Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 14 de abril de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Espectáculos
La mayoría de los asistentes, menores de 25 años; su principal droga, los decibeles

Cero incidentes y 60 mil jóvenes en el Zócalo, el saldo del Tecnogeist

Más que un rave fue un carnaval de la nueva generación, notablemente apolítica

Malabaristas, patinadores, bailarines solitarios y dealers durante el recorrido del Love Parade

JUAN JOSE OLIVARES

Esta vez no gritaron consignas contra el Presidente ni contra la política exterior. Tampoco contra la construcción de aeropuertos, ni por el alza de los precios o la falta de vivienda. Esta vez fueron los gritos por el derecho a divertirse. Fue el desfile Love Parade y el festival Tecnogeist, que reunió alrededor de 60 mil jóvenes en el Zocalo.

El recorrido inició por la avenida Reforma, donde tres tráilers repletos de gente y seguidos por miles más, con diyéis a bordo, fueron guías de hordas de amantes de la música electrónica. Iniciaron a las seis de la tarde. Primero eran alrededor de 5 mil, pero conforme avanzaban por esta importante arteria, más y más jóvenes se adherían a la marcha, que en vez de pancartas y consignas, se movían al ritmo de su principal droga: los decibeles del trance y del house.

Cientos de personas los contemplaban atónitos porque no sabían la razón de la marcha. Eran los turistas de la Zona Rosa, los habitantes de la colonia Juárez y los trabajadores sabatinos. Algunos se preguntaban: ''¿siguen con lo de la Doña?'' Otros más, exagerando, pensaron en voz alta si la manifestación correspondía a "una revolución de jóvenes".

Hasta el cierre de esta edición los pubertos, veinteañeros y electrovejetes trasnochados, que ya ven los 30 como una ola de nostalgia, bailaban en paz y armonía. Su único interés fue moverse al ritmo del tecno. Había de todos estratos. Estaban los personajes clásicos de este tipo de raves, como los malabaristas, los patinadores, los bailarines solitarios y hasta uno que otro dealer, que presenciaba en el reventón una buena fuente de ingreso, mientras las tachas reposaban en pequeños envoltorios dentro de su chamarra.

Cuando la marcha llegó al Zócalo, otro séquito de jóvenes, convertidos en tumulto, ya esperaba a los caminantes. Los tres tráilers terminaron su recorrido al inicio de la calle de Madero, donde todos entendieron que ésta era tan angosta que habría que caminar.

Como hecho no común, los negocios en el Centro Histórico no cerraron. Por el contrario, hicieron su agosto los abarrotistas vendiendo cerveza, cigarros y agua.

Un operativo de pocos elementos policiacos, incluyendo algunas mujeres, siguieron discretamente la marcha, portándose amables y accesibles en todo momento, e incluso yendo al ritmo que los jóvenes quisieron, los cuales en su mayoría nunca se enteraron que no existió permiso para esta fiesta.

Cero incidentes... hasta la media noche

Más que un rave fue un carnaval. Fue el reino de la catarsis de la nueva generación, donde la mayoría no pasaba de los 25 años, y que se mostró notablemente apolítica, aunque no faltaron las pequeñas pancartas que decían: "Peje, devuélveme mi voto" o "All we need is love parade" o los que pedían "Libertad a Palestina". Incluso una mujer hizo el recorrido rezando en hebreo pidiendo por la paz.

Ya en la plancha del Zócalo el hormiguero se antojaba heterogéneo. Un ama de casa con sus bebés dijo: "Baile es lo que se merecen, para que no se alboroten", y al fondo, alborotados, todos bailaban. Mientras tanto, Zombie Nation, de Alemania, y Dero, de Argentina, pedían aplaudir fuerte a los tecnogeiseros a falta de un sonido más potente, como lo fue en los años anteriores. Pese a esto y a la falta de bocinas, los ravers fueron felices, igual que los artesanos e indígenas que vendían mucho más que en otras ocasiones.

Un grito con el tonito chilango de un cyborg parlante de 16 años sintetizó la supuesta apatía política de los jóvenes, a la que hacíamos referencia, y que dio pie a que este festival se llevara a cabo: "es una lección para la autoridá", y fue secundado por los acróbatas con fuego mientras los patinadores recorrían la plancha principal del Zócalo, y ese raro olor que se desprende del tabaco y la mariguana ya inundaba la madrugada del día de hoy.

Hasta las cero horas, cero incidentes.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año