Julio Sotelo, neurólogo
''Vasta y antigua, la escuela mexicana en neurociencias''
ARTURO JIMENEZ
El neurólogo Julio Sotelo, premio Nacional de Ciencias y Artes en el ''campo IV", referido a ''ciencias físico-matemáticas y naturales", precisa:
''Si un área en México ha producido mucha gente importante y ha tenido reconocimiento internacional es la de las ciencias neurológicas. La escuela mexicana que hace investigación en neurociencias es vasta y antigua."
Con amplia trayectoria en diversas investigaciones relacionadas con ese vasto y misterioso universo que es el cerebro, Sotelo (DF, 1950) es más conocido en el mundo por haber fijado el ''esquema" medicinal para la cura de la cisticercosis, enfermedad ''de la pobreza" que parecía invencible en Latinoamérica, Asia y Africa.
Una de sus contribuciones más destacadas a la neurocirugía es la técnica del sistema de derivación ventrículo-eritoneal para el tratamiento de la hidrocefalia. Otros proyectos de investigación suyos se relacionan con el cultivo de neuronas, la esclerosis lateral metrófica y la esclerosis múltiple.
En la actualidad su equipo de trabajo se ha concentrado en la investigación sobre tumores cerebrales y ha logrado avances importantes.
Sotelo es doctor en neurología por la UNAM y realizó estudios posdoctorales en neuroinmunología y neurovirología en Inglaterra y Estados Unidos, donde se preparó al lado del profesor Carlegton Gajdusek, premio Nobel de Medicina en 1976.
Muchos son los premios que ha recibido, como el Eduardo Liceaga que otorga la Academia Nacional de Medicina. Además de ser un reconocido formador de cuadros de investigadores, este especialista es el tercer autor latinoamericano más citado en la literatura científica internacional.
Aparte de presidir la Academia Nacional de Medicina, la Sociedad Mexicana de Neurología y de coordinar el comité de evaluación de salud del Conacyt, el doctor Sotelo fue por dos décadas director de Investigaciones del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (INNN), del cual ahora es el director general desde hace cuatro años.
En entrevista, Julio Everardo Sotelo Morales habla de varias de sus investigaciones, como su aporte sobre la cisticercosis; del INNN, el más grande del mundo en su tipo y uno de los más importantes a nivel internacional; así como de la situación de la ciencia en el país, sobre la que observa: ''Lo que falta en México es contar con una política y una tradición científica".
Precisa: ''Cuando digo que México no tiene una tradición científica es que no mantiene políticas permanentes que sean transexenales, que superen las doctrinas impuestas por el grupo que está en un momento dado en el poder, que sean a largo plazo e inviolables, que sean política de Estado".
La diferencia con los países europeos, pone como ejemplo, es que han cultivado la ciencia con gran respeto desde hace 200 años. Además, ahí los científicos, la ciencia y la política de la ciencia no tienen que ver con la opción de un personaje o de un grupo de legisladores, o con que la consideren importante o no.
Contextualiza: ''Lo que pasa es que vemos con cierta desesperación que no se consolida la política científica mexicana. Las propuestas son muy buenas, el discurso, pero es necesario aterrizar ya muchas cosas. Y esto es asunto de los poderes Legislativo y Ejecutivo. En ambos lados tienen que escucharnos a como dé lugar". El gobierno, dice Sotelo, debe respaldar a las universidades e instituciones públicas porque la creatividad científica mexicana prácticamente gravita sobre ellas.
''En cambio, y a diferencia de otros países, la participación privada en la ciencia mexicana es insignificante, por no decir nula. Tampoco las instituciones de enseñanza superior privada aportan, ni para la generación de talento."
Aquí Sotelo observa una responsabilidad pendiente de esos sectores particulares. Pero, aclara, ''eso también es consecuencia de la falta de una política nacional, de Estado, para la ciencia.
''Lo que falta en México es tener una política y una tradición científicas. Es necesario que el gobierno aporte más dinero y que el porcentaje del PIB para ciencia sea mayor. Pero la falta de política en ciencia va más allá. Y la iniciativa privada no ha cumplido su parte."
Para Sotelo hace falta una conciencia nacional de que la ciencia nos puede llevar al desarrollo, que representa inversión económica y progreso. ''Los países que progresan son aquellos que resuelven sus problemas con el método científico. En cualquier campo: agronomía, medicina, hasta astronomía, son una fuente de riqueza".
Optimista, percibe una transformación en México. ''Ese cambio supera ya las veleidades políticas porque se creó una masa crítica importante de investigadores con fuerza de opinión que no existía. Antes nada más era estar con la mano estirada para ver si había una actitud graciosa y generosa, dadivosa, que la llegó a haber".
Para Sotelo, si bien es cierto que México no ha logrado generar una cultura de la ciencia y una tradición científica importantes (''porque hemos andado a muchos brincos a través de los cambios sexenales y por los propios destinos económicos de la política mexicana"), también sería injusto no mencionar que en los últimos 20 años han habido ''progresos dramáticos" en el apoyo a la ciencia.
''Estoy en desacuerdo con algunos colegas que más bien lo que ven es la brecha enorme que nos separa de países que tienen una gran política científica".
Y da un ejemplo de los esfuerzos para consolidar una comunidad científica mexicana: ''El Sistema Nacional de Investigadores (SNI) es una gran creación y un invento mexicano. Obviamente, a los no seleccionados los deja irritados o inquietos, y en este aspecto hay mucho por mejorar, pero es un verdadero acierto de credencialización. México por fin tiene una comunidad científica identificada."
Por otro lado, menciona que el Conacyt se debe consolidar y reforzar como una agencia de mayor persuasión nacional. ''Hay muchas cosas que ya no tienen reversa. Con el SNI y el Conacyt sólo se puede ir para adelante, se deben consolidar y llegar a otras etapas, adaptadas a un país pobre como éste.''