LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Días perros
AL TRABAJO DOCUMENTALISTA del austriaco Ulrich Seidl se le caracterizó de modo elocuente en el pasado Festival de Toronto: ''En lugar de ser el director una mosca en la pared, entretenida en actividades ajenas en las que participa muy poco, Seidl prefiere ser una mosca en la sopa, sumergirse en ella y cambiarle totalmente el sabor". Sus documentales más controvertidos, Amor animal, Modelos, Pérdidas previsibles, presentados en dicho festival, tienen como punto común una visión implacable de las manías y flaquezas de la naturaleza humana: el miedo a envejecer, el sometimiento amoroso, el culto a la excelencia física, el amor fetichista a los animales, los estragos de la vanidad y el autoengaño, y el confort sepulcral de los suburbios en una capital europea. Su primer largometraje de ficción, Días perros (Hundstage) retoma estos temas en seis historias entrecruzadas para elaborar una galería de personajes alucinantes.
EN LA PERIFERIA vienesa, un día de verano particularmente tórrido, un anciano viudo, en vísperas de celebrar sus bodas de oro virtuales, estalla en cólera por las disputas de sus vecinos. Para acallar sus ruidos enciende en el jardín su podadora eléctrica, y acto seguido se encierra. En otra casa, una pareja de divorciados, obligados a vivir juntos, se enfrascan en provocaciones estériles. Más allá, una maestra madura se somete regularmente a las vejaciones del rufián del que está irremediablemente enamorada, hasta llegar a una abyección extrema. En las terrazas se doran al sol los cuerpos de funcionarios, amas de casa, y comerciantes, obesos la mayoría de ellos, fláccidos algunos, relucientes todos de sudor y grasa satisfecha, indiferentes al rumor externo detrás de sus gafas oscuras, protegidos en lo demás por un bienestar inquebrantable. Los rostros son ingratos y no transmiten calidez alguna; parecieran capturados por la fotógrafa Diane Arbus en Estados Unidos.
ESTA VIDA DE suburbio vienés, Ulrich Seidl la retrata con un humor muy negro, políticamente incorrecto, extensión casi de algún reality show degradante y misógino, y con un regodeo evidente en las representaciones grotescas de la vejez y de la carne marchita. (Un punto límite: la orgía en la que se confunden todas las edades y decrepitudes corporales). Como contrapunto a este escaparate de la miseria sexual, se afirma el formidable sentido del humor del cineasta y el trabajo de una actriz extraordinaria, María Hoffstätter, quien interpreta a una chica alucinada que pide aventón en las autopistas, sólo para someter a los conductores a sus enumeraciones enloquecedoras de marcas de auto, lemas publicitarios de almacenes, remedios para enfermedades de todo tipo, diferentes tipos de salchichas, y un largo etcétera. Algo paradójico, esta joven, acusada también de rayar las carrocerías nuevas, parece ser el único personaje mentalmente sano en un entorno donde prevalecen la vulgaridad y el recelo, el instinto sádico y la frustración afectiva.
EL DIRECTOR TRANSMITE con acierto la sensación de sofocación y bochorno en ese día canicular en que sus personajes dan rienda suelta a sus fobias e intemperancias, el día en que el petulante alcohólico golpea a sus mujeres, y en que ellas lo siguen de nuevo agradecidas; el día también de ternura infinita en que una mucama sexagenaria dedica un strip-tease (oriental) al anciano que ha perdido a su mujer y a su mascota. Ulrich Seidl retrata a sus personajes con la inclemencia de su colega austriaco Michael Hanecke (Juegos divertidos, La pianista), pero su mirada de documentalista abarca un espectro social todavía más amplio. En la cultura del confort y la abundancia, el cineasta exhibe, en estos retratos en serie, imágenes contrastadas de la mezquindad moral y de la mendicidad afectiva. Un filme perturbador. De lo mejor en la Muestra.