Emilio Pradilla Cobos
El todo y las partes de la metrópoli
La Zona Metropolitana del Valle de México, la segunda mayor concentración urbana del mundo, con 18.4 millones de habitantes en 2000, donde en 1998 se creaba 37.2 por ciento de la producción industrial mexicana y se generaba 33.2 por ciento del producto nacional bruto, ha llegado a un alto grado de complejidad demográfica, económica, social, cultural, política, ambiental y territorial. A pesar de su fragmentación político-administrativa en tres entidades federativas y 75 administraciones locales (16 delegaciones y 59 municipios), la metrópoli es una totalidad articulada e interdependiente, y los procesos urbanos actúan en cada una de sus partes sobre las otras y el todo metropolitano. Lo que ocurre en cada uno de los sectores de la actividad urbana afecta a los demás, al funcionamiento socioeconómico global, y se expresa territorialmente.
Esta unidad, reconocida verbalmente por técnicos y políticos, no se expresa en la planeación y la gestión pública ni en la práctica de las organizaciones sociales o en la acción de los agentes privados. La debilidad y poca operatividad de los espacios e instrumentos de la coordinación metropolitana realmente existente hacen muy limitada e insuficiente la concertación de los planes, políticas, programas y acciones emprendidas por cada una de las partes, y ha llevado o puede llevar a que no correspondan, se contradigan o vayan en sentido opuesto a las de las demás. Algunos ejemplos recientes son ilustrativos: el nuevo aeropuerto en Texcoco, los segundos pisos en Periférico y Viaducto, el Bando 2 en el Distrito Federal y las políticas de vivienda y transporte en ambas entidades no fueron acordadas entre las partes, ni han logrado su consenso, y parecen oponerse unas con otras, y sus efectos de conjunto podrían acentuar los graves desequilibrios metropolitanos.
Esta misma fragmentación en las políticas y acciones ocurre entre los distintos sectores en que se organiza la administración pública en cada una de las partes, cuyos programas y acciones no alcanzan el grado de armonía y coherencia que requeriría enfrentar la compleja e interrelacionada problemática urbana metropolitana. La experiencia histórica muestra que para lograrla no basta la centralización de decisiones propia del régimen político aún vigente; sería más apropiada una relación horizontal que intersecte y articule los diferentes sectores y dependencias de la administración.
Uno de los factores agravantes de esta situación es el debilitamiento creciente de la planeación del desarrollo en sus diferentes ámbitos. La planeación en México, a pesar de la legislación en la materia, nunca alcanzó el estatuto de instrumento real, eficaz y operativo, dotado de medios suficientes de aplicación, para el diseño sustentado y consciente y la orientación estratégica, socialmente asumida, del futuro nacional, regional y urbano. El neoliberalismo, con su "adelgazamiento del Estado", su acentuado protagonismo del mercado y la "iniciativa privada", su ideología individualista, el marketing político, como sustituto de la acción programática, y el empirismo y pragmatismo en las decisiones, han llevado a la continua pérdida de fuerza, casi a la extinción de la planeación, hoy reducida a un discurso general de intenciones lleno de objetivos declarativos, carente de concreción y en el que no aparecen los proyectos que realmente se quieren aplicar, y sin medios e instrumentos de implantación para su cumplimiento.
Aun a riesgo de que nos llamen utópicos, creemos que la revisión en curso del Programa General de Desarrollo Urbano del Distrito Federal y del Programa de Ordenación de la Zona Metropolitana del Valle de México podría y debería ser la ocasión para realizar un amplio y riguroso debate público en la sociedad y entre las diferentes administraciones y sus sectores, recogido por un sólido equipo de planeación para diseñar el proyecto estratégico de la metrópoli del futuro que todos piden, y para avanzar en la construcción de consensos sociales democráticos, políticas públicas (no sólo gubernamentales) e instrumentos eficaces para avanzar en su materialización.
Cuando todos exigen un cambio sustantivo en la arquitectura del Estado mexicano que lleve a la transición hacia un nuevo régimen político, parece igualmente importante abordar el tema constitucional de la formación de autoridades metropolitanas en las grandes concentraciones urbanas donde la fragmentación administrativa limita o se opone al desarrollo urbano-regional. En la Zona Metropolitana del Valle de México parece necesario hacer un mayor esfuerzo institucional y de los actores políticos, para abrir espacios a la discusión conjunta, la concertación y la armonización de las políticas y proyectos urbanos parciales, cuya magnitud e impacto afectan toda la metrópoli.