Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 27 de febrero de 2002
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Política

Arnoldo Kraus

El médico como paciente

El médico, dicen los médicos, es mal paciente. El galeno, comentan algunos estudiosos, escoge esa profesión por temor a la muerte o porque se sabe vulnerable. El médico, aseveran los enfermos, se ha deshumanizado, se ha distanciado y ha dejado de acompañar, pues no comprende el sufrimiento que conllevan las enfermedades. El médico, aseguran algunas corrientes filosóficas, no entiende los intríngulis del mal, pues sólo en ocasiones lee lo que dicen los filósofos acerca de la melancolía o de la tristeza. Dramaturgos como Molière ironizan acerca de los doctores: "Ƒqué necesidad hay de cuatro médicos si con uno es suficiente para matar al paciente?", mientras compositores como Chopin se burlan y sostienen que "...uno de ellos olfateó lo que escupí, el otro tocó el lugar donde escupí y el tercero escuchaba y observaba mientras yo escupía. El primero me dijo que moriría, el segundo que me estaba muriendo y el tercero que šya estaba muerto!"

En suma, la figura del médico se ha transformado. Atrapado en los "tiempos rápidos" en los que todos navegamos, su presencia, sus derroteros y su "capacidad empática" se han deteriorado. Y Ƒqué dicen los doctores de los doctores enfermos?

A diferencia de otras disciplinas en las que las vivencias del oficio -pluma y papel para el escritor, tenis y pista para el corredor, impunidad y corrupción para los políticos mexicanos- se pueden incorporar a la experiencia diaria, en medicina la patología del enfermo, su sufrimiento y sus temores únicamente se pueden sentir (o vivir) parcialmente -empatía es un término hermoso que explica ese contacto.

Saber sobre la enfermedad, conocer el pronóstico de determinadas patologías o "entender y ver" la muerte, permiten al galeno comprender mucho acerca de la finitud y las limitaciones de la vida, pero poco le sirven para digerir y aceptar los daños que las enfermedades le producen a él mismo. En este sentido, la empatía, que tanto beneficia al doliente cuando se le acompaña, no actúa en sentido inverso, porque en muchas ocasiones el médico no puede construir su propio escenario cuando enferma.

Shakespeare nos ofrece una lección de empatía cuando el rey Lear aconseja a otros colegas: "expónganse a sí mismos para que perciban lo que los infelices sienten". Sin embargo, nadie ha planteado que los doctores enfermen para que sean mejores galenos, pero, Ƒqué sucede cuando el médico padece? Las experiencias de algunos profesionistas no sólo son interesantes, sino incluso útiles para la enseñanza de la medicina. Más de una ocasión he escuchado que haber padecido una enfermedad los convirtió en mejores doctores.

El galeno enfermo plantea múltiples dilemas. El primero radica en despojarse de la bata y cambiar de asiento. El segundo, ceder el poder -terrible mal que acompaña a múltiples profesionistas. El tercero, utilizar en forma adecuada sus conocimientos y no elaborar conjeturas, muchas veces equivocadas, muchas veces preñadas de subjetividad, a partir de ese saber -una vieja costumbre recomienda que los galenos no deben atender a sus familiares por el compromiso sentimental y la falta de objetividad. El cuarto, no ser lector médico de su propio padecimiento, sino convertirse en paciente. Cuando logran superarse esas circunstancias, las lecciones pueden conducir a escenarios en los que dominan la introspección y la experiencia; esas vivencias suelen enriquecer el ejercicio profesional del galeno. En este tamiz, y bajo la visión del estetoscopio, el consejo del rey Lear parece pertinente: la mirada de la vida y el valor del tiempo -carpe diem- se modifican a partir de las lecturas que de la existencia se hace cuando la enfermedad es parte de la vida.

El galeno enfermo suda lecciones. La primera es que muchos pacientes -habla el doctor enfermo- mejoran no sólo por los fármacos, sino por la empatía. La segunda es que la enfermedad convierte a las personas en seres vulnerables y dependientes, situaciones no siempre incluidas en el glosario médico. La tercera es que la mayoría de los doctores se concentran en tratar las anomalías físicas o de laboratorio y descuidan el aspecto anímico. La cuarta es que algunos médicos no conocen los límites de su ejercicio y con frecuencia carecen de la sensibilidad suficiente para decir "no sé". La quinta es que la experiencia de la enfermedad ofrece un sinnúmero de vivencias no siempre transferibles, pero que pueden compartirse parcialmente y así mejorar la relación entre médicos y enfermos.

El médico enfermo es una gran aventura terapéutica y un encuentro muy estimulante con el dolor, a partir de la introspección y la sabiduría de colegas que escupen (Chopin dixit) reflexiones a partir de la mirada interna del propio mal.

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