La obra, auspiciada por la SCT, se presentará hoy en los festejos de aniversario
Veracruz. La elevación de un puerto, testimonio fotográfico de antes y después de la terminal
Incluye textos de Horacio Guadarrama y Priscilla Conolly; al final, versión en inglés
Hace cien años, más de 15 despúes de que se habían iniciado las obras de creación y modernización del puerto de Veracruz, la población, obreros, políticos e ingenieros de la S. Pearson &Son -quienes finalmente habían resuelto los problemas de escarbar en la mar- vivían días de fiesta.
De enero a marzo de 1902 se programaron diversas actividades: lidia en la plaza de toros, con la estrella Alvaradito; hizo temporada el circo Orrín, llegó el hipnotizador Onofroff y se presentaron las compañías de zarzuela Aranda-Marchante y de ópera López y Pizorni. El 4 de marzo un norte azotó el nuevo puerto que estaba por abrir los brazos al mundo mercante. El 5, llegó el tren de invitados especiales y la prensa internacional, y el 6 de marzo, la "gran fecha, el norte pareció ceder. Todos los vapores, botes y lanchas surtos en la bahía lucían empavesados, y la Aduana, la Fortaleza de Ulúa y, en general, los edificios públicos presentaban vistosos adornos".
El Estado Mayor llegó en pleno en la Locomotora 69; el general Díaz fue retratado subiendo al vapor Nereidas para hacer su recorrido por el nuevo puerto; en medio de vítores, Barrón, el enviado de El Tiempo, registró en su nota un hecho insólito, cuando un personaje le salió al paso al presidente:
-Mi general, Ƒno me conoce?
-No, dijo el señor Díaz.
-Soy fulano de tal. (Se nos escapó el nombre.)
-ƑAh! Mi granadero del sitio de Oaxaca. Dame un abrazo.
El granadero recibió un fuerte abrazo de Profirio Díaz, quien siguió su marcha sin imaginarse que momentos después el valiente granadero fue llevado a prisión "por haber detenido al señor presidente".
Veracruz. La elevación de un puerto es un esplendoroso libro de arte que hoy será presentado dentro de las celebraciones de los cien años del puerto de Veracruz. Es un relato fotográfico e iconográfico del antes y después del puerto, visto desde la perspectiva histórica que ofrecen los registros fotográficos obtenidos de al menos seis archivos.
Es un documento imprescindible de 168 páginas con importante edición fotográfica, que redescubre el imaginario mercante y marino del primer puerto y el más importante de América Latina. Se trata de un encargo de la Coordinación General de Puertos y Marina Mercante de la Secretaria de Comunicaciones y Transportes, a un equipo de editores e investigadores de Veracruz. La producción ejecutiva es de Alberto Tovalín Ahumada; los textos, de Horacio Guadarrama, Priscilla Conolly y Bernardo García, y la edición fotográfica y diseño de David Maawad.
"A través de este libro -escribe Francisco J. Avila Camberos, director de la Coordinación de Puertos y Marina Mercante y coordinador de los festejos por los cien años del puerto- rendimos un sincero homenaje a quienes tuvieron el mérito de soñar para Veracruz un puerto nuevo, moderno, funcional, bien planeado y mejor construido, acorde con las necesidades de un país como el nuestro, que al iniciar el siglo XX apenas se asomaba a la modernidad."
De la sepia al claroscuro
La lectura documental conduce por meandros exquisitos de los sepias y claroscuros del blanco y negro; los documentos recobrados por Horacio Guadarrama, Regelia Laguna, Bernardo García y Jorge Acevedo presentan un pueblo marino donde las ruinas de la derruida muralla, los barcos de vela, los teatros desaparecidos, las plazas soleadas y habitadas por los porteños de principio de siglo, el tren, la imponente Torre del Caballero Alto de la Fortaleza de San Juan de Ulúa, todo en blanco y negro postal, son una verdadera reconstrucción del imaginario puerto hecha libro.
Las fiestas de la modernización, texto de Horacio Guadarrama, investigador del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana, es una crónica que exalta a un pueblo que vive en fiesta y que se vistió de largo para la gala del siglo; "a la postre, dichas celebraciones no serían sino el canto del cisne de una de las épocas más trascendentes del México moderno", escribe.
Weetman Person: constructor del puerto, es el ensayo de Priscilla Conolly, un amplio estudio sobre los problemas técnicos que tuvo que resolver Person, y la lógica que manejaba el contratista. El libro concluye con la edición en inglés de los textos y una amplia bibliografía.
TODOCULTURA
Obra de Arturo Márquez para las celebraciones
Tangueo sobre un puerto es un danzón que no agota la ruidosidad jarocha
ARTURO CRUZ BARCENAS ENVIADO
Veracruz, Ver., 5 de marzo. En los cafés, los jarochos no llaman a los meseros con el psst-psst que acostumbran muchas personas. Es tradición que lo hagan golpeando un vaso de vidrio con una cuchara. El tintineo es amable y los solícitos empleados acuden para preguntar qué se desea ordenar. De detalles como ese está llena la composición musical Tangueo sobre un puerto, del maestro Arturo Márquez, estrenada mundialmente la noche del pasado lunes, en el teatro Clavijero, con la participación de la Orquesta Sinfónica Juvenil Daniel Ayala de la Escuela Municipal de Bellas Artes, dirigida por Rey Alejandro Conde Valdivia.
La obra dura 11 minutos, pero su cadencia sube y baja, dejando paso a las variantes tradicionales sonoras, sobre todo del son, que forma parte del alma jarocha, cafetera, alegre. En una cafetería (para variar), el maestro Márquez habló de lo que para él significa este trabajo, pues se lo encargaron las autoridades estatales. Tres meses tardó en acabarla, pero no todo ha sido toser y cantar, pues horas antes del estreno luce nervioso y cruza las calles hasta con cierta displicencia. Anda en su rollo.
Nació en El Alamo, Sonora, en 1950, y se le considera el difusor de los sonidos de Veracruz en el orbe. Los capta en las calles, en los portales, en los grupos musicales que se ganan unos pesos, en el canto de las aves, en el golpeteo permanente sobre los rompeolas, en los niños que imitan el ruido de los trasatlánticos. De Sonora, conoce la vida sonora del puerto.
"Soy autor de música de concierto, culta, como le llaman unos; oculta, como le llaman otros. He trabajado mucho sobre la música popular veracruzana, sobre el son, el vals; tomo los conceptos y los incorporo. Utilizo técnicas académicas para la elaboración de mis obras; he hecho danzones, algunos sinfónicos y otros para música de cámara. Una de las más tocadas es Danzón dos. Para el centenario hice Tangueo sobre un puerto, pieza sinfónica."
Ritmo, cualidad poco
constante en las orquestas
En la noche se estrenó su obra, con más de cien jóvenes. "Tienen ritmo, cualidad poco constante en las orquestas", dijo Márquez.
-ƑQué es un tangueo?
-Hay una mala interpretación. Se piensa que viene de tango, pero es al revés; el término se ha utilizado en Veracruz durante cientos de años y nació con el son. Es una especie de contrapunto que hace el requinto, la jarana requinto, que le va dando vueltas, bordeando la melodía, en la parte de los bajos, sobre todo; no es un mero acompañamiento; es como una melodía que va bordeando a la melodía principal, al canto. Tanguear en el zapateado también es bordear. Es una palabra poco conocida entre gente que no es tanguera.
"Mi obra también es una obra, una melodía acompañante a lo que es el puerto; la melodía principal es el puerto".
-ƑEs su mejor obra?
-Es sólo la más reciente. Cada obra tiene un momento especial. Predomina el son y el danzón, el ruido; recrea lo que es el puerto. Pero no agota toda la ruidosidad de este puerto. El hecho de que sea una obra por encargo, en este caso, no influye.
Llegó la hora cero y el teatro estuvo aplaudidor; el programa fue Sobre las olas, de Juventino Rosas; Obertura primavera, de Beristáin; Dios nunca muere, de Alcalá, y otras. El público pidió más y la orquesta tocó de nuevo el tangueo.
"Me molesta que mi obra sea considerada como neonacionalismo. Sí, se recrea de la tradición, pero no tiene nada que ver con lo otro. A lo que hace Piazzola no se le llama nacionalismo, pero sí tiene que ver mucho con el puerto. A lo que hago no se le puede poner un nombre aún", precisó Márquez. "No me preocupa eso de la popularidad, que se puede prestar para venderse. Yo tengo libertad."
No sabe cuántas obras ha compuesto. "Comencé tarde, pero llevo unas cien", dice el maestro, que, la verdad, se pasa de modesto.
-ƑQué es para usted el mar?
-Es una especie de añoranza. Le tengo mucho respeto. Una vez ya me andaba ahogando. Sería maravilloso vivir aquí.
-ƑLos puertos?
-Son puntos de encuentro, donde nacen muchas cosas. A esta obra le iba a llamar puerto primario, o algo así. Son puertas de entrada y de salida. Algo así pasa con los aeropuertos. Hay un libro de Alberti, Marinero en tierra, con el que me identifico, desde oír las canciones de Halffter... la añoranza de ver el mar. Yo jamás he viajado en un barco. Hay un sentido muy húmedo.
Presente en el concierto, en el Clavijero, deambulaba Gilberto Gutiérrez Silva, de Mono Blanco, difusores del son y creadores de El fin del mundo, quien dijo que Márquez es un conocedor del son y las músicas tradicionales de varias regiones del país. "Ha sabido escuchar al puerto de Veracruz."