"Los ricos
también lloran"
La historia que
le vamos a contar bien podría tener por título
algunos de estos refranes; "Los ricos
también lloran", "Haz fama y
acuéstate a dormir", "Dime con quién
andas y te diré quién eres" o "Como
te ven te tratan".
El penoso asunto se verificó hace apenas unos
meses. Un grupo de almas caritativas y
bondadosas, con tiempo de sobra para auxiliar a
los más necesitados, tuvo la iniciativa de crear
una fundación que redimiera a los pobres o, por
lo menos, les hiciera un poco confortable su
estancia por este valle de lágrimas.
Los espíritus de buena voluntad eran guiados por
una mujer de experiencia infinita en las artes de
ayudar a los arruinados. Su nombre: Patricia
Kurczyn de Piña Olaya, promotora, entre otras
cosas, del Hospital para el Niño Poblano.
La empresa de nobles objetivos fue bautizada por
sus creadoras como "Juntos, Desarrollo
Social Asociación Civil", y estableció sus
modestas oficinas en la avenida Reforma número
540, interior 102, en el corazón de la Puebla de
los çngeles y Zaragoza (una zona donde los
bienes y raíces son bajísimos).
oh nefasto destino que no comprendes a las
bienaventuradas!, ingrata sorpresa se llevaron
nuestras mujeres cuando la cruel secretaría les
dio un
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Presurosas por ayudar, las damas
buscaron afanosas un lugar donde sus servicios
fueran necesitados con urgencia. No tardaron en
dar con el sitio. Llegaron a Tecamachalco con un
halo de esperanza, pero apenas iniciaron su
tarea, se encontraron con un obstáculo: hacían
falta recursos para poder emprender su loable
misión.
Ni tardas ni perezosas hallaron una solución al
diminuto problema de los dineros.
-¡Pidamos a la Secretaría de Hacienda que nos
conceda un permiso para expedir recibos de
donativos deducibles de impuestos! -propuso una
de las voluntarias.
-¡Sí, claro, las personas que trabajan allí
son tan solidarias y preocupadas por los que no
tienen en qué caerse muertos; además, no nos
faltarán empresarios y políticos exitosos que
con gusto se desprendan de lo mucho que les sobra
con tal de ayudar a los jodidos! -exclamó otra.
Así, entusiasmadas, nuestras heroínas y su
líder solicitaron a la dependencia el favor.
¡Pero, rotundo ¡no! como respuesta.
El hada de la envidia se posó sobre la cabeza de
una de las frustradas y le hizo decir algo de lo
que se arrepintió toda su vida: "¡Tal vez
no nos dieron el permiso para los recibos
deducibles por culpa de doña Paty, porque han de
pensar que ella tiene dinero de sobra para ayudar
solita a los pobres!".
Moraleja: No hay influencia que valga a la hora
de querer ayudar a los que nada tienen. Tan, tan.
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