Luis González Souza
Monterrey: respeto vs. limosna
Buenas, malas y pésimas noticias rodean a la Cumbre Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo que, auspiciada por la ONU, se celebrará en nuestro país (Mon-terrey) del 18 al 22 de este mes. La buena noticia: por fin aparece algo que podría resucitar el diálogo entre los dos componentes fundamentales del mundo moderno, bajo la visión más convencional: el mundo desarrollado o "país del norte" y el subdesarrollado o "países del sur". La mala noticia: réplica del economicismo más vulgar, este nuevo diálogo norte-sur se centrará en el asunto de los dineros y las limosnas. Y la pésima noticia: en cualquier descuido, la Cumbre de Monterrey pasará a la historia como un hito en el refinamiento de un desarrollo tan viciado que tarde o temprano será la puntilla de una crisis civilizatoria de por sí evidente con la ultraterrorista "guerra contra el terrorismo" desatada por Bush II en Afganistán.
Desde otro ángulo, la Cumbre de Monterrey podría hacer las veces de un árbitro torpe ante una vieja y crucial disputa. Y México, las veces de un ingenuo y vapuleado anfitrión, amén de paradójico. Fue en la ciudad de Cancún, en 1981, donde se realizó -bajo la digna gestión del entonces canciller mexicano, Jorge Castañeda padre- el último episodio (grande y explícito) del diálogo norte-sur, un diálogo que operó como pivote del movimiento por un nuevo orden económico internacional (NOEI), del que el propio México fue un actor tan importante como comprometido. Desde entonces, muchas cosas han ocurrido. Un inventario mínimo incluiría lo siguiente: la cerrazón y el rensoberbecimiento de los países ricos (Ronald Reagan iniciaba su "revolución neoconservadora" en Estados Unidos, hoy mejor conocida como la contrarrevolución neoliberal); la explosión de la "crisis de la deuda externa" en 1982; el auge de las recetas del FMI para el "ajuste estructural" de las economías subdesarrolladas; la ampliación sin precedentes de la brecha norte-sur; la proliferación de viejos y nuevos tipos de genocidio; la insurrección de los pueblos indios zapatistas en 1994; el nacimiento y desarrollo, a escala global, del movimiento de los con-dignidad; y en fin, nueva cerrazón y prepotencia en las reacciones de los países ricos. Fue en el mismo Cancún, pero ahora el año pasado, donde se registró una de las respuestas más represivas contra dicho movimiento.
Así, las dos caras de Cancún (diálogo 1981 y represión 2001) habrán de verse, y acaso dirimirse, en Monterrey 2002, ahora bajo las pragmáticas gestiones de Castañeda Jr. Los dados, sin embargo, parecen cargados de antemano. Para empezar, el patrocinador del encuentro es una ONU que dista de encontrarse en su mejor momento de independencia y dignidad. Y lo más grave puede inferirse del nombre mismo de la Cumbre de Monterrey: "financiación para el (viejo y fracasado) desarrollo". Pareciera que desde el último y formal diálogo norte-sur (Cancún 81), ni los dueños ni los capataces del mundo han aprendido nada. Todavía no aprenden, por ejemplo, que: 1) el reino de las dignidades es igual o más importante que el de los negocios (los con-dignidad no se están muriendo de hambre, y vaya que están estorbando a la globalización oficial); 2) el desarrollo no es sólo un asunto de recursos económicos, mucho menos cuando fluyen sobre el carril de la limosna o la caridad; 3) hay tantas formas de imaginar el desarrollo como culturas y cosmovisiones enriquecen a nuestro mundo; 4) si ya la humanidad alcanzó la convicción de que todo desarrollo debe ser ecológicamente sostenible, ahora el reto es concebirlo e impulsarlo como un desarrollo ética y culturalmente sustentable, y 5) la crisis civilizatoria reflejada y agravada por la nueva guerra de Bush obliga a repensar muchas cosas, sobre todo dogmas ya muy gastados sobre las ideas de progreso, desarrollo y hasta "felicidad".
Como están las cosas, nos conformamos con que la Cumbre de Monterrey sirva para debatir (y superar, si no es mucho pedir) dogmas como esos. O, por lo menos, que sirva para reconocer con honestidad el dilema de fondo: a) refinanciar un desarrollo probadamente viciado, lo mismo en el norte que en el sur, para colmo sobre bases que reproducen adicciones a limosnas y limpias de conciencia, o b) abrir la puerta al reino del respeto. Respetos múltiples y ya incontenibles: respeto del "derecho al desarrollo" de todas las naciones (šreconocido, tal cual, por la propia ONU en diversos documentos!); el derecho a la diversidad de concepciones y prácticas del desarrollo mismo (ética y culturalmente "sustentable"); el derecho a desarrollarse con autonomía (que a todos, naciones y comunidades, se les permita aprender a pescar por cuenta propia en lugar de continuar su adicción al pescado dizque "regalado"). Y, por supuesto, el respeto -mucho respeto- a todos los manifestantes que en Monterrey continuarán la lucha desde y para la dignidad. Si hace falta aclararlo, nosotros estamos con la opción de los respetos.
[email protected]