Viernes 8 de febrero de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Entrepanes

Cambiar de alma

n Alejandra Fonseca

"¡Quiero cambiar! -alegó el joven consigo mismo en voz fuerte y alterada-. ¡No sé qué me pasa, pero no me gusto!" Sufría; era de noche y sufría. Desde temprana hora de ese día se había sentido triste, raro. "¿Por qué me siento tan infeliz?", se había preguntado varias veces desde muchas horas antes.
Presentía la crisis. "¿Crisis de qué?" se cuestionó mil veces, y mil una se respondió: "Estoy lleno de rencores, envidias, rechazos, odios, destrucción... Todo el tiempo compito, critico, juzgo, menosprecio, condeno... ¿A quién abracé hoy, quién me acarició, a quién puedo recurrir para decirle cómo me siento? A nadie", fue la sentencia. "¿Qué me pasa?", indagó con rabia, "¿dónde puedo encontrar consuelo y respuestas?", y llevó sus manos al rostro para acallar el llanto contenido.
Recostado en su cama buscó su almohada y la abrazó. Se incorporó para sentarse y puso el cojín en su cara para ahogar su desesperación. Estaba solo, ni el gato que siempre llegaba al escuchar abrir la cochera lo acompañó al interior de la casa donde tomaba el tazón de leche que el joven le ofrecía. "¿Por qué me he vuelto así, qué me pasa?", inquirió. "¡Quiero morirme, prefiero estar muerto y que se acabe ésto!", aseveró con violencia. Vio al techo, cerró los ojos y así miró el lugar más oscuro que haya conocido jamás. "¿Cómo salir?", preguntó, "¿cómo le hacen los que están del lado luminoso?".
En su mente recuperó los semblantes sonrientes, serenos y tranquilos de los seres de luz que conocía: "Y estamos en el mismo mundo jodido", afirmó, "¿cómo le hacen?", demandó restregando con ansiedad su rostro húmedo y cansado. "Paz...", dijo agotado, "lo que necesito es paz". Recordó las palabras de un amigo recién salido del lugar donde curan adictos: Cree, Hugo; cree en lo que sea, pero cree... ten fe en que puedes cambiar. Lo único que tienes que aprender en esta vida es aprender a aprender porque no hay respuestas seguras, ni establecidas, nada está escrito, tienes que andarlas buscando siempre... si algún día llegas al punto de descubrir que tu alma está podrida, cámbiala, constrúyete otra, invéntatela, peléala como la necesites, pero no te dejes...
"Cambiar de alma, inventarme una nueva, pelear... estoy envenenado, tengo que pelear", reflexionó. Recordó sin culpa su deseo de morir: "En esta podredumbre, de alguna manera, mueres", manifestó en voz alta y con la mirada anegada. Echó a un lado la ya húmeda almohada, se levantó sigiloso de la cama, abrió un cajón, sacó una vela, la encendió, y con su luz caminó hacia la imagen de su dios. Frente a él, con el alma de rodillas, oró: "En verdad eres justo, Señor, si peleo".