Los artistas de esta población crean sus propios diseños. Retomaron los de origen prehispánico para recrearlos en su trabajo en barro cocido. Basados en sus antecedentes culturales, producen piezas de cerámica de alta calidad. Entre los diseños antiguos que se usan hoy, encontramos: espirales, grecas, círcilos y anumales, como pájaros y serpientes; son frecuentes retículas y tableros sobre los que se trazan infinidad de modelos.
Los motivos con que decoran las bellas piezas de barro cocido son realistas y abstractos.
Aunque la mayoría de las piezas están firmadas,
son por lo general parejas o varios familiares quienes participan en el
trabajo; de manera usual quien decora la pieza es quien la firma. Se calcula
que 50 por ciento de los creadores son mujeres.
Hay dos componentes principales para lograr una buena
pieza: uno es la forma y el otro la decoración; en ambos se han
distinguido los ceramistas de Mata Ortiz.
Otro mérito de estos artistas es que ellos elaboran sus herramientas como pulidores, bruñidores, navajas y punzones para esgrafiar o para hacer incisiones; los pinceles mismos se hacen con el fino cabello de los niños.
Uno de los logros relevantes lo representan las piezas con barro de dos colores; esto implica un grado de dificultad, pues es común que dos barros diferentes tienen características distintas, lo que causa que al secarse o cocerse trabajen en forma diferencial rompiéndose así la pieza.
La cerámica
Juan Mata Ortiz es una estación de ferrocarril en el ramal La Junta-Ciudad Juárez, a 30 kilómetros de Casas Grandes. Tiene una población de poco más de 600 habitantes.
En esta región prosperaron culturas que alcanzaron
gran refinamiento. Habitaron sitios como el Valle de las Cuevas y construyeron
la ciudad de Paquimé. Pertenecían a varias etnias; genéricamente
fueron llamados apaches. El explorador noruego Carl Lumholtz hizo trabajos
en el área hacia 1890 y encontró piezas de barro decorado
y cocido; sobre ellas comentó lo siguiente: "Dichos objetos de alfarería
son de calidad y ornamentación muy superiores a todos los que ahora
se fabrican en México'' y "puede juzgarse que las piezas que allí
encontramos son superiores en clase y ornamentación a las obtenidas
en los pueblos del suroeste de Estados Unidos. La fina arcilla de que están
hechas tiene a menudo un delicado lustre debido al pulimento mecánico''.
Muchos años más tarde, Juan Quezada, de
12 años, encontró restos de vasijas y cuencos que tenían
magníficas decoraciones. Seguramente le llamó la atención
su origen y pen
só en los antepasados que las manufacturaron. Tomó la decisión de responder a parte de sus inquietudes y durante 15 años realizó experimentos para encontrar algunas respuestas. En 1979 había recuperado la técnica para recrear esas obras de arte
El gran final
El paso final consiste en quemarla. Para ello colocan las ollas bajo un cántaro (actualmente bajo una tina metálica), que se cubre con cortezas y buñiga (excremento de res seco); se prende la materia combustible (hoy se utilizan trozos de tabla y combustible industrial) y se deja enfriar.
Comunidad participativa
Por cierto, lo más importante del trabajo de Quezada es que comparte todos sus conocimientos con los pobladores de Mata Ortiz. Hoy, gracias a su bonhomía y a su espíritu comunitario, 95 por ciento de las personas que viven en esa pequeña población están involucradas en la producción de cerámica.
El trabajo básico consiste en preparar el barro
que se recolecta en bancos cercanos a la población; como todos los
barros, los que se fermentan por más tiempo son los mejores para
trabajar. Se moldea a partir de una placa de barro, presionándola
contra los moldes (aunque también hay quienes alzan las piezas a
mano). Después se detalla el cuello, mediante un rodillo de barro
que se pega y se alisa con las manos húmedas. Cuando la vasija se
seca, se lija y se bruñe con un pulidor de piedra. Se decora.
Agradecemos a la señora Luz Elba Ramírez C. su información.
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