Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 10 de febrero de 2002
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Política
Jenaro Villamil

Chávez, el pleito con el espejo

En sus numerosas ruedas de prensa, el mandatario venezolano Hugo Chávez acostumbra dirigirse a los reporteros del periódico El Nacional ?uno de sus principales críticos? como "señores representantes de la oligarquía". No es para menos. La revolución bolivariana que ha decidido encabezar el ex brigadier paracaidista no busca condescender con las grandes empresas de comunicación de su país, sino imponérseles. Y, ahora, en medio del acoso interno con el aparente beneplácito de Washington, Chávez se enfrenta a un segundo frente: su guerra con los medios.

Para no pocos analistas venezolanos, Chávez se ha convertido en una especie de Bonaparte mediático que pretende dominar hasta la última coma de lo que se publique o transmita sobre él. Para disgusto de las clases pudientes, la demagogia presidencial aún tiene asidero entre la mayoría de los venezolanos pobres. Y para desgaste de sus seguidores y asombro de no pocos observadores extranjeros, el mandatario ha construido un discurso que mezcla lo mismo a Simón Bolívar que a Carlos Marx, la Biblia o a su admirado John Kenneth Galbraith. Su sicólogo personal, Edmundo Chirinos, confiesa: "Hugo tiene rasgos de narcisismo" (Gatopardo, noviembre de 2001).

Desde su investidura, Chávez se transformó en el principal protagonista, conductor y comentarista de sus propias noticias en el programa radiofónico Aló, presidente y de la emisión televisiva De frente con el presidente, que se puede prolongar por más de cuatro horas, transmisiones durante las cuales aborda desde los sucesos del día hasta consejos para lavarse la boca o para apreciar un buen partido de beisbol.

La cuestión central ?que, por supuesto, no es exclusiva del presidente venezolano? es que este estilo revela una concepción de comunicación política muy riesgosa: monopolizar el micrófono y pretender que los medios son espejos de la imagen que el político quiere de su proyecto y de su gobierno.

La unilateralidad del mensaje ha devenido saturación. El exceso verbal ha opacado hasta las medidas políticas más importantes que ha tomado este ambicioso militar que emergió del derrumbe de una clase política corrupta y que fundó el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200). El momento estelar de este movimiento fue en febrero de 1992, cuando Chávez y otros 300 efectivos de elite encabezaron una revuelta que puso en jaque al gobierno de Carlos Andrés Pérez, odiado no por sus excesos mediáticos, sino por sus medidas antipopulares que se inauguraron con el caracazo.

Confiar en exceso en la sobrexposición de la palabra presidencial ha tenido un efecto negativo para Chávez y es un claro mensaje para muchos otros políticos. Un estudio elaborado por Magda Cox revela que a finales de 2001 las encuestas señalaban que más de 70 por ciento de los venezolanos consideraba un abuso las "cadenas" televisivas de Chávez que obligaban a suspender las transmisiones normales. La empresa AGB Panamericana de Venezuela Medición indicó en un estudio que el rating de sus programas pasó de 32 por ciento de audiencia potencial hasta cerca de 23 por ciento al inicio de 2002 y esta tendencia a la baja se ha mantenido.

Con la saturación se han sucedido también las disputas con los medios y los tribunales. El 12 de junio de 2001 el Tribunal Supremo, integrado a la medida del mandatario, dictaminó una resolución que priva a los periodistas del derecho de réplica, precisamente después de las acusaciones del presidente venezolano en su programa Aló, presidente. Durante el paro nacional de diciembre de 2001, varios periódicos como El Mundo y El Nacional decidieron cortar su circulación para presionar a Chávez, a quien no pocos medios lo caricaturizan como "el loco" o un Hitler sudamericano.

La reciente intentona golpista del coronel Pedro Soto, que parece haberse desinflado y ser, al mismo tiempo, un producto mediático, sugiere que el chavismo requiere replantearse bien sus estrategias de comunicación política. No es la primera revuelta que Chávez enfrenta. En los primeros meses de 2000 varios antiguos comandantes de su aventura golpista de 1992 lo acusaron de ser protector de nuevos corruptos. El 19 de agosto de 2000, cuando juró para un nuevo mandato hasta 2006 con posibilidad de relección, Chávez ya había logrado imponerse a su ex compañero de armas, Francisco Arias Cárdenas.

Lo novedoso es que la crisis política interna se combina con una severa crítica a la política de comunicación chavista. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, órgano de la Organización de Estados Americanos, condenó hace unos días los "actos de hostigamiento y desprestigio contra periodistas y medios de comunicación", y los periódicos venezolanos y la cadena televisiva Globovisión no dudan en acrecentar sus críticas al régimen.

Por el momento, una de las lecciones fundamentales que se pueden extraer del caso chavista es que la fascinación por gobernar suplantando a los propios medios se convierte, tarde o temprano, en un bumerán para el propio político.

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