VENEZUELA
Washington tuvo problemas para condenar el golpe
de Estado contra Chávez
"Lucrar con la transición", aconsejó
Wall Street
Los medios elogiaban el cambio político que beneficiaba
a los intereses estadunidenses
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 13 de abril. El gobierno
estadunidense, algunos de los medios nacionales y varios analistas celebraron
el derrocamiento de Hugo Chávez en Venezuela como un "rescate" de
la democracia y Wall Street aconsejaba a inversionistas "lucrar con la
transición", pero todos enfrentaban un hecho curioso: cómo
evitar comentar que los medios utilizados --un golpe de Estado, o como
se dice diplomáticamente, una "interrupción del proceso democrático"--,
para llegar al fin que todos deseaban, la caída del presidente constitucional
de Venezuela, fueron ajenos a los principios democráticos que dicen
defender.
Más allá de si resulta que todos aquellos
que en Estados Unidos se congratularon por el cambio de régimen
en Venezuela podrían arrepentirse por su precipitación --dados
los sucesivos y rápidos acontecimientos en ese país--, el
hecho es que la crisis provocó un gran problema para los que dicen
ser campeones de la democracia: cómo no condenar un golpe mientras
se elogia un cambio que conviene a los intereses económicos y políticos
de Estados Unidos.
El editorial principal del New York Times afirmó
hoy: "con la renuncia ayer del presidente Hugo Chávez, la democracia
venezolana ya no está amenazada por un pretendido dictador". Y agrega:
"Washington tiene un fuerte interés en la recuperación de
Venezuela. Caracas satisface ahora 15 por ciento de las importaciones petroleras
estadunidenses, y con políticas más sanas podría dar
más. Una Venezuela estable y democrática podría ayudar
a anclar una región en problemas, donde Colombia enfrenta una guerra
de guerrillas ampliada, Perú está viendo el renacimiento
del terrorismo y Argentina lucha con una crisis económica devastadora".
Un asunto "puramente venezolano"
El Times afirma que "sabiamente" Washington nunca
atacó directamente a Chávez, evitando así convertirlo
en un "mártir nacionalista". Asegura que "su remoción fue
un asunto puramente venezolano". El diario opina que debería convocarse
a nuevas elecciones lo más pronto posible y elogia la activa participación
de las clases medias en el movimiento civil, lo cual "podría" ayudar
a revitalizar la democracia del país y "mantener un involucramiento
militar... a un mínimo".
En Washington hoy no hubo declaraciones oficiales formales
sobre los acontecimientos en Venezuela, aunque ayer tanto la Casa Blanca
como el Departamento de Estado culparon a Chávez por la crisis política
y evitaron criticar la participación de los militares en el derrocamiento
del gobierno constitucional.
Algunos funcionarios del gobierno estadunidense comentaron
a La Jornada que el hecho de que Washington haya firmado la Carta
Democrática Interamericana lo coloca en una situación complicada
al expresar su posición sobre Venezuela en esta coyuntura. Así,
no hubo un reconocimiento formal legitimando al gobierno de facto
anunciado ayer, pero sí un reconocimiento de que tenía autoridad.
"Estamos haciendo un esfuerzo muy decidido para no llamarlo
golpe", comentó al Washington Post un ex oficial militar
estadunidense que analiza la política exterior hacia América
Latina.
"Fue una acción abrumadoramente popular, pero fue
un golpe militar", declaró J. Samuel Fitch, experto en las fuerzas
armadas latinoamericanas de la Universidad de Colorado citado por el Post.
"Estados Unidos no desea decir que consiguió algo que anhelaba --sacar
a Chávez-- mediante un mecanismo que no aprueba", dijo.
Wall Street esperó sólo unas horas para
declarar su satisfacción por el cambio de gobierno, y menos de ocho
horas después que se informó de la supuesta "renuncia" de
Chávez, la correduría más grande de Estados Unidos,
Merrill Lynch, en un comunicado que tituló Lucrar con la transición
dijo a sus clientes que el panorama para las inversiones en Venezuela
había mejorado.
Las políticas de Chávez, señaló,
y en particular esa preocupación por el "respeto a la propiedad
privada" bajo su gobierno, ya se despejaban. Estas afirmaciones, comentaron
a este diario algunos analistas, provocaron incredulidad y hasta risa por
revelar tan explícitamente los intereses financieros internacionales
y su aparente desinterés en el tema de si el cambio de régimen
fue o no consecuencia de un proceso democrático.
Un poco de historia
Washington no ocultó su desprecio por Chávez
desde hace mucho tiempo, señalando siempre sus pronunciamientos
"antiestadunidenses". En octubre pasado Washington demostró su ira
abiertamente al llamar a consultas a su embajadora Donna Hrinak de regreso
a Washington, en respuesta a críticas de Chávez a la guerra
de Estados Unidos contra Afganistán. En aquella ocasión el
mandatario venezolano declaró que se estaba "luchando contra el
terror con el terror" y mostró fotos de niños muertos en
ese país.
En ese tiempo un funcionario estadunidense comentó
a los medios estadunidenses que cuando la embajadora regresó a Caracas
sostuvo una reunión muy difícil con Chávez, en la
cual le dijo que "se callara la boca sobre estos asuntos importantes".
En febrero de este año, el Departamento de Estado
y la CIA expresaron su "preocupación" por las actividades de Chávez
y su gobierno. Para entonces ya se le acusaba de tener vínculos
sospechosos con países enemigos de Estados Unidos, entre ellos,
claro, Cuba. Ese mismo mes, el secretario de Estado, Colin Powell, declaró
ante el Congreso que Chávez visitaba países "extraños",
en referencia a sus viajes a Libia, Irán e Irak; todos están
en la famosa lista de estados que fomentan terrorismo.
Frecuentemente funcionarios y analistas en esta capital
mencionaban los vínculos de Chávez con "Castro y Saddam".
Además, empezaron a generarse acusaciones de que el gobierno de
Chávez estaba apoyando a grupos antigubernamentales en otros países,
según "informes de inteligencia" citados por el Washington Post.
En este sentido se le acusaba de tener ínculos con las FARC de Colombia.
Ese mismo mes, el gobierno estadunidense empezó
a expresar su preocupación por la intensificación de la crisis
política en Venezuela, especialmente por sus posibles consecuencias
para el abasto de crudo, al ser el país sudamericano el tercer suministrador
de petróleo extranjero, sin descontar los posibles efectos en la
región.
En una nota publicada en febrero por el Washington
Post, un funcionario del Departamento de Estado pronosticó que
Venezuela está "en una posición precaria y peligrosa", y
que "si Chávez no arregla las cosas pronto, no terminará
su periodo". Al mismo tiempo, otro funcionario afirmó que Estados
Unidos buscaba evitar inmiscuirse en el asunto: "no vamos a ofrecer la
solución".
En esa coyuntura, el vocero del Departamento de Estado,
Richard Boucher, reiteró la política oficial de Washington:
"nuestra posición sigue siendo la misma... y esa es que las instituciones
democráticas en Venezuela y otros lugares necesitan ser respetadas
y que cualquier cambio que ocurra necesita ser democrático y constitucional".
Ahora, dos meses después, mantener esa línea
resulta muy complicado ante lo ocurrido en Venezuela. Por eso el gobierno
de George W. Bush está enviando un mensaje poco claro y decidió
responsabilizar directamente a Chávez de la crisis, por sus acciones
al reprimir las manifestaciones en su contra y censurar a los medios masivos
de comunicación, entre otras cosas.
Washington continúa evitando comentar cuáles
fueron los medios para resolver la misma, y si es válido suspender
el proceso democrático en un país a nombre de la democracia.
En ese sentido, casi todos los medios de comunicación
difundieron la noticia de que Chávez había "renunciado" (hubo
algunas excepciones; se establecía que los militares decían
que había renunciado), y casi ningún medio nacional consideró
si en realidad se trataba de algo más parecido a un golpe de Estado.
Para suerte de los políticos, aquí no hubo gran presión
para que explicaran su caracterización de lo ocurrido, ya que todo
el día el enfoque y la atención nacional fueron casi exclusivamente
para la crisis de Medio Oriente.
Pero con los acontecimiento de hoy, cuando se reportó
que el "nuevo" gobierno ordenó a la policía reprimir manifestaciones
pro Chávez y contra el golpe con gas lacrimógeno, balas de
plástico, y cuando las cadenas de televisión venezolanas
no trasmitieron los mensajes de los militares y políticos que denunciaron
una violación del orden constitucional --es decir, aplicaron censura--,
algunos de los mismos argumentos que funcionarios y analistas en Washington
utilizaron contra Chávez como justificación de su derrocamiento
fueron utilizados por el "gobierno de transición" que lo sustituyó.
Al mismo tiempo no cabe duda de que a pesar de los problemas
de cómo maquillar el mensaje oficial y el de los grandes centros
de opinión, la posición estadunidense es obvia y abiertamente
a favor de expulsar a Chávez del poder.
Festejo en Miami
Otro sector en Estados Unidos que podría quedar
decepcionado por haber celebrado demasiado rápido es la comunidad
venezolana en Miami, la que festejó la noticia del derrocamiento
de Chávez y la instalación del nuevo gobierno. El Miami
Herald reportó que cientos salieron a la calle para expresar
su felicidad y decir que ya estaban pensando en regresar a su país
después de abandonarlo cuando Chávez llegó al poder.
Aunque la cifra oficial de venezolanos en Florida es de
41 mil, expertos dicen que alcanza a cerca de 100 mil, entre ellos un amplio
número de personas de clase media que salió después
de la elección de Chávez.