Directora General: Carmen Lira Saade

México D.F. Martes 29 de enero de 2002

Cultura

Ť Carmela, en edición de Alfaguara, marca su primera incursión en la novela

Amalia Decker se atrevió a escribir como catarsis y para enfrentar el olvido

RENATO RAVELO

Amalia Decker es atrevida. Siempre lo ha sido, desde muy joven cuando entró en la guerrilla, cuando entrenó en Cuba, cuando regresó a su entrañable Bolivia a conducir televisión y a incursionar en la política. Lo es ahora que publica un esbozo de sus años, desde aquel día de la Asunción de 1955 en que vino al mundo, con el cordón umbilical enrollado en el cuello: ''Carmela nació con el grito ahogado'', como empieza su novela, porque Decker se atrevió a la literatura por vez primera.

Su rostro anguloso explica por qué David, lugarteniente del Che Guevara, se prendó de la niña que entró al cuarto en el que el padre de Carmela, Mauro Macker, daba refugio a los sobrevivientes de la guerrilla, y comó en la conversación de esa noche sembró una semilla agridulce en el impresionable corazón infantil.

Cierta tristeza en la mirada anuncia los dos discursos enlazados en Carmela: ''Vivimos en países maravillosos donde la eternidad dura un segundo; escribí para recordar lo que no debía olvidar, porque ahora la democracia ha querido borrar el pasado'', si bien la novela nació de un desengaño amoroso.

Decker, nacida en Cochabamba, funge en su país como responsable de estrategias de comunicación de la reforma educativa, ''su nueva utopía'' desde hace cinco años, en los que ''he luchado por el respeto a la diferencia, pero no con la palabra 'tolerancia' que suena como que aguantas algo que no te gusta, sino con la dignificación que implica reconocer a alguien con derechos''.

En ese cargo ha logrado la modalidad bilingüe para aquellas comunidades que en Bolivia sólo hablan su lengua: ''Creo que los cambios van en esa vía''.

amaliaDescubrir el placer de la palabra

Hace cuatro años, de manera casual, Decker emprendió la escritura de la novela. Todo empezó en el sicoanálisis, con la frase del ''grito ahogado'', porque ''el doctor me dijo que escribiera, que era una manera de catarsis, de enfrentamiento. Lo hice y cuando me di cuenta ya tenía bastante material que implicaba también la historia de Bolivia. Se lo envié a una amiga chilena que trabajó en la editorial Siglo XXI en México, y que conocí cuando estuve aquí en el exilio''.

Bertha Inés Concha Enríquez se llama la amiga que tuvo, en Santiago, seis meses el manuscrito: ''Carmela regresó de Chile con sugerencias para pulir, revisar la sintaxis y resolver la encrucijada de si sería novela o crónica periodística. Con la editorial Alfaguara vino el asunto sobre si conservar los nombres originales. Se dudó, pero se terminó por considerar que era también momento de una catarsis política en el país''.

El éxito fue inmediato, fue un ''proceso que vivieron muchos'', y la existencia de Carmela, de alguna manera, dejó que Amalia siguiera adelante en su vida catapultada por los hombres: ''Considero que el tránsito en esta vida es de dos''. Julio fue el motivo del sicoanálisis y el pretexto de la novela.

-¿Qué pasó con Julio?

-Es un hombre entrañable a quien quiero mucho, tengo una relación maravillosa con él, pero, como dice el corrido, él ''se fue, me dejó''.

Para Amalia lo que empezó como una catarsis personal terminó en éxito editorial y vocacionalmente es ahora un encuentro con la palabra. ''He descubierto el placer de la palabra. Como he dicho y lo sostengo, no pretendo poseer una escritura técnica, si en la escritura no hubieron escaletas; fue muy catártico. En el original por el oficio de periodista había mucha crónica.''

Amalia Decker se desempeñó como analista de prensa internacional en Hacienda y Crédito Público, en uno de sus varios exilios: ''Somos pueblos muy orales, eso lo descubrí con el sicoanálisis. Pero con la escritura no tengo problemas, puedo hacerlo sin condiciones particulares de música o espacio, mientras espero a un entrevistado. Si bien en Carmela hubo gente que me dijo que era muy pudorosa con lo erótico''.

-¿Tu siguiente libro tendrá el erotismo como uno de los hilos? ¿Dejará de ser biográfico?

-Siento la sensación de que ahora tengo más posibilidades de volar, pero no va a ser erótico: el eje es otra vez la historia. Hay un capítulo en Carmela, el de ''la abuela'', mujer latifundista, gamonal que termina enrolada en la izquierda. Creo que eso da para una historia de la que ya tengo 150 páginas y quizá salga el próximo año.

Por lo pronto Amalia dejó a Carmela, su hija en más de un sentido, a consideración en el país que le dio cobijo, como a muchos otros ''hermanos latinoamericanos'', como hacía mucho no se oía decir, en este proceso de ''globalización que quiere borrar el pasado''.