Enrique Florescano
Miserias y deformaciones de la enseñanza de la historia
Aun cuando desde los inicios de nuestro sistema educativo la historia fue considerada una asignatura importante, sus contenidos, los modos de enseñarla, la formación de los profesores, los métodos que la difunden y sus resultados poco han contribuido a formar mejores ciudadanos y mexicanos. Casi no hay estudios que registren el desempeño pormenorizado de la enseñanza de la historia en las escuelas mexicanas. Pero los escasos que existen confirman la exactitud del diagnóstico hecho por un libro dedicado a examinar la realidad educativa del país: una catástrofe silenciosa recorre los diferentes ámbitos del sistema educativo nacional.1 Veamos, en el ámbito de la enseñanza de la historia, dónde se ubican estas catástrofes y cuáles son sus características.2
Los contenidos. Supuestamente la enseñanza de la historia debería ofrecer a los niños y jóvenes una idea general sobre la formación de su país, sobre los principales procesos históricos que intervinieron en su desarrollo y sobre la diversidad de su población. Asimismo, la enseñanza de la historia debería ser un apoyo de la formación cívica de los estudiantes. Uno de sus fines sería capacitarlos para comprender la realidad social y el mundo que los rodea, y ofrecerles instrumentos básicos para actuar en el mundo exterior. Supuestamente la enseñanza de la historia, como la enseñanza en general, debería preparar a los niños a pensar bien, a reflexionar con propiedad y a manejar el conocimiento aprendido, de tal manera que pudieran transitar de la vida escolar a la vida productiva como individuos activos, participativos y creativos.
Sin embargo, en la realidad los contenidos de los libros de texto y de los programas escolares se dedican a formar en las mentes de los niños una concepción estrecha del desarrollo histórico del país, dominada por la idea de una identidad nacional uniforme. No hay congruencia entre los propósitos declarados de la enseñanza de la historia y los métodos adoptados para transmitirla, que están regidos por la memorización y las prácticas obsoletas. El problema mayor que presentan los libros de texto es que su contenido carece de un propósito definido desde el punto de vista histórico y pedagógico. No está claro qué se quiere enseñar de la historia de México, ni para qué ni cómo. Los libros de texto tampoco enseñan a pensar y explicar los procesos históricos. A veces hay una contradicción flagrante entre los temas seleccionados y los métodos adoptados para explicarlos. Los materiales didácticos se reducen al libro de texto, que es utilizado como única fuente de información y de consulta. En fin, según los expertos, la educación básica padece las siguientes deficiencias:
Al igual que en la primaria, el plan de estudios de la educación secundaria continúa basado en una pedagogía abstracta, de información, irrelevante para la vida real de los estudiantes; se transmiten contenidos desvinculados del entorno social específico donde se realiza la práctica educativa y, por esta vía, se garantiza el divorcio entre el conocimiento escolar y las demandas efectivas de la sociedad.
Los métodos de enseñanza. Sabemos que entre la población mexicana una de las lecturas más frecuentadas es la de los libros de historia; pero en las escuelas los niños unánimemente tienen esta materia como la más aburrida y la consideran un suplicio. Según algunas encuestas, los niños y jóvenes rechazan las clases de historia porque están basadas en la memorización y en procedimientos tradicionales. Son clases en las que están ausentes las técnicas que han renovado la impartición de conocimientos. Los profesores no fomentan el trabajo colectivo o las prácticas de grupo, y también están en contra de los métodos experimentales, las innovaciones pedagógicas y las visitas a museos o a los lugares históricos. En general, se manifiestan en contra de las técnicas que ponen en relación directa al alumno con los temas de estudio, y con las prácticas que los hacen pensar y actuar como individuos racionales. En todos estos casos el estudiante no es considerado un sujeto activo, sino un paciente sometido a la tutela del educador.
Los educadores. En nuestro país, el "elemento constitutivo central de la educación es el maestro". Sin embargo, los profesores son, sin duda alguna, uno de los puntos más débiles del actual sistema educativo. Las encuestas realizadas en el área de historia señalan que están mal pagados y carecen de motivaciones sociales e intelectuales para cumplir con su cometido, deficiencias que comparten con los demás profesores del sistema educativo. Las encuestas revelan que en la mayoría de los casos no tienen una preparación especializada en los temas históricos. Los datos disponibles informan que los profesores que imparten estas materias se formaron en otras especialidades. Esas mismas encuestas indican que los programas de actualización de conocimientos no han servido para remediar las deficiencias iniciales en la preparación de los maestros. Es decir, por su propia formación deficiente los profesores son los primeros en reproducir en el salón de clases los conocimientos obsoletos, las pedagogías inapropiadas y la frustración entre los alumnos.
Otro de los problemas que afectan la enseñanza de la historia es la desvinculación entre el profesor de la materia, las autoridades de la escuela y los padres de los alumnos. En general, los directores de la escuela y los jefes de enseñanza desconocen los enfoques, las pedagogías y las necesidades del programa de historia, por lo cual no prestan oídos a los planteamientos que hacen los docentes, o toman una posición contraria a sus demandas. Estas deformaciones se han profundizado porque los padres de familia que las perciben no tienen voz ni voto en la educación que se imparte a sus hijos. Están completamente marginados del sistema escolar.
En resumen, entre los retos que enfrenta el sistema educativo está el de "desarrollar su capacidad para atender integralmente al docente, desde su formación inicial hasta su actualización, procurar el mejoramiento de sus condiciones de trabajo y de salario, y reconocer su valorización social."
Los alumnos. En la lista de catástrofes que agobian al sistema educativo uno de los sectores más agraviados es el de los alumnos. El primer agravio proviene de la frustración que experimenta el niño que va a la escuela a aprender la historia de su patria y recibe en cambio una retahíla de nombres, fechas y acontecimientos que antes que comprender tiene que memorizar. El segundo agravio lo resiente cuando la escuela obstruye la relación de mutuo aprendizaje entre él y sus profesores, y en su lugar impone una relación gobernada por el autoritarismo, la no comunicación y la represión. El tercer y más resentido de los agravios es la carga de aburrimiento, apatía, rechazo y nulo aprovechamiento que inunda al alumno en las clases de historia; una carga que ahoga cualquier estímulo para estudiar, comprender o investigar.
Es decir, la enseñanza de la historia es contraria a los ideales básicos del sistema educativo. En lugar de enseñar inocula deficiencias en la formación de los alumnos y malquista al estudiante con la educación, los profesores y la escuela. Antes que estimular a los alumnos a ejercitar la crítica y abrirse al entendimiento de nuevos problemas, los encierra en la memorización insustancial y la apatía. Estas deformaciones de la enseñanza de la historia se localizan en la educación básica y se prolongan en la media y superior. Es decir, hay una crisis general de la enseñanza de la historia en el sistema educativo mexicano.
Por una reforma radical de la enseñanza de la historia
Este panorama de desastres indica que los mexicanos estamos obligados a emprender una reforma radical de la enseñanza de la historia. Puesto que la historia que hasta ahora hemos enseñado en nuestras escuelas está plagada de deficiencias y se enseña terriblemente mal, se impone la obligación de reformarla. No soy experto en asuntos educativos ni en materias pedagógicas, dos aspectos claves en cualquier programa de reforma educativa. Sin embargo, pienso que la reforma que necesitamos debe sustentarse en una estrategia que aspire a alcanzar los siguientes objetivos:
Primero. Promover una encuesta exhaustiva acerca de la situación actual del sistema educativo. En México son escasas las encuestas rigurosas sobre un fenómeno tan cambiante y sujeto a transformaciones profundas como la educación. Los países avanzados hacen periódicamente este tipo de ejercicios de evaluación y anualmente revisan las variables más sensibles a los cambios. Es evidente que para emprender una reforma rigurosa del sistema educativo se requiere una encuesta amplia y sistemática que permita elaborar un diagnóstico realista de los problemas que hoy afectan a las tareas educativas. Y es asimismo necesario que esa acción se encomiende, como se hace regularmente en Francia y otros países, a las personas más capacitadas y comprometidas con los desafíos educativos de su país.
Segundo. Debe elaborarse un programa de reformas basado en los resultados de la encuesta anterior. Es imprescindible que la propuesta de reformas a los métodos de enseñanza y al sistema educativo sea elaborada por una comisión integrada por un equipo de profesores, pedagogos, historiadores, padres de familia, escolares y expertos altamente calificados y comprometidos con el buen desarrollo del sistema educativo. Quiero decir que deberá ser una comisión independiente del sistema corporativo que hoy impide que la educación sea un asunto de interés público y una responsabilidad nacional.
Tercero. El programa de reformas debe estar integrado por acciones inmediatas, seguidas por otras de mediano y largo plazos, y las tres deberán ser objeto de evaluaciones periódicas que habrán de darse a conocer a la opinión pública.
La reforma de la enseñanza de la historia y del sistema educativo no puede olvidar que la enseñanza "nunca es una mera transmisión de conocimientos o destrezas prácticas, sino que se acompaña de un ideal de vida y de un proyecto de sociedad". La nueva propuesta educativa debe ser coherente con el proyecto de sociedad democrática que están construyendo los mexicanos.
1 Gilberto Guevara Niebla, La catástrofe silenciosa. Fondo de Cultura
Económica, 1992.
2 Los datos que se presentan en este artículo fueron extraídos del libro de Enrique Florescano Para qué estudiar y enseñar la historia. Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América, 2000.