La
Jornada Semanal,
24 de marzo del 2002
368
William Ospina
Lo conocí (él no puede recordarlo) una noche torrencial de 1976 en una taberna de Pasto, pero su leyenda y sus versos ya evocaban en mí establecimientos aún más turbios de Heliópolis y de Alejandría, o ese bar de Amsterdam donde "Ruffus, el pequeño poeta, como un rayo de foca esparce el fuego de sus ojos". El poeta había recorrido numerosos parajes de la realidad y de la imaginación, y ya había puesto en labios de muchos la embriaguez y el color de sus versos. En Cali seguían hablando de él en la luz gris del Café de los Turcos, en las avenidas de chiminangos de la Universidad, y en la pequeña oficina de la Editorial Piraña donde José María Borrero, editor de su primer libro, leía a Nietzsche entre los incendios de una barba rojiza, o se preparaba para sacudir al público con su oratoria admirable. El libro, Pensamientos de un hombre llegado el invierno, había salido precedido por un prólogo apócrifo de Jorge Luis Borges, que el maestro nunca se animó a descalificar. Aquella noche Harold Alvarado Tenorio, fornido y demoledor, bailaba danzas cosacas sobre una mesa, rodeado por un cerco de aplausos, alcanzado por las vociferaciones y los denuestos de un joven, a cuyos elocuentes insultos Alvarado Tenorio respondía con alabanzas a sus ojos azules. Qué memorables fiestas aquellas, en un país espléndido que vivía, sin comprenderlo, una grieta de luz entre dos guerras. Después de esa visión fugaz y de esa estampa nocturna, no volví a verlo por años. El poeta emprendía viajes cada vez más distantes, de cuyos escenarios y azares dan abigarrado testimonio estas páginas. Llegaban noticias suyas de los hospitales del Bronx y de las tascas de crustáceos de la calle de Alcalá, de las tabernas del Rihn y de los dragones de la Gran Muralla. Perdido por los países del mundo, o por los países aún más remotos de la imaginación, siempre labró con ellos páginas que contrastan, en la delicadeza de su dibujo, en la condensación de sus imágenes, en la precisión de sus sentencias, con su propia leyenda de hombre desmesurado y orgiástico, difuso y turbulento. La poesía ha sido su centro de gravedad, la lámpara en el centro de una vida de fugas y transfiguraciones; a través de aventuras, fiestas y peregrinajes, un lenguaje endiablado y travieso ha sido siempre su más poderoso instrumento, y la poesía logra en él una vivacidad de miniatura prerrafaelita, una virtud epigramática que niega el olvido. Leer este libro de Harold Alvarado Tenorio, suma de lo que ha sido a la vez su vida y su poesía, es recorrer un tormentoso Atlas de la sensorialidad, donde todo tiene un significado secreto más allá de su imagen, donde todo es melancólico vestigio de un mundo intensamente percibido, ansiosamente paladeado e irremediablemente perdido. Los tallos amorosos en un campo de cáñamo, el país de los grandes edificios, los sabores del vino extranjero, la pátina amarga del desierto del Gobi cubriendo los objetos, la vasta plaza española de Villa de Leyva, las grandes mansiones en los barrios serpentinos de Shangai, las postas de pescado con dientes de ajo, los cortes de jengibre y las cebollas verdes, la sanguina plaza de Florencia, la ciudad del lirio rojo, el oscilante botafumeiro de Santiago de Compostela, la abuela que guarda diamantes en bolsas de papel, el humo de los tangos en el atardecer de San Telmo, un Brooklyn de viejas casas rojas, las extenuantes horas de visita al museo antropológico, las camisas de colores chillones, los negros pantalones de tres prenses, los zapatos puntiagudos y habaneros, el pequeño danés y la vieja y bella alcohólica, son trazos apenas de una manera de historiar pasiones, desengaños, melancolías, esperanzas frustradas y rencores filosos. La copiosa evocación de esplendores o miserias del mundo físico le produce la impresión de derroche de una joya que se va por el sumidero, de un esplendor metafísico gastado por la usura del tiempo, por el "ultraje de los años". Unos pocos poetas en nuestra lengua tienen ese intenso contacto con el mundo. "No se llevan mal con la realidad", como diría Borges. Uno de ellos es Borges mismo, sobre todo cuando se siente lejos de Buenos Aires, y todo le parece real por doloroso, por efímero. Otro es Neruda, en esos versos amargos de Residencia en la tierra, hablando de la comida fría de los restaurantes de Oriente, de esos barcos "que el día intermitente de los puertos visita", o del modo como una amante comprende la magnitud de su abandono "mirando unos viejos zapatos vacíos para siempre". Muchos literatos piensan que la poesía está en el credo de los movimientos artísticos, en la profesión de fe vanguardista, impresionista, surrealista. Pero la poesía es algo que no puede ser programado, se alza de los estados de ánimo, de los ritmos, de las perplejidades, de las pasiones, de las derrotas, y puede asirse de cualquier imagen, de cualquier forma verbal, porque su secreta sustancia está hecha de intensidad y de poder expresivo, nos causa la impresión profunda de estar atrapando para siempre un instante, una emoción, un fulgor de la vida demorado en las cosas. Quevedo había dicho, hablando de nuestra sustancia corporal, que estas "médulas que han gloriosamente ardido [...] polvo serán, mas polvo enamorado". En abierta rebelión contra ese vitalismo de ultratumba, Alvarado Tenorio escribe su poema de tres líneas "En espera del gran día", donde parece regodearse en la esperanza de la disolución: Gran vida que das y todo quitasNo tiene esperanzas puestas en el más allá: su cuerpo, su vida, su pasión, sus viajes, todo nos habla de un enorme deleite y una desmedida tortura con las verdades del más acá, con la carga a veces dramática y a veces melodramática de nuestro destino mortal. Frente a la miseria de las guerras sórdidas y soberbias, frente a la penuria de los que se aplican a matar y despedazar, él invoca un refugio, los consuelos del cuerpo, la alianza sensual, el misterioso reconocimiento y la conmovedora aceptación de los cuerpos: Oye el tamborPero no ignora que una vez gozado el placer, apurado ese vino sensual, los humanos corren otra vez a las feroces fiestas del mundo: Amo esos hermosos cuerpos juvenilesTal vez quien está verdaderamente en el fondo de esta poesía, su genio tutelar, o uno de ellos, es Walt Whitman, que defendió siempre el primado del sexo como fiesta y consuelo, y quien habiendo respondido a un interlocutor en Camden, desde "la turbia barba y la saqueada boca", que la vida siendo sexo, sexo, sexo, no nos produce nunca, sin embargo, la impresión de un sátiro sin freno sino la de un viejo roble ebrio de salud y de santa impudicia. Alvarado Tenorio nos entrega su Summa del Cuerpo. Él, que ha probado con su cuerpo todos los desafíos y todos los excesos, aprendiendo de la sed y del hambre los secretos de la inmensidad, aprendiendo de la pesadumbre la austeridad, extraviándose sin fin en los laberintos del mundo pero reencontrándose sin fin en los palacios de la música; nos la entrega para que comprendamos que en su destino la vida y la poesía son inseparables, como en el lenguaje el signo y el sentido, como en el amor el afán de fundirse con el otro y el afán de conservar la individualidad, como el sonido y el silencio en la música. Tras tanto girar por el mundo, también sabe asumir su condición de hijo de los trópicos. Al ritmo y a la delicada belleza con que nombra su país desde el desengaño y la melancolía, lo que no obsta para que deje fluir su amor por las formas y los paisajes, el poeta parece oponer al final una mera opción de fuga, un escape hacia el egoísmo sensual. Pero quizás hay allí mucho más. Tal vez cuando insinúa que esta tierra opulenta y fertilísima es estéril, dice que lo que falla son nuestros cuerpos, que la sexualidad verdadera, impúdica y festiva, podría convertir a los humanos en seres también capaces de contemplar las hojas de la victoria. Tierra nuestraTambién cuando se ha aplicado a las traducciones, Alvarado Tenorio no ha hecho otra cosa que explorar algunos de los tonos más persistentes de su obra. Si bien ha sabido ser digno de Eliot, y del esmero con que éste procuraba situar sus episodios míticos en escenarios cotidianos, el tono de muchos de sus poemas se vuelve en una dirección más orgiástica. Mucho antes de traducir a Kavafis, ya había escrito su poema "Pericles Anastasíades", inclinado como aquel a la ferviente deploración de una sensualidad casi mística obliterada por el tiempo. Ese tema sabe volver en Summa del cuerpo, una cacería de viejos instantes, la búsqueda del tiempo encendido, de la hora de los besos, de los cuartos sórdidos divinizados por una caricia, de las tardes insípidas fulminadas de pronto por una visión conturbadora. Que dé testimonio de ello este poema que tantos conocen y repiten: Vagos son ya los rostros de su rostroAlvarado Tenorio está de regreso, y con él esa singular manera de vivir, siempre en el límite de lo real y de lo soñado, convirtiendo su elocuencia verbal en un casi ascético ejercicio de condensación, recordándonos en sus versos exactamente lo mismo que nos recuerda con su presencia, que cada instante de nuestra vida, a veces vacía, a veces carente de sentido, es el fragmento de una misteriosa fiesta posible, abierta por igual al exceso y a la armonía, en la que está a punto de ocurrir lo nunca visto, lo nunca gozado, lo nunca sufrido. Harold Alvarado Tenorio es un poeta en ese sentido singular, alguien cuya presencia es siempre memorable, cuyo lenguaje es siempre inquietante, cuya alianza de vitalidad y pasión arrebata la vida a la prisión de los relojes y pone en ella siempre un color nuevo, un sabor y un matiz para los que no bastan las palabras del hábito
R E L A T O El enigma de la imagen Enrique Héctor González
La frase yuxtapuesta, la idea de la fuga y la presentación espontánea de los personajes, siendo como son tres condiciones de distinto orden y de naturaleza diversívoca en la conformación de ese tejido que por apresuramiento llamamos relato, consecuentan asimismo tres de los aciertos más evidentes del idéntico número de prosas que Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, Francia, 1945) reúne en Las desconocidas, su libro de más reciente traducción. Las anécdotas paralelas de las historias favorecen el hecho de que el autor las presente sin título y con número capitular, sugiriendo así una identificación que la psicología de las protagonistas se encargará de relajar: si la edad similar de las tres postadolescentes trabaja también en el mismo sentido, la personalidad de cada una, dibujada con calculada precisión por el autor a través de una primera persona íntima como el aliento, entraña muy distintos acercamientos a ese fenómeno al que, por no haber mejor nombre a la mano, nos referimos como vida privada. No se trata, en fin, de tres retratos medularmente vinculados, sino de una trilogía de cortometrajes verbales sobre curiosas aversiones ontológicas de la mujer que empieza a serlo: historias de aparecidas destinadas a encontrarse con que crecer es defenestrarse hacia dentro de uno mismo para reconocerse, como todo el mundo, en el espejo de espaldas de la indiferencia social. Al contrario de lo que ocurre con la bildungsroman, novela de iniciación, en la que el personaje sale al mundo a madurar su ser interior, a aprenderlo de memoria para olvidarlo al instante y llamar a esto su verdadera formación, en el texto de Modiano las mujeres se fugan porque algo las impulsa a hacerlo (que no su hambre de conocer); se detienen a mirar su propia carrera hacia ninguna parte y matan, seducen o sueñan lo que distraiga su paisaje emocional. No huyen porque pretendan encontrar afuera lo que ni siquiera están seguras de buscar desde adentro: se expulsan de un orden previo porque sí, porque ya no, porque quizá así consigan llamar la atención de la muerte, salvo la desconocida de Annecy del segundo relato, que se fuga de un reclusorio religioso que por mal nombre recibe el de escuela de monjas. Cierto, las dos primeras buscan el Gran Amor, pero la mayúscula de la narración ya indica que la pesca natural de esa pesquisa insolente es la soledad de la realidad concreta. Deviene natural la ya aludida predilección por la frase yuxtapuesta de que hace uso Modiano con una pulcritud que contrasta con la enrarecida atmósfera de sus textos, pero que frena la frenética caída en el abismo de la ensoñación de estas adolescentes con una puntualidad inobjetable: sus periodos fluyen apenas entre las numerosas esclusas de los signos como una rabia que no da con su nombre, como el amor enredado en la piel de una ilusión insospechada. Subrayando esta (otra) imagen del encierro, la presentación de los personajes secundarios, los amigos, los no identificados seres afines a las protagonistas aunque ellos sí tengan nombre: René, Gaëlle, Guy Vincent, suele ser abrupta, directa, como si se tratara de fantasmas infalibles, como si fueran personajes compartidos de la misma pesadilla, lo que refuerza su naturaleza de habitantes de la dimensión libre del mundo, la que no se deja seducir por luces en primer plano. La imagen es un enigma porque éste es su perfecto anagrama, sólo que las letras yacen enclaustradas en un orden distinto. Las imágenes que arrojan los relatos de Patrick Modiano se disuelven en sombras nítidas (si bien misteriosas) que huyen de la obligación de ser la contraluz de un cuerpo: desaparecen para siempre en las calles de eso que llamamos ciudad para no perder la costumbre
De la zandunga al sinaloense María
Gabriela
Relatos hechizos, cuyo fin es simplemente contar algo. Historias buenas o malas, de acuerdo con cada criterio; sin embargo, el innegable don de saber platicar las cosas fluidamente es una de las virtudes del autor. Fantasías y crudas realidades que se mezclan arbitrariamente en el ritmo particular de la obra. En la escritura vemos no sólo al escritor, sino también al corrector de estilo. Textos fríos y cálidos, sin grandes complicaciones, que son el reflejo de una mente práctica y una particular visión del mundo. Personajes inmersos en diversas situaciones, protagonistas de historias de diferentes coloridos y ambientaciones. Podemos ver entre sus caracteres a "la Reina Mala" de Salvador de Madariaga en una versión moderna; o al personaje deforme de El perfume de Patrick Süskind, narrando en primera y tercera personas. Existen también personajes de la vida real, del medio literario, artístico, político e histórico, algunos sólo identificables por referencias y no explícitamente. Los tonos variados nos hacen sentir la seriedad, el humor, la alegría o la nostalgia, sin evocarlos directamente. Podemos experimentar emociones o mantenernos al margen de ellas, pero es imposible no involucrarse con alguna situación o personaje. Se trata de un libro sencillo, de fácil lectura, cuya multiplicidad provoca en el lector cierta sensación de suspenso inconsciente: "Y ahora, ¿qué sigue?" Los temas pueden ir desde aquellos que rozan con la fantasía, como la historia de un escritor que jamás ha publicado un libro y, sin embargo, puede encontrar su obra ya concluida, vendiéndose en una librería de viejo; o tópicos que refieren opiniones y vivencias de gente del medio artístico como Javier Solís, del medio de las letras como Borges y Hemingway, o revolucionarios como el Che. En las narraciones incluye también personajes de la vida cotidiana como boxeadores, luchadores sociales, hasta llegar a la narración del Rarra de Sinaloa. ¿Qué culiche podría ignorar la existencia de un hombre cuya locura lo llevo a ser un taxi-humano, en el que todos hubieran deseado viajar?: "Al Rarra se le oía llegar desde bien lejos. Su motor sonaba parejo y afinado... Ese ronroneo fue el origen de su apodo y le ganó fama entre la chiquillería que lo seguía bulliciosa, lo mismo para hacerle la parada que cuando los llevaba a dar la vuelta a la manzana." Existen también relatos como "Amor fraterno", que podrían despertar en nosotros sensaciones semejantes a las que nos provocan los relatos de Allan Poe. Escenarios diversos en los que destacan la Ciudad de México y Sinaloa, de donde toma nombres cuya sonoridad mueve fibras en el receptor de la obra, como Altata, el Vallado y Culiacán, entre otros. Modismos norteños que dan verosimilitud a las narraciones y nos sitúan en los lugares que menciona. Escoge títulos que además de contener elementos básicos de los relatos, poseen cierta dosis de ingenio. Concluye sus historias sorpresivamente o puede llegar incluso a la indefinición. El libro resulta un viaje corto e interesante. Leo Mendoza cumple su cometido al no recurrir a relatos extraordinarios; nos cuenta con toda sencillez y fluidamente historias nacidas de otras historias. Es un autor contemporáneo cuya labor abarca diversos ámbitos: guionista y realizador de documentales; cuentista, antologador, cronista y periodista; productor de radio y coordinador de talleres de creación literaria. Fue Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí (1992) y becario (1994-95). Ha publicado en periódicos y revistas, y es autor de Mudanzas y relevos australianos y coautor de los colectivos A pesar de los aviones y El fin de la nostalgia
N O V E L A Te ando buscando Gabriela Valenzuela Navarrete
Te
ando buscando, amor que nunca llegas
Un hombre y una mujer, grandes desconocidos para ellos y para todos, se encuentran en una habitación por casualidad o por costumbre, o en un autobús o detrás del escaparate de una tienda, en México o en algún otro país, para revivir una historia mil veces empezada y concluida, la historia de la intimidad humana. Alberto Huerta y Pilar Alba nos guían, a través de diferentes historias de personajes anónimos, por el rompecabezas del establecimiento de las relaciones entre un hombre y una mujer, en el que todas las piezas parecen iguales de entrada pero poco a poco se revelan diferentes y únicas. Como si de armar un rompecabezas se tratara, esta pareja de escritores se lanza a la tarea de desentrañar uno de los temas más intrincados en la literatura y en la vida: el erotismo. Si hacerlo de forma individual resulta un ejercicio sumamente difícil, puede pensarse que escribir un libro sobre el asunto de manera conjunta resulta todavía más complicado. Alba y Huerta son dos trayectorias separadas generacional y estilísticamente; sin embargo, en Mírame a los ojos logran fundir sus estilos de modo que, a lo largo de la obra, no sabemos qué partes escribió uno y cuáles otro, y no somos capaces de decir: "se nota que aquí no se pusieron de acuerdo y la fuerza del relato se diluyó". Una de las partes más difíciles de una novela es mantener la unidad estructural y técnica, sin que en un capítulo aparezca un autor y en otro uno diferente. La ventaja de estos escritores es que, gracias a la formación del libro mediante pequeñas historias separadas, pueden acudir al recurso de las variaciones de los procedimientos para estructurar sus relatos: por ejemplo, el cambio de narradores, la fusión de varias voces en un mismo párrafo y la mezcla de tendencias expresionistas e impresionistas dentro de cada capítulo. Un argumento sacado de la realidad interior de cualquier ser humano, trasladado a las páginas mediante la observación directa o la introspección, de un contenido individual pero sin que le falte una cierta dosis de proyección social es lo que nos presentan Alberto Huerta y Pilar Alba; un tema por demás muy socorrido en la literatura de hoy, pero la novedad de los zacatecanos está en las armas que utilizan para moldearlo. Una en especial: los puntos de vista narrativos, que hacen de Mírame a los ojos un interesante ejercicio de análisis discursivo, con capítulos en una sola voz, en primera plena o en tercera omnisciente, y otros en los que la segunda se transforma de repente en una primera y, de una palabra a otra, ya es nuevamente segunda. La audacia llega más lejos aún al componer un relato de una pareja en el que el narrador es al mismo tiempo el hombre y la mujer, en primera o en tercera personas, trenzándose como un fino y resistente hilo de seda que atrapa al lector y no lo deja escapar. ¿Resulta un buen protagonista el cantante que se sube al microbús por unos pesos o la vendedora que se siente cortejada por un habitual visitante a sus aparadores? Se pueden encontrar miles como ellos; el chiste es que quien los toma en sus manos sepa matizar su exterior gris, como lo hacen los padres de este libro, en especial mediante un meticuloso ejercicio de descripción en el que resalta su habilidad para alejarse del lugar común en una cuestión en la que abunda aparatosamente. No falta un pequeño brochazo de literatura fantástica en el tapiz de Huerta y Alba. Un boxeador que se convierte en hombre lobo, por cierto el único que tiene nombre (o más bien un apodo), el que se escapa de un abanico de seres anónimos, diversos, extraídos del entorno y al mismo tiempo llenos de las vivencias de sus creadores. Héroes comunes y heroínas corrientes de sus propias historias retratadas en efemérides intemporales en un collage de habilidades únicas nacidas de la comunión, literaria en este caso, de los más elementales entes en la creación: un hombre y una mujer FICHERO LOS LIBROS QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCION Volcanes construidos, Vicente Rojo, Serie Escenarios, Galería López Quiroga, México, 2002, 39 pp. ENSAYO
ENSAYO
(LITERARIO)
HISTORIA
NARRATIVA
REVISTAS
Talleres para niños. En el marco de la exposición El tiempo y sus medidas, el Museo Franz Mayer ofrece los siguientes talleres para niños: "Una mirada al tiempo", el 24, y el 31 de marzo "De grano en grano". Los talleres son gratuitos y se realizarán en el Claustro del Franz Mayer. El 31 de marzo, al terminar el taller, los niños podrán disfrutar de un espectáculo de títeres. La cita es en el Museo Franz Mayer ubicado en Av. Hidalgo núm. 45, Centro Histórico. Informes al teléfono 5518 2266. Talleres literarios. La Biblioteca de México "José Vasconcelos" y el Centro Nacional de Información y Promoción de la Literatura del inba, invitan a los talleres literarios: "Reseña literaria y análisis de texto". Coordinador: Luis de la Peña. Del 26 de marzo al 11 de abril, los martes de las 18:00 a las 20:00 horas. "Taller de cuento". Coordinadora: Leticia Herrera. Periodo: del 8 de mayo al 24 de julio, los miércoles, de 19:00 a las 21:00 horas. "Elaboración de autobiografía". Coordinadora: Josefina Estrada. Periodo: del 1 de julio al 23 de septiembre, los lunes, de las 18:00 a las 20:00 horas. Los talleres se efectuarán en la Sala de Cursos y Talleres de la Biblioteca de México ubicada en Plaza de la Ciudadela núm. 4, col. Centro. Las inscripciones de los cursos son en Brasil núm. 37, col. Centro. Informes al teléfono: 5526 0219. Taller de radio. El Centro Cultural El Juglar y el Centro Promotor de la Radio Comunitaria en México, invitan a su taller de iniciación: "Los sonidos de la radio", que se llevará a cabo en doce sesiones semanales de dos horas cada una, los miércoles, de las 19:00 a las 21:00 horas, a partir del 10 de abril. La cita es en El Juglar ubicado en Manuel M. Ponce núm. 233, col. Guadalupe Inn. Informes a los teléfonos 5660 7900 y 5660 8275. |