característica aprendida: trabaja por la mañana, escribe al caer la tarde y pasa largas horas nocturnas bailando, sobre todo ritmos caribeños. Re-escritor más que escritor, según él mismo se define, tomando en cuenta el tiempo que dedica a cada uno de sus libros, acaba de dar a conocer la novela Los jardines secretos de Mogador (Alfaguara), volumen que abre con una imagen de los célebres fotógrafos Rudolf Lehnert y Franz Landrock, y que acompaña con caligrafías del no menos aplaudido iraní Hassan Massoudy.

Con motivo del planteamiento central de su nueva obra, que subvierte el concepto occidental de pareja, dice Ruy Sánchez: "Quise crear una situación en la cual una mujer que cambia su sensibilidad necesita que su pareja también la modifique, y no sabe cómo hacerlo. Entonces, lo envía al mundo con un reto específico: percibir el entorno de una manera novedosa y percibir esas islas de paraíso que son los jardines imaginarios para que regrese a contarle cómo son. Así que ella convierte al hombre en un ser más sensible, primero, y luego en una voz, un narrador amenazado de muerte, como Scherezada; de muerte erótica en este caso, que es una de las imágenes de la castración".

-Para esto, según sabemos, has ido recopilando imágenes de jardines que existen en el mundo real.

-Dentro de la novela todos los jardines son metafóricos, pero están sugeridos por otros espacios, no siempre jardines, en los que hay hombres y mujeres que han mezclado intensamente sus deseos con la naturaleza. Son sujetos que crean jardines inconcebibles si no existiera el deseo, a veces ayudado por la cultura o por la necesidad de sobrevivencia. El caso es que modifican un espacio y le dan el grado de excepcional, como aquel que colecciona grillos en jaulas bellísimas y habita en Mogador.

-ƑPara cuánto más te da el proyecto narrativo dedicado al sitio?

-Conforme pasa el tiempo es más evidente que para mí se trata de un solo libro, que el conjunto no sólo de la tetralogía original más la crónica de los viajes y la búsqueda de motivos literarios conformarán un solo volumen. A ellos añado los cuentos, exploraciones de Mogador. Escribo por ahora el cuarto de la serie, relacionado con el fuego, y simultáneamente el que representa al quinto elemento.

-En algunos de tus libros aparecen trabajos de Hassan Massoudy, el talentoso calígrafo iraquí. ƑCómo se conocieron?

-Descubrí su trabajo en un libro, muy al inicio. Después descubrí un manual de caligrafía y un libro pensado para niños. Busqué directamente a Massoudy para incluir algunas de sus caligrafías en Los nombres del aire. Finalmente lo conocí en Francia, durante una de sus exposiciones. Nos hemos hecho amigos. El ha sido muy generoso en permitirme reproducir su trabajo en algunos de mis libros, sobre todo en Los labios del agua, donde el personaje central es justamente un calígrafo cuyas preocupaciones profesionales provienen de las del propio Massoudy.

-Por otra parte, fuiste discípulo de Roland Barthes y Gilles Deleuze, Ƒqué te dejaron?

-Mi trato con Barthes fue una gran iniciación a la importancia de la vitalidad en un hombre de conocimiento e investigación de primer orden como él. Vi el momento en que él hacía un ensayo muy firme y al mismo tiempo se enamoró. Al permitir que esa vivencia entrara en su vida lo que era un estudio de la literatura romántica alemana se convirtió en el libro Fragmentos de un discurso amoroso. Esa es una demostración en vivo de su frase:ruy_sanchez_7ha "No hay saber sin sabor". En Deleuze había la misma pasión, sólo que era más filosófico. El me mostró cómo construir un mundo conceptual, algo que para mí se convirtió en la posibilidad de edificar un mundo en el que haya imágenes pero también ideas: el Mogador de mis escritos y la exploración sobre el deseo.

-Dedicas buena parte de tu tiempo al ejercicio del baile, casi de modo profesional. ƑCómo lo relacionas con el trabajo de escribir?

-Tiene que ver con mi equilibrio emocional y físico. En una época, en Europa, nadaba a diario. Hoy ya no es posible ejercitarme así, pero cuando bailo me deshago de mucha energía contenida. No puedo decir que sea un bailarín profesional, salvo cuando 'ficho' en los bailes de la organización Las Semillas. Más que bailar bien, me dedico a esa tarea con gran entusiasmo. Mi esposa, de origen cubano, señala que no bailo bien sino que bailo mucho. Y mis hijos adolescentes, los primeros críticos en todo, afirman que dado mi origen sonorense cuando quiero bailar salsa lo único que me sale es la Danza del Venado.

-ƑDedicas tanto tiempo al baile como a la escritura?

-Puedo bailar toda una noche, sin detenerme. Hay actividades que se asimilan al cuerpo. Si uno aprende a respirar mientras nada, puede soportar mucho más tiempo que si caminara. Los músculos se cansan después de los pulmones. Si no se respira bien, a los músculos les falta oxígeno. Y ahí está la conexión con la respiración literaria: cuando era más joven podía escribir no sólo toda la noche, sino continuar así tres días sin dormir. Con un poco más de edad eso ya no es posible. Tengo la suerte de dormir poco y eso me permite más tiempo para la escritura. Como cada vez es menor mi fuerza, debo aprender a ser menos obsesivo y más disciplinado, aunque por el momento me gane la obsesión.

-Así como has tenido maestros en el quehacer de la escritura, Ƒcómo sintetizas a tus profesores de baile?

-La principal es mi esposa, Margarita. Cada vez que íbamos a un baile, ella salía a la pista con el primer bailarín negro que pasaba. Conforme aprendí, he logrado que sólo acepte bailar con el segundo que aparece.

(Los jardines secretos de Mogador se presenta el miércoles 30 en el Salón 21, ubicado en Andrómaco 17 esquina Molière.)