Hacia el multiculturalismo del siglo XXI Natalio Hernández, miembro del Seminario de Análisis de Experiencias Indígenas, leyó estas líneas en el Foro sobre Multilingüismo y Multiculturalismo organizado por el Instituto de Cultura de Jalisco y el Instituto Nacional Indigenista, en Guadalajara, a finales del año pasado. Su tesis, tan clara y sencilla que legisladores y políticos de todo signo no alcanzan aún a entender, acostumbrados como están al rizado del gatopardista rizo, se resume en esta propuesta: Se requiere una reflexión amplia y permanente en torno a la utopía de la diversidad y el multiculturalismo de este siglo. LA UTOPÍA DEL SIGLO XXI Una de las utopías del siglo XXI es el reconocimiento de la diversidad cultural. Esta utopía se sustenta en el principio de que la diversidad es riqueza cultural, es fuente de imaginación y creatividad. De ahí que los Estados nacionales modernos se vean obligados a promover políticas que contribuyan al logro de la unidad nacional con base en la diversidad y en el multiculturalismo de cada país. La noción de unidad en la diversidad rompe con la concepción de un Estado nacional homogéneo lingüística y culturalmente que predominó en el siglo XX, y que se llevó a cabo mediante políticas de integración, incorporación y asimilación de los pueblos indígenas al conjunto de la sociedad, en detrimento de su identidad y su derecho a la diferencia cultural. En la instrumentación de estas políticas, la antropología mexicana desempeñó un papel fundamental. La teoría de las regiones de refugio y los procesos de aculturación planteados por Gonzalo Aguirre Beltrán sustentaron, a lo largo de cincuenta años, el indigenismo oficial de nuestro país. Sin embargo, fue en la década de los años setenta cuando el indigenismo institucional empezó a ser cuestionado por una corriente crítica de la antropología, como puede leerse en la Declaración de Barbados i y Barbados ii, o en libro De eso que llaman antropología mexicana, entre otros textos. Por su parte, los propios pueblos indígenas, a través de sus organizaciones, también empezaron a tomar parte en esta discusión y cuestionamiento de la política indigenista caracterizándola como integracionista, asistencialista y paternalista. El Primer Congreso Indígena de Chiapas de 1974, el Congreso Nacional de Pueblos Indígenas de 1975, el Encuentro Nacional de Maestros Indígenas Bilingües de 1976, y el Pacto de los Pueblos Indígenas del Valle Matlatzinca de 1978, constituyen un amplio testimonio de la lucha de los propios pueblos por transformar la política indigenista del Estado mexicano. Por otra parte, los ideales de unidad nacional a partir de una sola lengua y una sola cultura, también se fomentaron y promovieron a través de la educación, cuyos principales exponentes y pensadores fueron Justo Sierra y José Vasconcelos, este último en su calidad de primer secretario de Educación Pública. Imbuidos por el pensamiento de Justo Sierra, quien sostenía que el español debía acabar cuanto antes con las lenguas indígenas, los maestros rurales representados por Gregorio Torres Quintero y Rafael Ramírez emprendieron una cruzada nacional en contra de las lenguas indígenas, cuyas consecuencias perduran hoy en día en la mente de muchos maestros del sistema educativo nacional y en la sociedad mexicana, en el sentido de que las lenguas indígenas son supuestamente inferiores, sin gramática propia, sin escritura, y, por lo mismo, son dialectos sin ningún valor social y cultural. Toda esta concepción etnocentrista a favor del español propició que a los alumnos indígenas se les reprimiera física y psicológicamente en las escuelas por hablar de la lengua de sus comunidades. En contraparte, la experiencia piloto que se inició en 1952 como alfabetización en lenguas indígenas y castellanización a cargo del Instituto Nacional Indigenista, y que a partir de 1964 pasó a formar parte del programa educativo de la sep en las zonas indígenas, constituye hoy en día un valioso aporte pedagógico para la instrumentación de la educación intercultural bilingüe, si se capitalizan los aciertos que a lo largo de cincuenta años han desarrollado los maestros bilingües en las diferentes regiones interétnicas del país. Afortunadamente, en la última década del siglo XX el movimiento continental 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular logró importantes transformaciones en las constituciones políticas de los diferentes países de América Latina. En México, por ejemplo, en 1992 se reformó el artículo 4º de la Constitución Política para reconocer que: "La nación mexicana tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas." El movimiento indígena que logró cimbrar las estructuras políticas del país y llamar la atención de la opinión pública internacional sobre la situación de miseria e injusticia que padecían los pueblos indígenas, fue el que protagonizó el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en enero de 1994. Una de las reivindicaciones más importantes del ezln, a mi juicio, fue el haber dado voz a los excluidos de la sociedad y del proyecto nacional: secularmente ignorados y marginados, considerados gente sin razón por no hablar el español, receptores de programas oficiales, manipulados por los partidos políticos durante las campañas electorales y más tarde como botín para los votos de los diferentes candidatos a puestos de elección popular, ahora reclamaban ser sujetos de las políticas públicas y exigían, con mayor fuerza, la autonomía y libre determinación de sus pueblos. En este nuevo escenario social y político debe ubicarse la utopía de la diversidad cultural del siglo xxi. Todo ello implica la construcción de nuevos paradigmas en la investigación, en los planes y programas de estudio de los diferentes niveles educativos, en el ejercicio del poder público y la práctica política, en la impartición de la justicia, en la concepción del desarrollo y, en un sentido más amplio, en la definición de un nuevo proyecto de sociedad de cara a la diversidad y el multiculturalismo. LA NACIÓN Y ELMULTICULTURALISMO La construcción del proyecto de sociedad multicultural conlleva la ruptura de la concepción de unidad nacional sustentada en un Estado nacional homogéneo, monolítico, centralizado y todopoderoso. En contraparte implica abrir los cauces sociales e institucionales para que fluya y se manifieste la creatividad popular y la participación de los diferentes grupos sociales organizados. Implica, asimismo, la toma de decisiones desde el nivel local y municipal para la realización de los diferentes proyectos educativos, culturales y de desarrollo. Requiere, también, de una nueva cultura política que supere la simulación, la exclusión, la manipulación y el racismo que caracteriza a los actuales partidos políticos. Dentro de esta nueva perspectiva social los pueblos indígenas tienen mucho que aportar, si tomamos en cuenta que los recursos naturales y los ecosistemas se encuentran en los territorios indígenas; los mitos que explican y fundamentan nuestros orígenes como pueblos y como nación están contenidos precisamente en las lenguas particulares de cada pueblo indígena; los valores sociales colectivos se preservan en la organización social comunitaria; las distintas visiones del mundo y de la vida se mantienen vivos en las comunidades indígenas; el arte popular de México se nutre fundamentalmente de la raíces y el simbolismo de los pueblos indígenas; en fin, una de las formas de enfrentar la globalización ante el riesgo de la pérdida de nuestra identidad nacional, es la que ofrecen los pueblos indígenas mediante el fortalecimiento de las identidades locales y regionales. El planteamiento anterior implica superar la visión y concepción que la sociedad mayoritaria se ha formado respecto a los pueblos indígenas, en el sentido de que sus miembros son pobres, tontos e ignorantes, y que difícilmente pueden hacer aportes sustantivos al nuevo proyecto de sociedad. Afortunadamente, en los inicios de este nuevo siglo empieza a perfilarse un nuevo rostro cultural, artístico e intelectual de los propios pueblos indígenas, cuyos protagonistas contribuirán a abrir los espacios para la construcción del diálogo intercultural con toda la sociedad. Dentro de esta perspectiva de un nuevo trato con los pueblos indígenas, se requiere que la moderna nación mexicana les restituya su condición de sujetos sociales y políticos que les arrebató la Colonia, condición que fue negada también por los conservadores y liberales del siglo XIX y desconocida por los parlamentarios de la actual legislatura. Por otra parte, las reflexiones teóricas y académicas de los especialistas sobre el tema del multiculturalismo pueden aportar luces para avanzar hacia la construcción de una sociedad incluyente de las distintas voces y visiones sobre el México que queremos para el siglo xxi. Sobre este mismo tema Luis Villoro ha señalado: La afirmación del valor de la comunidad, de la igualdad en la diferencia, de la democracia participativa, de la pluralidad en la unidad, dibujan un nuevo proyecto de Estado. En los Acuerdos de San Andrés se encuentra sólo un germen. No concierne sólo a Chiapas, ni sólo a los pueblos indígenas, concierne a toda la nación... Se trataría de un Estado plural, basado en la unión libre de muchos pueblos y etnias, un Estado incluyente de todas las diferencias. Su unidad no resultaría de la imposición de un grupo o de una nacionalidad sobre las demás, sino de la cooperación de todos en un propósito común. Sería "un mundo donde caben muchos mundos".LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN LA DISPUTA POR LANACIÓN Pensar y desarrollar una sociedad multicultural en la que los pueblos indígenas puedan participar plenamente no será tarea fácil. Hay que superar inercias y prácticas excluyentes y paternalistas de varios siglos, como bien señala Salomón Nahmad Sittón: "En contra de lo que piensan muchos estudiosos y pensadores sociales, el fenómeno de la diversidad de los pueblos indios de México no es un problema periférico y de forma sino un problema estructural y de fondo de la concepción del Estado y de la nación mexicana." En efecto, en esta nueva fase del movimiento indígena de cara al siglo xxi, la lucha estará centrada en la disputa por la nación que implica necesariamente la transformación del Estado, su aparato de gobierno y sus leyes en distintos niveles: federal, estatal y municipal. En esta nueva lucha, el movimiento indígena debe replantear sus estrategias para pasar de la confrontación estéril a la negociación, a la concertación y a la búsqueda de consensos y alianzas con los distintos sectores sociales y actores políticos. Las recientes reformas constitucionales evidencian la necesidad de estos consensos políticos al interior de los partidos que permitan superar prejuicios y temores de la clase política que detenta el poder. De aquí en adelante, debe quedar bien claro que los indígenas no queremos un mundo aparte, sino fortalecer a México sumando capacidades, potencialidades, conocimientos e imaginación creadora largamente reprimidos y negados en nuestro desarrollo histórico como nación. Por otra parte, el movimiento indígena necesita aprovechar los avances logrados en áreas específicas como en el caso de las recientes reformas constitucionales, lo mismo que en la apertura de espacios institucionales como la creación de la Coordinación General de Educación Intercultural Bilingüe, que abre la posibilidad de desarrollar una educación para la diversidad del país; la discusión en torno a la Iniciativa de Ley de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas impulsada por la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas, que cuenta con el apoyo de la actual Comisión de Asuntos Indígenas y que en breve se presentará al pleno de la Cámara de Diputados para su análisis, discusión y aprobación, en su caso. Es necesario tener presente, también, que en varios estados de la República existen procesos importantes que apuntan hacia el multiculturalismo mediante acciones específicas, como la creación de la Academia Veracruzana de las Lenguas Indígenas, por decreto del Congreso Local en mayo de 2001, o la recién creada Universidad Autónoma Indígena de México, del estado de Sinaloa. También se encuentra en proceso de creación el Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas por parte del Ejecutivo Federal, que contribuirá a la instrumentación de una política multilingüe. Es importante tomar en cuenta que en algunos sectores intelectuales y académicos existen experiencias concretas que contribuyen a desarrollar el multiculturalismo dentro de la perspectiva del diálogo intercultural para compartir saberes, conocimientos, valores y formas distintas de relaciones sociales que abren nuevas perspectivas académicas y de investigación en las universidades e institutos de educación superior, para la formación de profesionales que requiere el nuevo proyecto de sociedad multicultural. Dentro de esta perspectiva se ubica la experiencia de Miguel León-Portilla en el campo de la lengua y la cultura náhuatl; de Carlos Montemayor dentro de la literatura en las lenguas indígenas; de Enrique Florescano en el campo de la historia mesoamericana y su relación con nuestra historia contemporánea; el trabajo que a lo largo de veinte años ha realizado el Centro de Investigación de la Lengua y la Cultura Purépecha de la Universidad Michoacana, así como la lingüística aplicada que desarrolla la Universidad de Guadalajara y su vinculación con las lenguas indígenas de la región, entre otras experiencias académicas que, sin duda alguna, marcan el parteaguas del multiculturalismo en el ámbito académico y universitario. EL
MULTICULTURALISMO:
Como es bien sabido, la diversidad y el multiculturalismo es un tema que, hoy por hoy, constituye una preocupación central de todos los países del mundo. El reciente Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo de la unesco, publicado en 1996 con el título "Nuestra diversidad creativa", así lo confirma. Todo este movimiento a escala mundial plantea retos y desafíos, como lo reconoce el mismo informe de la UNESCO: El mundo que conocemos, todas las relaciones que dábamos por sentadas están experimentando una reformulación y una reconstrucción profundas. Se necesita imaginación, capacidad de innovación, visión y creatividad. Nuevas alianzas a nivel global son un elemento indispensable para resolver creativamente los problemas, una cualidad que requiere que estemos dispuestos a plantear preguntas audaces en lugar de remitirnos a las respuestas convencionales. Esto supone abrir la mente y el corazón, y tener la voluntad de buscar definiciones nuevas, de reconciliar antiguos antagonismos y de ayudar a trazar nuevos mapas mentales. En último término, es la sinceridad de nuestra introspección lo que nos llevará a comprender la experiencia del otro, y será esa comprensión y compasión la que nos encaminará hacia un futuro en el que la búsqueda de la libertad individual se equilibrará con la necesidad del bienestar común, y en el que la empatía y el respeto a las diferencias humanas formarán parte de nuestro proyecto.En esta misma perspectiva se ubica la Declaración Universal de la unesco sobre la Diversidad Cultural adoptada por la Conferencia General del 2 de noviembre de 2001, cuyo artículo 2 establece: En nuestras sociedades cada vez más diversificadas, resulta indispensable garantizar una interacción armoniosa y una voluntad de convivir de personas y grupos con identidades culturales a un tiempo plurales, variadas y dinámicas. Las políticas que favorecen la inclusión y la participación de todos los ciudadanos garantizan la cohesión social, la vitalidad de la sociedad civil y la paz. Definido de esta manera, el pluralismo cultural constituye la respuesta política al hecho de la diversidad cultural. Inseparable de un contexto democrático, el pluralismo cultural es propicio a los intercambios culturales y al desarrollo de las capacidades creadoras que alimentan la vida pública.No obstante, habrá que reconocer que el multiculturalismo es un tema reciente, cuyo desarrollo implica el establecimiento del diálogo intercultural entre los pueblos indígenas con los distintos actores de la sociedad, para desarrollar un nuevo tejido social que supere prejuicios, temores, resistencias e incomprensiones. Por ello, considero que se requiere una reflexión amplia y permanente en torno a la utopía de la diversidad y el multiculturalismo de este siglo, y trabajar en la instrumentación de proyectos específicos en las áreas de educación, lengua, cultura, desarrollo, medios de comunicación que, en conjunto, hagan realidad el lema de los pueblos indígenas que emergió con el movimiento 500 Años de Resistencia y que tomó mayor fuerza en 1994 en la voz del ejército zapatista: Nunca más un México sin nosotros. Nunca más un México sin los pueblos indígenas. |