Eduardo Galeano
La sentencia
Estábamos en rueda de vinos, empanadas y cantarolas,
con el Perro Santillán, el Diablero Arias y otros amigos, cuando
alguien invitó al Petete, que era finado, y el Petete vino a echarse
unos tragos con nosotros.
Yo no lo conocía, pero ese mediodía, bebiendo
y cantando con este petizo panzón, nos hicimos amigos. Y él
me contó que había muerto porque siendo pobre tuvo la pésima
idea de enfermarse. La diabetes lo atacó en plena noche y el hospital
de Jujuy no tenía insulina.