UNO DE LOS mejores ejemplos nacionales en cuanto a la combinación entre el creador y el intelectual se trata es sin duda Juan García Ponce. A su amplia trayectoria narrativa suma el estudio, ya sobre artes plásticas, ya sobre literatura. Recientemente recibió el Premio Juan Rulfo y ya da a conocer un nuevo trabajo: Entre las líneas, entre las vidas, en el cual retrata, a fuerza de palabras, a algunos de sus autores favoritos. El repaso, por orden de aparición, es como sigue: Marcel Proust, Thomas Mann, James Joyce, William Faulkner, Vladimir Nabokov, Samuel Becket, Albert Camus y Truman Capote. Así define la perspectiva desde la cual aborda a los personajes: "Escribir sobre la vida de escritores pretendiendo poseer una realidad tan minuciosa que incluye detalles imposibles de conocer personalmente es tal vez una tarea condenada al fracaso, pero eso no impide que la habilidad de algunos biógrafos haga verdadero hasta lo que tal vez no lo sea. Las pretensiones de otros han despertado a su vez mi propio demonio literario hasta el punto de que mi único deseo ha sido ignorarlos. Asumo esa culpa".
AL
ENSAYO BIOGRAFICO sobre López Velarde que originalmente se tituló
Un
corazón adicto, se suma hoy el propio texto de Guillermo Sheridan
más un considerable compendio de trabajos suyos en torno al poeta
jerezano. De esta suerte, el volumen es doble, corregido y aumentado. Desde
el inicio del proyecto, Sheridan no quiso hacer propiamente una biografía
sino "una vida", entre otras razones, tal como lo explica, porque "la verdad
en México es singularmente difícil documentarla. No suele
haber papeles, archivos, correspondencias accesibles. En la medida en la
que esa materia prima se escamotea (por las más diversas razones)
proliferan testimonios improbables, leyendas sublimadoras y edulcorantes
de vaga retacería. Nuestra reticencia habitual ante la urgencia
de nuestra curiosidad por documentar sus empeños, no suele correr
pareja con la impulsividad parlanchina". Gracias a ese afán es posible
tener hoy acceso al trabajo que más se acerca a la vida de Ramón
López Velarde, mismo que se volvió casi inconseguible en
su primera versión y que hoy aparece ampliado hasta ser casi el
doble del trabajo original.
LA
NOVELA BREVE no es un cuento artificialmente ampliado, es un género
dentro de otro, una variante que pocos escritores juegan con destreza.
La investigadora y ensayista Valkiria Wey ofrece al lector seis ejemplos
de esta rara ave literaria en su volumen El arte de caminar por las
calles de Río y otras novelas cortas, en donde aparecen maestros
del género en lengua portuguesa: La hora y la vez de Augusto
Matraga, de Joao Guimaraes Rosa; Retablo de Santa Juana Carolina,
de Osmán Lins; El arte de caminar por las calles de Río,
de Rubem Fonseca; La casa de vidrio, de Ivan Angelo; Niña
en camino, de Raduan Nassar, y Resumen de Ana, de Modesto Carone.
Así define Wey el material que compila: "La novela corta comparte
con el cuento la necesidad de tener claro, desde el inicio del relato,
el sentido y la conclusión de lo que se va a contar. Este principio
genérico, enunciado hace años por Julio Cortázar,
y citado en todos los prólogos, ensayos y trabajos escolares sobre
el tema, ha probado ser un axioma de estos tipos de narrativa".