José Cueli
Trastornos del aprendizaje
Hablar acerca de la educación es todo un reto. De hecho, Sigmund Freud dijo en algún momento que existían tres profesiones imposibles: educar, gobernar y sicoanalizar, queriendo destacar con ello la dificultad intrínseca de esas tres disciplinas.
Si acudimos a un diccionario de sinónimos, el verbo educar se equipara a instruir, ilustrar, doctrinar, dirigir, encaminar, iluminar, alumbrar, iniciar, disciplinar, documentar, demostrar, explicar, profesar, afinar, desarrollar, perfeccionar, dar lección, explicar... Y si a ello agregamos que el individuo por educarse es un ente biosicosocial, la situación se complejiza aún más. Saltan a la vista las grandes responsabilidades de diversa índole (éticas, sociales y políticas) implicadas en la tarea educativa.
En tiempos de globalización resulta inaplazable repensar el lugar de la educación, ya que para muchos millones de individuos a lo largo y ancho del planeta esta estrategia con fundamentos básicamente políticos y económicos resulta violentamente excluyente.
Si pensamos que la educación posibilita el desarrollo del pensamiento y la creatividad del individuo, así como su integración a la sociedad y por tanto la posibilidad de ejercer sus derechos y su libertad individual, privar al sujeto del acceso a la educación es privarlo de su libertad y sus derechos.
Si bien las circunstancias de por sí son preocupantes, existe un grupo particular de educandos que amerita especial atención, ya que a lo antes mencionado, en ellos se agrega el hecho de requerir apoyos adicionales en su proceso educativo, me refiero con ello a niños y adolescentes que presentan trastornos de aprendizaje.
La sicoanalista Fátima Bellido comenta en uno de sus trabajos lo siguiente: "Sabemos que alrededor de 30 por ciento de los niños que ingresan a la educación primaria son portadores de una desviación en los patrones de maduración neurológica. Las manifestaciones pueden ser diversas y variar en grados; sin embargo, en términos generales, en la gran mayoría se ven afectados los procesos perceptuales auditivos y visuales, suele haber fallas en los procesos de atención y concentración, falta de cordinación motora gruesa y fina".
Más adelante, destaca: "si bien la mayoría de ellos cuenta con un potencial intelectual normal e incluso por arriba del promedio fracasan al enfrentarse al proceso de adquisición de la lectoescritura".
Si bien sabemos que lo indicado es un adecuado diagnóstico y un manejo multidisciplinario, Bellido enfatiza que son muchas las preguntas en las que debemos reflexionar ante el diagnóstico sicopedagógico y/o neurológico de trastorno de aprendizaje": ''ƑCómo se estructura el carácter y la personalidad y el yo en estas circunstancias dadas las alteraciones perceptuales? ƑCómo se maneja la herida narcisista en los padres y en el niño? ƑQué mecanismos defensivos se erigen para contender con el fracaso, la baja autoestima y el rechazo? ƑDónde queda el dolor por las expectativas defraudadas y cómo se elabora? ƑCómo enfrentan estos niños y sus familias las crisis de desarrollo? ƑEn qué momento aparecen las fijaciones y las detenciones de desarrollo emocional más las muy frecuentes manifestaciones psicosomáticas como agregados al trastorno de aprendizaje? ƑCómo incide todo esto en la dinámica familiar y en el ámbito escolar?". ƑQué sucede o cómo se modifica el vínculo madre-hijo?".
Vemos con lo anterior la importancia de una aproximación psicoanalítica al diagnóstico y manejo de los trastornos de aprendizaje.
Tal como dijo Maud Mannoni (Carta abierta a todos, L'humanité, 12/06/96): "Aquello que los niños precisan no es resignación sino pasión. Ello sueñan con un mundo donde los actores puedan hablar en nombre propio escapando a la obligación de parecer conformes".