Vulnerabilidad femenina al VIH
Incorporar el enfoque de género para combatirla
La vulnerabilidad de las mujeres frente al VIH/sida tiene un claro componente sexo genérico, pues el rol que la cultura les asigna generalmente las expone a depender del comportamiento sexual de sus parejas más que del suyo propio.
Hasta el año 2001, el Registro Nacional de Casos de sida reporta un total de 51,914 casos, de los cuales 14.5 por ciento corresponde al género femenino, es decir 7,517, lo que da una proporción de una mujer con sida por cada seis varones.
En este universo, donde únicamente están
consideradas las mujeres cuyos expedientes han sido reportados a las autoridades
sanitarias, han fallecido 4,011 y se desconoce la situación de otras
420. Actualmente hay un total de 3,086 mujeres que viven con sida en todo
el país. En estas cifras no se considera a las mujeres que viven
con el VIH sin saberlo, una cantidad que podría estimarse superior
a los 21 mil casos.
Problema de género
En México existen un conjunto de circunstancias y estructuras jurídico-culturales que aumentan el riesgo y la vulnerabilidad para que las mujeres adquieran el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
En el ámbito biológico, las mujeres están expuestas al VIH de 3 a 6 veces más que el varón en una relación vagina-pene sin protección y, hasta diez veces más tratándose de otras infecciones de transmisión sexual. Al respecto, cabe señalar que existen infecciones asintomáticas como la clamidiasis y la gonorrea, que al no estar diagnosticadas las dejan en mayor indefensión.
Para las mujeres jóvenes, esta vulnerabilidad aumenta debido a que el tejido que reviste su órgano sexual no está completamente desarrollado y la mucosa más delgada protege poco. Y si a esto sumamos la constante cultural de que el varón escoge a una mujer joven como su pareja o esposa, el riesgo crece.
Respecto al ámbito social, las mujeres son susceptibles de adquirir el VIH debido a los patrones culturales, estereotipos de conducta y creencias de sumisión femenina y dominación masculina en las relaciones sexuales, lo cual les dificulta ejercer el control de su salud sexual y reproductiva. Si a ello se agrega el hecho de que los varones son alentados a tener muchas compañeras sexuales, la mujer aumenta su grado de vulnerabilidad.
A ello debe agregarse el menor acceso a la información y servicios así como la disparidad laboral, lo cual las lleva a vivir en peores condiciones económicas, cuando tratan de ejercer su independencia. En caso contrario, la dependencia económica, social y emocional las lleva a no poder rechazar una práctica sexual de riesgo. Asimismo, debe señalarse que son escasos los métodos de prevención controlados por la mujer. En el caso del condón femenino, éste todavía es de difícil acceso y precio elevado.
Otra esfera de riesgo para la mujer, es la que tiene una
perspectiva epidemiológica debido a que sus compañeros sexuales
generalmente son de mayor edad y experiencia sexual, además de que
con frecuencia se ignoran conductas de riesgo en el compañero (bisexualidad,
consumo de drogas inyectables, relaciones sexuales con varias personas),
por las cuales podría haber exposición al VIH y a otras infecciones
de transmisión sexual (ITS).
La importancia de la prevención
Debido a la vulnerabilidad femenina, el Programa de Acción para la Prevención y Control del VIH/SIDA e ITS 2001-2006 establece la importancia de alentar estrategias específicas, haciendo énfasis en las mujeres jóvenes. Una acción estratégica concreta indica la importancia de "incorporar el enfoque de género e información sobre los factores psicológicos, socioeconómicos y legales que aumentan la vulnerabilidad".
Atendiendo ese propósito, el Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH/Sida (Censida) cuenta con propuestas con perspectiva de género:
--Revisar leyes y políticas con el fin de eliminar cualquier forma de discriminación a mujeres y personas con mayores prácticas de riesgo.
--Regular leyes en contra de cualquier manifestación de inequidad de género.
--Desarrollar programas de capacitación para eliminar estereotipos racistas y sexistas.
--Realizar acciones para disminuir la vulnerabilidad de las mujeres, de las poblaciones móviles y en ambientes de violencia, particularmente intrafamiliar.
--Incorporar una mayor participación activa de las mujeres en la definición de políticas públicas, planificación, ejecución y evaluación de los programas.
--Disminuir el estigma y discriminación a través de programas de sensibilización a la población en general, el personal de salud, empleadores y tomadores de decisión.
--Incorporar la perspectiva de género en la formación y capacitación del personal de salud.
--Promover la educación sexual en niñas, niños y adolescentes.
--Promover estrategias autogestivas de educación en torno a la salud sexual en diferentes espacios.
--Que las estrategias preventivas influyan en factores psicológicos, sociales y culturales.
--Facilitar la creación de grupos de apoyo o redes sociales de mujeres afectadas.