Carlos H. Avila-Bello La ciencia mexicana, en peligro de extinción El 30 de octubre de 2001 se presentó el Programa Especial de Ciencia y Tecnología; durante ese evento se dijo que la educación, la ciencia y la tecnología serían una prioridad nacional. El Presidente de la República afirmó que al final del sexenio la inversión en ciencia y tecnología llegará a 1.0 por ciento del PIB. Sin embargo, para el mes de diciembre se anunció una disminución en el presupuesto de educación, ciencia y tecnología. Finalmente, el presupuesto del Conacyt aumentó alrededor de 25 por ciento y ahora es de 4 mil 366 millones pesos, es decir, aumentó mil millones de pesos; sin embargo, el presupuesto real para universidades y educación en general disminuyó.
Los resultados fueron especialmente preocupantes en matemáticas, ciencias y comprensión de lectura. Uno de los papeles fundamentales de la ciencia es generar conocimiento nuevo y original, éste debe encontrar su eco en la educación y debe ser aprendido y apropiado no sólo por los alumnos, sino también por la sociedad. Si no generamos conocimiento, nuestro país vivirá indudablemente en el atraso permanente. A su vez, es importante no olvidar que el proceso de generación de tecnología involucra una trilogía inseparable: ciencia básica-ciencia aplicada-tecnología. Las dos últimas están dedicadas a resolver problemas nacionales, pero no pueden existir sin la primera. Si se cree que la ciencia puede y debe contribuir al desarrollo del país, entonces el apoyo dedicado a esta noble y demandante actividad no debe disminuir, sino aumentar y cuando me refiero a incrementos, no sólo se debe pensar en el dinero que recibe cada institución para desarrollar proyectos originales, sino también en aumentos sustanciales a los salarios y estímulos para los académicos, profesores- investigadores o docentes, de acuerdo con el calificativo que cada institución les dé. Finalmente, es importante puntualizar que la aprobación de una reforma fiscal incompleta, confusa y en algunos casos injusta, no es la única respuesta ni la mejor para el desarrollo del país; creo que lo que merece una revisión a fondo es el tipo de modelo económico que el país ha seguido y que ha logrado a la maravilla ensanchar la brecha entre ricos y pobres y entre países subdesarrollados y desarrollados. Me parece que el modelo que presento en la figura de abajo, modificado de uno propuesto por Mario Bunge para lograr un desarrollo equilibrado, debe ser tomado en cuenta por quienes ejecutan las decisiones en el país, los desequilibrios pueden conducirnos a repetir lo que actualmente vive Argentina. Es fundamental entender que todos los componentes de una sociedad que busca su desarrollo son igualmente importantes. En la sociedad que busca su desarrollo todos los subsistemas guardan una estrecha relación y los intercambios entre ellos le dan coherencia y equilibrio al sistema, siempre y cuando no se favorezca el desarrollo de uno de los componentes en detrimento de otro. El autor es candidato a doctor del Programa de Agroecología
en el Colegio de Posgraduados
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