Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 14 de abril de 2002
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Política

Rolando Cordera Campos

La gente y la magia

Es un lugar común decir que no hay agenda, aunque todos digan contar con ella. Lo que claramente no hay es una deliberación sobre los graves problemas que encara México, con su tamaño y sus recursos. Estos últimos, por cierto, a las puertas de una tercera crisis petrolera, reclamarán de nuevo el calificativo de estratégicos que tenían antes de que la globalización nos volteara de cabeza.

Retos sobran, pero carecemos del orden mental para encuadrarlos en un debate que no termine con la emergencia siguiente. Para el gobierno, los problemas están sobre la mesa, pero su convicción no es compartida por el resto de los que están en el baile de la política plural: ahí está uno de los detalles de nuestro atolladero.

La reforma energética va de un escaño a otro, de una curul a la que sigue, pero no puede ser evaluada, ni votada, en calma. Cada quien su reforma, pues, como ocurrió con la fiscal, cuya ausencia es cubierta por los recortes que ahora se deben entender como ahorros.

Si tratásemos de establecer alguna relación lógica y política entre estas dos reformas, tal y como fueron presentadas en público, tendríamos que reconocer que nuestra democracia se muerde la cola. O que se dedica a tomarnos y a tomarse el pelo.

La improductividad estratégica de la democracia, controvertida por la estadística legislativa pero no por la opinión pública, no elimina las carencias. Viene la encrucijada petrolera, pero ya están aquí las penas de la salud y las que dejará como secuela una recuperación que ya mero viene, pero cómo tarda.

Las primeras, bien documentadas por el secretario Frenk en una entrevista en La Jornada con Angeles Cruz (7 de abril), se resumen en unas insuficiencias básicas, que junto con ineficiencias elocuentes y graves abusos que se cometen al calor del tamaño de los sistemas públicos y mixtos, definen el espacio donde se dirime la salud de la mayoría nacional. Según Frenk, aparte de que el gasto y la inversión nunca alcanzan, el sistema de salud mexicano sufre de otras lacras que deberían llevar a definir de otra manera la agenda, que así presentada sería más urgente e importante que las que nos hacen llegar partidos, gobierno y prensa.

En México se ha hecho mucho en materia de salud, pero la prioridad es aún el blindaje "sanitario", es decir, preservar los logros de los últimos 50 años, como la erradicación de enfermedades prevenibles por vacunación. En eso no se puede dar un paso atrás, porque el retroceso sería exponencial; los recortes de nuestra tragedia presupuestal deberían estar así acotados para evitar ajustes precipitados que sólo sirven de pretextos burocráticos ante algún pecado de omisión. El "blindaje" de Frenk debería incorporarse al vocabulario presupuestal mexicano, por encima de las tijeras de Hacienda y del fantasma del "gasto no programable", que prácticamente se reduce al pago de la deuda, y que como sabemos no se puede tocar, mucho menos a la baja.

Por otro lado, es claro que lo mucho hecho no nos ha puesto en las ligas mayores de la salud pública. Gastamos por debajo de la media latinoamericana (5.7 por ciento vs. 6.1 por ciento), y en Colombia se invierte más que aquí: 5.7 por ciento vs. 9 por ciento. La Revolución nos dejó sin la justicia elemental de un sistema de salud realmente para todos.

Con un agravante: se supone que la gente debe aportar en función de lo que tiene y recibir atención en función de lo que padece, pero no ocurre así. Según Frenk, la gente es atendida según su capacidad de pago. Desde la base y al inicio del ciclo vital, la desigualdad se instala en la demografía y define los niveles de morbilidad y, tal vez, de la esperanza de vida, que no se distribuyen por igual entre los mexicanos. Los pobres son los candidatos más probables a la enfermedad y la muerte temprana, anómala o no, pero casi segura.

Las asignaciones del presupuesto, sigue el secretario de Salud, no respetan principio alguno de equidad o de justicia. El IMSS o el ISSSTE se llevan la parte del león y el llamado sistema abierto, adonde acuden los más, se queda con lo menos. Y lo mismo ocurre con la distribución entre los estados. Hay algunos que prácticamente no gastan en la salud de sus mandantes y dependen en su totalidad, o casi, de las participaciones federales. No hay, agrega, federalismo presupuestal y cada quien tiende a distribuir los recursos a su antojo. No hay una normatividad que vincule y el equilibrio en materia de salud pública, de haberlo, es muy precario.

La recuperación económica, por su parte, puede volverse un bumerán. La economía estadunidense mejora poco a poco, sin que haya certeza sobre un despegue espectacular, pero nuestra vinculación se ha vuelto extrema y poco se ha hecho para corregir esta interdependencia que nos lleva a caer más que proporcionalmente que el socio mayor.

Con una diferencia: éste cuenta con alguna protección social contra la crueldad económica, mientras que nosotros vamos de supuesto en supuesto sobre la capacidad de aguante del mexicano medio, o el tamaño de la olla de los frijoles para hacerla crecer en tiempos de penuria.

La salud y la economía: dice Frenk que al fin se encontraron en Monterrey, donde le prestaron interés genuino los que saben y los que tienen y mandan. Ojalá.

Pero por lo pronto, dos países vecinos, con diferentes pesos y agendas, pero con un cruce nefasto: el estado crítico de su salud pública. Allá, por sus costos crecientes e imparables, y por el desamparo en que viven millones de estadunidenses en materia de seguro médico. Acá, por lo raquítico de los recursos, la acelerada transición epidemiológica y demográfica, y por la pobreza y la desigualdad de la gente.

Cada quien con sus egoísmos y penurias. Pero la agenda de ambos podría empezar por aquí, donde la vida y la muerte se dan su quién vive.

Visto así, no es la falta de temas lo que nos aqueja. Lo que no aparece por lado alguno es la decisión de presentarlos como se debe y de empezar por donde hay que hacerlo: por la gente y no por los números mágicos, que de esto poco tienen.

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