Marta Tawil
Cumbre de Beirut: Ƒfinal feliz?
Más allá de los gestos fraternos, y a pesar de la ausencia de Arafat y los presidentes de Egipto y Jordania, la cumbre de Beirut adquirió una dimensión histórica innegable, por varias razones.
1) En primer lugar, cabe destacar el aval unánime de los 22 miembros de la Liga Arabe a la iniciativa de paz saudita. Por primera vez un dirigente saudita lanzó un mensaje directamente al pueblo de Israel en una tribuna de la Liga Arabe. El conjunto de los países árabes reconoció, de manera más explícita que en otras ocasiones, el derecho a existir del Estado hebreo y de "vivir en seguridad al lado de los demás países de la región". A cambio, se le pide a Israel retirarse de los territorios que ocupa desde 1967, que se comprometa con el establecimiento de un Estado palestino y que se resuelva el problema de los refugiados palestinos.
Es este último punto otro de los factores que imprimen novedad al proyecto de paz presentado en la cumbre, ya que rechaza la permanencia de los refugiados palestinos en los países receptores. Por un lado, este tema responde al imperativo de hacer justicia a los miles de palestinos expulsados, vejados y despojados, sobre cuyas cenizas personales y materiales se creó en buena medida el Estado de Israel. Por otro lado, atiende a las demandas del gobierno libanés, que se rehúsa a toda "implantación" de los cerca de 300 mil refugiados palestinos que alberga en su territorio. La inclusión de este tema en la declaración final, fundamental en el esquema de seguridad de Líbano, sin duda dejó contentos a libaneses y sirios, aunque aumentó los predicamentos de más de un país árabe.
2) En segundo lugar, por vez primera Irak firmó un documento oficial en el que se compromete a respetar la independencia y seguridad de Kuwait. Por su parte, los países árabes en la declaración final condenan todo ataque a Irak y piden respeto a su so-beranía e integridad territorial. Esto representa un revés diplomático para Washington, y señala el inicio de un periodo de distensión entre Irak y sus vecinos del golfo.
3) Un tercer punto a destacar es la posición de Siria. Bashar al Asad logró que se sustituyera el término "normalización" por el de "paz general", para que no quedara duda de que el retiro israelí de los territorios ocupados debe realizarse antes de llegar un acuerdo. Hasta el final, Siria relativizó la iniciativa saudita y calificó el proyecto re-sultante como 'un primer paso'. También, según algunas especulaciones, parecería ser que presiones sirias estuvieron detrás del rechazo del jefe de Estado libanés, Emile Lahoud, de transmitir por vía satelital el discurso de Arafat. El activismo sirio ilustra la intención de Siria de recuperar para sí la carta palestina y permanecer dentro del jue-go político regional.
Conclusión
La cumbre árabe de Beirut concluye varios procesos favorables que se iniciaron en Ammán el año anterior, y expone los retos que los países árabes deben en adelante enfrentar. Por un lado, los jefes de gobierno y las delegaciones presentes lograron formular una declaración distinta a las del pa-sado, caracterizadas por una retórica vacía y amenazante; anunciaron oficialmente su voluntad de hacer la paz con Israel, a pesar de tratarse de un momento en el que ningún país árabe de la región se hace muchas ilusiones acerca de la disposición del gobierno israelí de negociar. Pero también es cierto que Beirut puso de relieve la incapacidad, debilidad y falta de voluntad de muchos de estos países de enfrentar a Israel y Estados Unidos. Como la ausencia de algunos líderes o la actitud misma de Siria sugerirían, las reservas ante la intifada y la autoridad palestinas, y los predicamentos de los regímenes de la región marcaron la dinámica de la reunión.
Sin duda, la regularidad de las cumbres de jefes de Estado árabes introduce un mecanismo de toma de decisiones que trasciende la soberanía de los países participantes. No obstante, el elemento de continuidad que ofrecen no facilita forzosamente la tarea de establecer consensos. La premisa de que los países árabes deben unirse por el hecho de ser árabes no dice nada. Sin embargo, el escenario actual de violencia e inseguridad que se vive en la región hace impostergable una coordinación mínima de políticas entre sus gobiernos, que deriven de un análisis crítico de las amenazas actuales a la seguridad regional y no sólo de los caprichos de los líderes. En un contexto en el que el afán de compromiso se desvanece, las oposiciones internas al diálogo se consolidan, y Es-tados Unidos funge como garante de los intereses de Israel a expensas de los palestinos y de la estabilidad regional, hoy más que nunca es esencial recuperar el espíritu multilateral de la conferencia de Madrid para respaldar los resultados de Beirut. Ur-gen acciones concretas que eleven el precio político, económico y diplomático de la ocupación israelí.