A 50 años de la muerte del autor de Los
de abajo, su nieto Arturo publica un prisma
Mariano Azuela sólo es visto como santo laico
o católico arrepentido
Hasta el último día de su existencia,
mi abuelo fue un librepensador, subraya
El libro, con 70 por ciento de material inédito,
se presenta hoy en la feria de Minería
RENATO RAVELO
Cuando Arturo Azuela cursaba la preparatoria leyó,
como casi todos los mexicanos de la segunda mitad del siglo XX, Los
de abajo, novela escrita por su abuelo, que recrea una época
pero también a un personaje que lo mismo se especializó en
enfermedades venéreas que fue despreciado por la intelectualidad
nacional hasta superar los 50 años. Cuidado por la familia, Mariano
Azuela es una figura que ha sido vista sólo en dos vertientes: el
santo laico o el católico arrepentido. Así lo reconoce su
nieto cuando habla del punto de partida del prisma, por no llamarle biografía,
que publica con motivo del medio siglo de la muerte del narrador mexicano.
Prisma de Mariano Azuela (publicado por Plaza
y Valdés con apoyo del Sistema Nacional de Creadores) contiene lo
mismo testimonios, bibliografía, sus ensayos y alguna correspondencia:
''Se me ha complicado. Yo viví el viejo patriarca, pero no el joven
de Guadalajara, el de los conflictos con los hijos''.
Rebelde incurable
Arturo Azuela se asume como violinista frustrado, que
luego estudio ingeniería, matemáticas y terminó atrapado
en el oficio de escritor. Ha publicado El tamaño del infierno,
El
matemático y Estuche para dos violines. Tiene otra novela
terminada, Extravíos y maravillas, en espera de promoción,
luego de que el libro sobre su abuelo circule, a partir de los diversos
recordatorios que habrá este 1º de marzo sobre el autor de
Los
de abajo.
El libro de Arturo Azuela se presentará mañana
en el Palacio de Minería, con la participación de Hugo Gutiérrez
Vega, Sergio Nuldjester y Xorge del Campo.
-¿Cómo surge esta biografía más
allá de aniversarios?
-En 1983 mi tío Enrique, el hijo menor de Mariano
Azuela, tuvo que salir de la casona de Santa María la Ribera. Era
muy golfo y en esa época decidió irse en un carguero y distribuir
materiales de mi abuelo entre varios de los nietos. De él recibí
libros, cartas, fotografías. Ya había notado entreveros entre
mi familia y la obra literaria, así como muchas divisiones de orden
ideológico. En el libro hay por lo menos 70 por ciento de material
inédito.
-¿Contra qué imagen se hizo la biografía?
-Algunos han querido hacer de Mariano Azuela un catolicón
arrepentido; hasta dicen que fue un católico fracasado. Otra rama
de la familia lo ha querido ver como santo laico, san Mariano Azuela impoluto,
extraordinario y sin contradicciones.
-¿En qué cambió la mirada?
?No había mirado con detenimiento este proceso
ideológico de Mariano Azuela. Yo era de la parte familiar que lo
tenía en un pedestal: hasta los sesenta y tantos es aparentemente
un rebelde incurable, pero los últimos 10 años, con los documentos
que van apareciendo y mis recuerdos, desaparece esa lucha política
y podíamos decir que se vuelve conformista. La rebeldía no
la perdió en el aspecto religioso. Hasta el último día
de su vida fue un librepensador.
-¿Y el registro de prostitutas?
-Eso era algo que no se había estudiado y al acercarse
se advierte que es un registro muy bien escrito. Pero ahí empiezan
las dudas, ¿cómo es posible que un muchacho a los 15, 16
años, no sólo escriba tan bien sino goce un periplo por tantos
lupanares maravillosos, de orgía en orgía en Guadalajara?
Ese cuaderno lo encontró Alí Chumacero, pero le metieron
mano a las fechas; eso tuvo que haber sido cinco u ocho años después.
Hago un análisis de esa parte erótica de Mariano Azuela que
no se ha estudiado. Tampoco se ha analizado su labor de médico de
enfermedades venéreas. Cuando se graduó, soñaba con
irse a París, no obstante que tenía cinco hijos. Su sueño,
en 1909, era estudiar ginecobstetricia en la ciudad luz. Viene la
Revolución y le cambia la vida de manera radical. De repente, de
1917 a 1921, se especializa en esos padecimientos. Trabajó más
de 30 años en dispensarios públicos.
Rechazado por la academia
-¿Cómo eran esas divisiones familiares?
-Muy interesantes los conflictos, no sólo de personalidad,
sino de carácter político y religioso, muy fuertes. Sé
que en toda familia numerosa hay este tipo de cosas, pero aquí fue
muy fuerte. Recuerdo la tensión que viví a los 13 años,
en esa casa, donde nací. Era larga, afrancesada. Con mi hermano
íbamos mucho con él a las vecindades cuando atendía
a sus enfermos. El le daba a las prostitutas su carnet de salud. Tenía
buena relación con ellas.
-¿Esta especie de retrato dialoga con alguna otra
biografía?
-Es que en realidad son muy malonas las biografías
que le han hecho. Hay una de Luis Leal, pero son más bien aproximaciones
como muy de primer plano. No ahondan en cosas delicadas, quizá porque
las consideran peligrosas para la familia. La de Leal es un acercamiento
a la obra literaria, una relación histórica de su obra. Además,
esa biografía se publicó hace 30 años.
-¿A qué se debe el alejamiento?
-Azuela tuvo muchos conflictos con los académicos
de la lengua de la época. Hasta la muerte de Federico Gamboa, 1939-1940,
mi abuelo sigue rechazado. Todos los viejos académicos del porfirismo
cuando lo llamaron, él les contestó: yo no conozco el lenguaje,
no puedo dialogar. Pero eso fue porque habían llegado amigos suyos
que lo estimaban: Villaurrutia, Pellicer, Alfonso Reyes, con quien tuvo
una buena relación. De Mariano Azuela, hasta sus 55 años,
apenas empiezan a reconocer su obra.