Luis Hernández Navarro
Porto Alegre y el neoliberalismo
Los atentados del 11 de septiembre debilitaron y contuvieron los movimientos que se oponen a la globalización neoliberal. La ola de patriotismo que sacudió Estados Unidos detuvo la radicalización política de los trabajadores, así como el movimiento sindical de ese país, y colocó a las fuerzas progresistas a la defensiva. Las movilizaciones europeas para detener la guerra trasladaron el eje de las protestas del "pueblo de Seattle" de la crítica a la mundialización a la exigencia de paz.
Estimulado por la crisis argentina, el segundo encuentro de Porto Alegre puso punto final a esta situación. Fue un momento clave para que los destacamentos que lo integran pusieran fin a su dispersión, se reorganizaran y reposicionaran políticamente. El Foro Social Mundial (FSM) disputó a la cumbre de los poderosos de Davos-Nueva York la autoridad de proponer visiones de futuro y cuestionó la legitimidad de esa nueva versión del pensamiento único y de poder constituyente de facto: la guerra contra el terrorismo.
En Porto Alegre se encontraron la vieja izquierda y los nuevos movimientos populares. Aunque los partidos políticos no pudieron participar en el foro, sí lo hicieron sus militantes en calidad de parlamentarios, dirigentes sociales o conferencistas. Salvo los integrantes del PT brasileño -una de las fuerzas claves detrás del foro- y, en menor medida, Refundación Comunista de Italia, el perfil que tuvieron en el encuentro fue bajo. El protagonismo de la nueva convergencia no pasa por sus filas. Fue notable también la escasa presencia de militantes del PRD mexicano en la reunión.
A diferencia de una arraigada tradición presente en las izquierdas internacionales, que sujeta los encuentros internacionales a su adscripción a una fuerza política o a los intereses de algún país, el FSM no depende ideológicamente de ninguna nación o partido. Es una convergencia totalmente independiente y autónoma. Asuntos como la naturaleza del régimen cubano pasaron inadvertidos.
En el FSM convivieron con éxito amplios movimientos sociales que combinan la lucha reivindicativa con las transformaciones políticas radicales como Vía Campesina, la CONAIE de Ecuador y los Sin Tierra, y ONG con pequeñas membresías, pero con capacidad para captar recursos económicos, articular intereses y ofrecer servicios profesionales. La relación entre unos y otros es usualmente difícil porque se diputan los mismos espacios, pero en el foro establecieron un diálogo fructífero.
Coincidieron en el FSM quienes promueven mecanismos de acción basados en la centralización política y buscan tomar el poder, y quienes prefieren construir redes descentralizadas y cambiar el mundo. Se reunieron los que privilegian la intervención política en los espacios institucionales con los que trabajan por afuera. Debatieron los que reivindican la primacía de la democracia representativa con los que apuestan por la democracia de base. Dialogaron quienes se asumen vanguardias políticas del proceso y quienes se ven a sí mismos como facilitadores de la acción popular.
En Porto Alegre convergieron la lucha contra el neoliberalismo y la que está a favor de la paz. La exigencia de cancelar la deuda externa, que fue clave para la izquierda latinoamericana a mediados de la década de los ochenta y que revivió auspiciada por la Iglesia católica durante la campaña Jubileo 2000, tan sólo fue una más de las problemáticas tratadas en el foro. En cambio, asuntos como el Area de Libre Cambio de las Américas (ALCA) surgieron como ejes de movilización masiva entre los delegados del continente americano. El próximo septiembre se efectuará una que partirá desde México para llegar a Tierra del Fuego.
A pesar de que se celebraron varias mesas para analizar la naturaleza del sistema mundial realmente existente (imperialismo o imperio) y de que asuntos como la situación y futuro del Estado-nación tiene gran importancia para los movimientos frente a la globalización, el debate no adquirió demasiadas repercusiones y asumió, en mucho, contenidos similares a los de un seminario académico. El retraso de las fuerzas políticas en el análisis de esta situación y su nostalgia hacia los viejos conceptos resultaron evidentes.
Como sucedió el año pasado, Porto Alegre concluirá sin manifiestos, declaraciones finales o documentos síntesis, pero esto no implica que todo será igual a como era antes. Las 27 conferencias centrales sacarán conclusiones y sus asistentes auspiciarán iniciativas y planes de acción. La dinámica de descentralización organizativa que regula la vida del FSM no se traduce en parálisis; por el contrario, estimula la expresión de las iniciativas desde abajo.
En Porto Alegre el socialismo se atrevió a decir nuevamente su nombre sin vergüenza ni camuflaje. El renacimiento de la lucha emancipatoria que se iniciara en enero de 1994 adquirió aquí nueva dimensión.