Descentralizar la investigación Alberto Herrera Un gran porcentaje del apoyo que otorga el gobierno federal a proyectos de investigación lo hace a través de una institución: el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el cual es percibido como el instrumento del gobierno para el desarrollo tecnológico. Uno de los problemas inherentes a la centralización es la dificultad de definir campos prioritarios. Son múltiples los ejemplos en los que otros países han logrado convertirse en líderes comerciales en algún rubro específico a partir de haber decidido invertir en forma programada y conjunta en el desarrollo de cierta tecnología. El apoyo que el gobierno de Estados Unidos otorgó a internet es responsable de la expansión económica sin precedente que goza la red. El avance automotriz en Corea fue precedido de un plan de desarrollo visionario. Cuba es ahora líder en vacunas gracias a los esfuerzos concientes y coordinados que precedieron a partir de una política gubernamental. Desafortunadamente, México no cuenta con planes definidos o políticas claras de desarrollo tecnológico. El país está condenado a perder competitividad en las ramas en las que sí la tiene, y no podrá competir en otras, a menos que a nivel nacional tengamos como meta el desarrollo tecnológico en ciertas áreas estratégicas. ¿Cuáles han sido las razones que han impedido la definición de prioridades en nuestro país? Una de ellas ha sido la centralización de los criterios de asignación de recursos a la investigación. La gran mayoría de los investigadores cuenta solamente con los recursos que otorga el Conacyt para la realización de proyectos de investigación científica y tecnológica. Es por ello que cualquier cambio que el Conacyt realice en sus criterios de asignación de recursos tendrá una alta repercusión dentro de la comunidad científica. Esto provoca una gran inercia en contra de la implantación de prioridades nacionales o el financiamiento de sólo ciertas áreas de interés nacional. Dada la estructura actual de nuestro sistema de ciencia y tecnología, acciones como ésta podrían derivar en la paralización de científicos y, en un extremo, de centros de investigación. No reinventemos el hilo negro. Este problema ya fue atacado en otros países. La National Science Foundation, el equivalente del Conacyt en EU, es sólo una más de las agencias que administran fondos para investigación. Los diferentes departamentos (secretarías) de EU cuentan con oficinas de ciencia que también se encargan de financiar proyectos de investigación. En México, el gobierno federal ya se encuentra dividido en los sectores que son de importancia para el Estado. Las secretarías y las entidades de la administración pública federal son las responsables por parte del Estado de atacar los problemas relacionados a su ramo, y son las unidades que naturalmente deben promover la investigación como una herramienta para resolver los problemas científicos y tecnológicos de sus sectores. Aunque han contado con ciertos recursos para ello, hasta ahora no han logrado colocar a México como líder tecnológico en un número significativo de rubros. La investigación científica y tecnológica que realizan las unidades federales difícilmente han resultado en artículos científicos o patentes, ya que, en general, éstas han entendido la labor de investigación como actualización tecnológica. Esto último es resultado de la carencia de tradición científica en nuestro país y que se refleja en todos los niveles de gobierno. Será necesario, entonces, que la definición de prioridades nacionales tenga su origen en las secretarías y entidades de la administración pública federal, cada una en forma independiente, pero con una fuerte asesoría del sector productivo y del académico. Cada una de las entidades administrativas del gobierno federal deberá contar con una oficina de investigación científica y tecnológica que financie investigación en los rubros que cada una haya definido como prioritarios. No es factible pensar que las entidades de la administración pública, el consejo, o el sector académico, por sí mismos o mediante terceros, pero en forma aislada, definan esas prioridades. Es necesaria la participación de todos ellos en forma conjunta a través de foros organizados por cada dependencia. La participación de la comunidad científica es importante, ya que es en principio la que cuenta con una idea más clara del estado del campo y de la investigación que es posible realizar. El sector privado podrá aportar una visión cercana y realista de los problemas tecnológicos que enfrenta su ramo. La ventaja tecnológica es un elemento de competitividad y el desarrollo tecnológico es fuertemente promovido por la competencia en el sector privado, por lo que la participación de este sector es fundamental. Aunque el Conacyt no debe ser descobijado sino más bien apoyado con mayores recursos, el grueso de los fondos que el gobierno destine hacia la investigación debe administrarse por las oficinas de investigación de las entidades administrativas del gobierno federal: descentralicemos a la investigación en México. El autor es profesor del Centro de Investigación
y Estudios Avanzados, Unidad Querétaro
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